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Inicio / Cuenteros Locales / jaseg69 / Un niño, Un sueño

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Un manto de niebla, como una cortina triste, opaca y densa, cubría las escabrosas calles de un barrio pobre. La noche acompañó este suceso proponiendo un ambiente lúgubre y penoso.
Alguien interrumpe el silencio con pasos lentos y chirriantes; ¿un hombre?, ¿Una mujer?, ¿Un joven maduro?, ¿Tal vez un adolescente?... ¡No!... solo es un niño, que camina cabizbajo y mesuradamente, sumergido en quien sabe que fantasía.
El niño se resguarda en un zanjón reseco, bajo un árbol tenebrosamente caído sobre el mismo.
Todo semejaba una escena ultraterrestre del pequeño ser.
Tomo asiento en un oxidado tarro que apenas mostraba vestigios de la marca del producto que alguna vez relleno su interior.
La humedad aminoraba el frío, de entre los harapos que llevaba puestos sacó un papel amarronado por la tierra, un lápiz del tamaño de su meñique y, de un bolsillo grande de los pantalones tipo jardinero que llevaba, un pequeño batracio al que le proporcionó una suculenta polilla que halló en su raído sombrero.
Sólo, con su pequeño acompañante que se había aquietado como si se lo hubiesen pedido, llevó una de sus pequeñas manos a su carita sucia, sus claros ojos comenzaron a sumirse en un vacío infinito y apacible hasta cerrarse, súbitamente su cara se llenó de brillo - él tuvo una idea – y vuelve así de su infinito viaje a algún planeta, para regocijarse en su inteligencia, eleva sus brazos a la altura de los hombros, sonríe y da un salto victorioso, y entonces - ¡AY! - exclamó al darse cuenta de que sus ideas no estaban tan cerca como la gruesa rama del aquel árbol viejo que estaba sobre él. Acarició su dolorida cabeza con manos temblorosas temiendo provocar más dolor.
Indiferente a lo ocurrido se recostó de bruces, codos al piso, manos al mentón. Miró la rana que estaba frente a él y, silencio cómplice mediante, le guiñó un ojo, se dio un beso en el dedo y lo llevó a la cabeza de su amiguita, quien a pesar de su rostro inmóvil y frío, parecía comprenderlo. Todo estaba tranquilo y ambos se durmieron.
El niño comenzó entonces a vivir una gran aventura mientras que rodeaban un gran reloj azul que daba una conferencia.
El pequeño volteó y un sinfín de flores cantó a coro una melodía dulce que empezó a tararear inconscientemente. Respiró profundamente el aroma que flotaba en el aire.
En un barco de gamuza comenzó a navegar un mar de cristal donde simpáticos destellos de luz brotaron de peces que contaban chistes sin sentido. Una nuez se atravesó en su camino, ésta se abrió y el niño entró.
Una galería con estatuas de harina apareció ante él, toco una de ellas y se desbarato dejándolo blanco de cabo a rabo. Una nube se encargó de limpiarlo de un soplido.
Extrañas figuras comenzaron a cercarlo bruscamente y se halló rodeado de sus harapos remendados en un despertar repentino.
El niño tomó una tabla, el papel y el lápiz – una lágrima rodó por su redondeada mejilla, una brisa tenue acarició sus rubios cabellos -, escribió algo, tomó a su inseparable mascota y partió.
Nadie supo mas de aquel niño, solo queda el recuerdo de un papel humedecido, que en letra borrosa y temblorosa deja leerse, “mi sueño, es un sueño”.
Un manto de niebla, como una cortina triste, opaca y densa, comienza a desvanecerse, para dejar penetrar los rayos del sol a un barrio pobre, donde un niño, ....hace tiempo,..... tuvo un sueño.

Texto agregado el 09-04-2005, y leído por 116 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
11-01-2006 Me ha gustado mucho. Tu forma de narrar es extraordinaria. Muy bonito. Magdalena25
 
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