Aquella tarde, los pensamientos se agolpaban en mi mente. Todo eran idas y vueltas, de nada estaba seguro. Levante a Olga del suelo, mientras pensaba cuantas veces había deseado tenerla así en mis brazos, desnuda y entregada a mi voluntad.
Por otra parte, la presencia entre ilusoria y real, de una silueta de mujer que me observaba desde el espejo, no me permitía imaginar que podría aprovecharme de Olga y su inconsciente desnudez .
Los pensamientos negativos me abatían, me desplome junto a ella y espere con los ojos muy abiertos, que el tiempo pasara.
El ventilador de techo, estaba en su punto mínimo, mis ojos se posaron sobre una hélice rota, la acompañaron hasta donde quisiera ir, yo mismo no era capaz de torcer su rumbo, ni proponerle algo más productivo.
No podía imaginarme conduciendo mis actos, tanto fuera para animar a esa mujer, huir por las escaleras o salir a caminar en la soledad de la tarde. Decidí lo que la nave del autismo me proponía, seguir incansablemente ese cíclico movimiento, ya mi cuerpo y cerebro acompañaban cadenciosamente su trayectoria.
Pegué un salto y en un duermevela abrí la ventana, la pareja seguía charlando en un banco de la plaza y Olga, ya descansaba serenamente.
Bajamos rápidamente, como si supiéramos que cosas nos preparaba la noche,
Se había vestido muy rápidamente, una blusa liviana, mostraba descaradamente su desnudez, yo no soportaba esta época del año, debí acudir a mi suéter de lana, que portaba en la ocasión.
Nada de lo que sucedía parecía pertenecerme, ni siquiera el camino adonde iba, solo sabia que había decidido para mejor guiar mi buque acudir a una brújula necesaria.
Mi brújula había determinado, que depositaria en Olga, lo atinente los aspectos positivos, en cambio yo, consideraría que encarnaba todo lo negativo. Entre los candidatos a castigar yo era el que mas a mano tenia.
Se me facilitaban mucho las cosas, el decidir y además auto convencerme, que cada uno de nosotros respondería de ahora en mas a estos roles, ni ella misma había participado de este cisma, pero yo era quien lo había determinado y esto era mas simple aun.
Conocernos fue fácil, reconocernos nos llevo un poco mas de tiempo, pero los cuatro parecíamos dispuestos a indagar en nuestros pensamientos. La proxima incognita sería, como distribuir roles para nuestra proxima escena.
Sentíamos la necesidad de hacerlo, nos habíamos buscado todo este tiempo y en ese momento, creo que advertimos una oportunidad.
Las vidrieras estaban apagadas, las copas de los árboles yacían quietas y ya no dentelleaban los reflejos. En el medio de la plaza, estábamos frente a frente, una fuente agolpaba las pocas luces de las farolas nocturnas.
En aquel dialogo en silencio, Olga y Elena discutieron acerca del amor y la pasión, argumentando una la conveniencia de aprovechar el calor de una llama que se consume rápidamente y que si la vida nos había sido entregada, como un cantaro de buen vino para ser felices, debíamos tener el coraje de beberla a grandes sorbos.
Mientras Elena sostenía, que para ella le felicidad profunda generaba, afecto, cariño y rasgos que no siempre coinciden con la pasión y esta forma de compartir era el modo de disfrutar el amor.
La luz lejana de aquellas farolas nocturnas dibujo nuevamente el cuerpo de Elena en la noche, lo reconocí demasiado pronto, preferí que Olga no lo notara todavia.
Caminamos juntos en la noche, silenciosamente, sin saber donde ir. Nos sentamos en una mesa cerca de las ventanas. Habíamos discutido hasta odiarnos, lastimarnos, nada parecía llegar a un sabio final, básicamente nuestros desacuerdos parecía que necesitaban un arbitraje ajeno, nuestros demacrados rostros se reflejaban en los vidrios. Después de mucho navegar en cuatro barcas a la deriva, entendimos como único puerto el perdón y allí encallamos.
Estábamos en un profundo silencio cuando se acerco el mozo:
-¿Cena para dos, o esperan a alguien?