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Ella caminaba con prontitud; se le hacía tarde para llegar a la clase de liderazgo. Durante la noche había tenido un
sueño inquieto, entrecortado, donde miraba las cosas pasar
como si estuviera dentro de un tren en movimiento. Se despertó cuando la máquina se detuvo, pero volvió a
dormir cuando tomó de nuevo su paso.
Se vio bailando en un salón con lámparas de cristal, su
pareja era un joven que hablaba sobre las características de
los autos que recién habían salido al mercado; tuvo el
deseo de ir hacia los prados y escapó, dejando en la pista a
su interlocutor.
El riachuelo arrastraba fragmentos de luz y parecía
escabullirse con pasos ágiles en la lejanía. Se sentó bajo el
farol y la cadencia de las ramas le obsequió tranquilidad.
Una voz la sacó de sus cavilaciones y sintió miedo.
Instintivamente, se volteó y vio a un hombre que se
le acercaba.
—Buenas noches... perdona ¿te asusté?
—No —contestó ella, con fingida serenidad.
—Disculpa, es que te vi sola.
—Disfruto la noche.
— ¿Me puedo sentar a tu lado?
—Ya me iba.
—No quiero importunarte, acabo de llegar y me agradaría platicar, pero si no lo deseas, me retiro.
Con pasos cortos, el individuo comenzó a retirarse; ella se
sintió descortés y le gritó:
— ¡Espere!
Volvió el rostro; era una persona mayor, pero con un brillo
inusual en sus ojos.
—Gracias por tu amabilidad.
Hablaron de lo cotidiano, los quehaceres del día, la
comida que más disfrutaban. Esa torta hecha de maíz azul
y de hongos silvestres, la delicia del agua al estallarles una
ola en el cuerpo, caminar bajo la lluvia o la tibieza del
baño en la intimidad.
— ¡La disfruto! dijo ella.
Después conversaron del dolor y el duelo cuando parte un ser amado, y de la soledad.
—Mejor cambiemos de tema, fíjate en las hojas de los
árboles que empiezan a moverse como si también siguieran los compases de la melodía.
—Mientras no toquen música alocada, pues está bien.
— Tienes razón –contestó riendo.
La ventisca se fue haciendo fría y él, de reojo, veía cómo
ella cruzaba los brazos para darse calor. Sin decir nada, se
quitó la capa de tela suave y la puso sobre sus hombros.
Eunice quiso rechazarlo, pero él insistió y la abrazó con
respeto por unos momentos.
— Eres joven, muy joven para pensar en las angustias del
hombre, deberías estar con tus amigas o bailando con un
mozo de tu edad, que habrá muchos en el salón principal.
Tu belleza no pasa desapercibida —dijo acercándose a su oído y dándole un pequeño ósculo que le produjo un cosquilleo en todo el cuerpo.
— ¿Ya no quiere platicar?
—Por supuesto que quiero —contestó él, al mismo tiempo
que la atraía hacia su pecho y reposaba su mejilla en la de
ella.
Sus bocas se tocaron con un beso débil; pronto rompieron
el titubeo y los labios por sí solos se buscaron. Sintió la
mano rodando hacia su talle y ella, a su vez, le entrelazaba
sus dedos alrededor de la nuca. La estridencia de una
guitarra llegó abrupta y despertó sobresaltada en su
recámara. Eran cerca de las seis de la mañana y corrió
hacia la ducha. Caminó veloz; temía no llegar a tiempo,
así que, zigzagueando entre los vehículos, logró tomar el
camión que la transportaría a la universidad.
Sentada en el asiento entrecerró los ojos y los trozos del
sueño se deslizaron. Sentía un calor en el filo del labio,
como si se hubiese mordido.
Era la primera clase. Le daría vergüenza empezar el curso
con un retraso.
Faltaban dos tramos de escalones para arribar al salón, que
se encontraba a un lado del auditorio. Abrió la puerta con
ansiedad; como el escritorio estaba vacío, dedujo que el
maestro no había llegado y respiró más tranquila. Se puso
lívida al ver recargado en la pared al sujeto con el que
había soñado. Él sonreía.
Fue lo último que recordó. La trasladaron a la enfermería.
Momentos después, intentó abrir los ojos, pero la luz
mercurial se lo impedía.
— ¿Te sientes mejor?
— ¿Ya se fue? ¿Ya se fue? –preguntó adormilada.
—Ya se fue, ¿quién?
—El señor que traía sombrero y una capa negra.
— ¿Qué señor?
—El que estaba en el fondo del salón.
—Ah, te refieres a Luis, que forma parte de la rondalla.
— ¿Rondalla? ¿Qué rondalla?
—Hoy tenían una participación en el auditorio, Luis vino
a decirle al maestro que le justificara la ausencia y vestía
con el traje típico.
— ¿Por qué preguntas todo eso?
—Es que fue lo último que vi. ¿Y hubo clase?
—No hubo.
— ¿Por qué?
—Resulta que el maestro también está en el grupo y tuvo que sustituir al director de la rondalla. ¡Lo hubieras visto! apareció con un traje negro, de ojos vivos que hacían juego con el fistol de la corbata y, colgada del brazo, traía una capa negra.
Días después, en el salón de clases, esperó inquieta a que llegase el maestro. Mientras, sus compañeros le preguntaban por su salud. Ella, bromeando, le restó importancia a lo sucedido, hasta que chirrió la puerta y entró el profesor.
¡Era él! ¡Era él! El mismo hombre del sueño, no tenía duda; tragó saliva con dificultad mientras él pronunciaba su nombre. Después se acercó a ella.
—Me dijeron que tuvo un desmayo hace dos días. ¿Se siente mejor?
—Sí.
—Pero no fue usted la única; en otros dos grupos, tres chicas sufrieron lo mismo. ¿Acostumbra a lonchar en los restaurantes que están frente a la universidad, donde las señoras ponen sus anafes para hacer tortas con maíz azul y guisado de hongos?
—Sí.
—Yo también y no me desmayé, pero estuve adormilado y ¡soñaba cada historia, que para qué le cuento!
Los ojos, y el labio inferior ligeramente grueso, eran los mismos que había ensoñado. Dio inicio a la clase.
— Borges, en un libro, señala como dato curioso un jardín donde los caminos se bifurcan...
Ella, sin pensar, interrogó al maestro:
— ¿Y no soñó conmigo profesor?
— ¡Claro que sí! Había música a los lejos y una noche estrellada.
El grupo entero rió a carcajadas, celebrando la ocurrencia de ambos. Al fondo, un alumno comentó: pero los sueños, sueños son...

Texto agregado el 13-08-2003, y leído por 922 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
15-01-2006 Me gustó muchísimo este sueño, propio de una chica llena de ilusiones, en su juventud. Mis estrellas para tí ctapdb
06-01-2004 He perdido la cuenta. Lo leo y vuelvo a leerlo. Dice un dicho que: los sueños y la perseverancia son una poderosa combinación... Yo digo que el hombre que recibe una visión no debe descansar hasta ver realizado cada sueño. Te dejo mis afectos y mis estrellitas kitty
06-01-2004 He perdido la cuenta. Lo leo y vuelvo a leerlo. Dice un dicho que los sueños y la perseverancia sonuna poderosa combinación... Yo digo que el hombre que recibe una visión no debe descansar hasta ver realizado cada suelo. Te dejo mis afectos y mis estrellitas kitty
15-08-2003 Falcon, Gracias, si es un tema recurrente en el tiempo, sin imnportar donde como sea quien lol escribe gracias por ahber estado en tu casa ruben sendero
15-08-2003 El mundo onìrico, otra constante de fascinaciòn en el tiempo. Muy bueno tu relato. Un saludo, FALCON
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