Iba caminando entre el humo, deseando matar a la ignominiosa gente que derrumbaba mis sueños, manchando con sus placas y predicciones lastimeras, atándolos con lazos rojos para las sucias manos desdibujar a plena luz; salí de casa sin ir a misa como hace tantos años en que me importó tan poco lo que dirían las personas que si tienen la comunión, y los beatos que se dedican a buscar cautivos incautos que se dejen bautizar.
No tuve presente que estaban lloviendo piedras en forma de metralla incandescente, y necio caminé entre los muertos y entre las hojas que cayendo me mostraban el camino, salió tras mi paso la luna y se acababa de terminar el día en que un disparo de hielo atravesó mi frente, y algunas pesadas oleadas de viento acucioso de ser atendido vinieron tras de mí, dejándome derrumbado, cegado e inconsciente.
Desperté prontamente mi cuerpo tendido sin haberte alcanzado, sin ganas de risa cuando quise preguntarle a mi sombra cómo me veía, mas no la encontré como para escuchar sus reclamos callados pero llorosos y adoloridos ante mi negativa de darle la razón, podría haberse extraviado por cualquier calle o acera mientras seguro divagaba contigo, sin ti. Por casas toqué preguntando si habían visto una sombra sin dueño, pero sólo se notaba aquel dueño sin sombra y pobre de mí, nadie contestó.
Te busqué entonces a ti, fuera de los archivos y las fotos que guardo en mi cartera, enumeré las cosas tuyas que aún atesoro y me dirigí sin pausa a tu encuentro, dispuesto a salvarte del polvo del olvido y la masturbación solitaria, pero el hueco de tu amor no había contestado, impune al resguardo de un oscuro parque me puse a llorar y a maldecirte. Llegó hasta mí el alcance de la noche con su velo contaminado y sin estrellas, mientras lidiaba por recibir alguna convicción, después de a todos de mi lado alejar asustados, herido sangré.
Me partí en dos y entonces me di tarde cuenta en lo que por descuidarme en el camino por tu causa perdí, aparecieron mis pies vacilantes y alejados del suelo, y llegó hasta mí la maldita comprensión; seguí en vano en tu busca cuando nadie (excepto las moscas) se preocupó en decirme que ya estaba muerto, fue entonces que esa mujer innombrable y sin sombrero que tanto se me parece se olvidó de mí, perdida cobarde de mi compañía; mientras se apagaba al final de este viaje la noche, y yo perdía mi sombra al morir para seguir siendo olvidado.
|