Hace muchos años atrás, cerca del Desierto de Atacama, vivía una muchacha llamada Cactúa. Era muy hermosa, de largos cabellos color azabache y unos misteriosos, atrayentes y penetrables ojos verdes. Aparte de su peculiar belleza, esta niña era querida por todo el pueblo, pues era la joven más dulce y simpática que habían conocido.
Un día llegó al pueblo un grupo de extranjeros provenientes de Argentina. Entre ellos había un personaje que llamó mucho la atención de Cactúa. Era un joven alto, de cabellos claros como el trigo y de ojos negros como el carbón. Cactúa no pudo disimular su asombro e interés por aquellos ojos negros profundos e infinitos, como nunca antes había visto. Al darse cuenta Oney, ese era el nombre del joven extranjero, que Cactúa lo estaba mirando y, al observar esos maravillosos ojos verdes, no pudo evitar quedar perdidamente enamorado de ella y, sin saberlo, ella de él.
Al paso de los días en que Oney sé había quedado en este rústico pueblo llamado Nekai, se fue acercando cada vez más a Cactúa hasta lograr entablar, finalmente, una conversación con ella. Y así fueron pasando los días y cada vez se fueron enamorando más y más hasta que en una oportunidad Oney no pudo contenerse y juntó sus labios con los de Cactúa en un mágico y dulce beso.
Desde ese día quedaron de acuerdo de encontrarse todas las noches en el Desierto, que por cierto, quedaba muy cerca del pueblo. Y así eran felices, puesto que estaban juntos y se amaban, pero Oney no sabía que Cactúa tenía un pretendiente insistente que, al igual que Oney, estaba perdidamente enamorado de ella. Tokei, el admirador de Cactúa, estaba enamorado de ella desde hacía ya varios años y al enterarse del profundo amor entre Cactúa y Oney, no pudo sentir más que envidia y odio, así que ideó un plan maléfico para separar definitivamente a Cactúa de Oney: lo iba a matar.
Así es que los siguió hasta el Desierto y cuando estaban juntos, besándose, apareció ante ellos. Tokei le dijo a Cactúa que la amaba desde hace tanto tiempo y ella nunca lo había tomado en cuenta. Ella le dijo que estaba enamorada de Oney y no de él. Tokei, indignado, le dijo que eso no iba a ser por mucho tiempo y se abalanzó sobre Oney con cuchillo en mano. Al percatarse de esto, Cactúa corrió hacia Tokei con el fin de detenerlo y él, sin intención, la hirió de muerte. Al ver a su amada muerta, Oney se abalanzó sobre Tokei lleno de odio e ira, muriendo brutalmente acuchillado.
Al reaccionar, finalmente, Tokei y ver lo que realmente había hecho, cayó en desesperación. Se encontraba parado en el Desierto, sólo, con dos cuerpos a sus pies, acuchillados brutal e injustamente por él.
Entre la desesperación que lo invadió, decidió tomar el cuerpo de Oney y enterrarlo muy, pero muy lejos del lugar.
La familia de Cactúa, al no encontrarla, la fueron a buscar al Desierto y la encontraron muerta. Su padre desconsolado decidió enterrarla en el mismo lugar en que la encontraron, en el medio del Desierto.
Al cabo de unos días, empezaron a ocurrir cosas muy extrañas en este lugar. Una de ellas y la más importante es que sobre la tumba de Cactúa floreció una planta muy extraña, de color verde, llena de espinas, en un lugar seco en donde no se da la vegetación.
Dicen que por las noches se escucha a Cactúa vagar y gritar por el Desierto en busca de su amor, el cual no lo ha encontrado, puesto que Tokei lo enterró muy lejos.
Dice la leyenda que por cada amor desdichado que hay en este mundo, a una de estas planta llamadas Cactus, en honor y memoria de Cactúa, le aparece una espina.
También se dice que si uno se queda mirando al cactus fijamente, logra ver los ojos tristes y melancólicos de Cactúa que todavía está en busca de su gran amor.
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