Eran como las dos de la mañana.
Sola, y sentada frente al mar estaba yo. Viendo la luna, y encontrándome con algunas constelaciones.
Las olas me hablaban, y con su dulce arrullo me sentía en un hogar, por primera vez.
La arena abrazaba mi cuerpo y podía sentir su calor.
La brisa caía lentamente en mi rostro, y sentía sus caricias.
Pasé horas contemplando Mi alrededor.
Unas cuantas cajetillas de cigarrillos me acompañaban. Pero apesar de mis compañeras, nada era suficiente. Necesitaba algo mas real, algo más...
Claro que ese algo nunca sería suficiente.
Minutos más tarde una niña con la cual estaba en la playa se acercó y se sentó a mi lado.
No conversamos tan solo sentimos la naturaleza.
Muy pocas palabras salieron de sus labios:
-Invítame un cigarrillo
-¿Malboro, Winston o Lucky?
- Lucky
Vi sus ojos, y ví una mirada inusual, extraña, Triste.
Ella nunca había estado así. Sentí tan solo con su mirada me decía lo que sentía. Sus decepciones, sus tristezas, Había perdido la fé en si. Sin pensarlo dos veces, la abrazé, y ella sin pensarlo tampoco, estalló en llanto.
Pasaron máximo unos 30 minutos, los cuales bastaron para que ella se quedara dormida.
La dejé descansar sobre la arena, pero como ya estaba amaneciendo, un aire frío corría y le pusé un pareo para que no se resfriara.
Me quedé mirando al mar nuevamente. Sus olas eran muy tibias a mi mirar. La forma en que reventaban me hacía sentir fuerte.
El sonido que producían al chocar con las rocas era genial. Y yo me sentía parte de esto.
Cada minuto que pasaba había mas luz. Apagué el último cigarrillo, pero en ningún momento dejé de mirar al mar. Tan hermoso. Tan expresibo. Sentí que me llamaba, que me pedía que forme parte de él. Que me decía que no tuviera miedo.
Veía en el a alguien conocido. A alguien querido, a alguien real.
Talvez era cierto. Y talvez sería genial que nos convirtiéramos en tan solo uno.
Sería como una familia. Tan solo el y yo.
No lo pensé mas, pues temí que se alejara de mí la idea, que recapacitara... Entonces Sin pensarlo, sin quitarme la ropa siquiera. Corrí, y el viento me empujaba más aún. Dejé atrás recuerdos y a una niña dormida.
Corrí hasta sentir mis pies fríos por la orilla, corrí hasta sentir el mar acariciando mis piernas. Corrí y seguí corriendo hasta dejar de respirar, hasta dejar de ver, y hasta que el mar y yo nos convertimos en uno solo. |