Soy fea,
desfigurada desde
el corazón
hasta
la vagina
y
tengo destrozada la vagina del corazón,
única entrada a mis sentimientos.
El sudor que araña
mis escalenos pechos de perra chusca
embriaga las cabezas floridas
que, tímidas, golpean mi puerta
con unas cuantas monedas en las garras.
Soy una mujer muy puta
y una puta muy mujer.
Tres billetes
dos abortos
una venérea tristeza
cero amor.
Rocas erosionadas,
el tesoro que lamen las moscas.
Ninfómana doméstica,
bulímica devoradora de hombres.
Lo aprendí de mi madre.
A veces los gemidos de los sarnosos
me tiñen
de un lésbico canónico.
Sintiéndome,
abrumada por agitación de párvula noche,
mártir
acribillada inhumanamente
por la concupiscencia humana.
Mas los gemidos silencian su alma,
la falacia se disuelve entre mis babeados dedos
y mi asco.
El mancebo, luego de unas cuantas embestidas a mi vientre moribundo,
rumia la misma calaña de vida,
me quedo como cadáver de miasma grasiento,
desparramada, leprosa en cama,
momia amarillenta.
Nada cambió
en el sepulcro.
Soy la misma
ignorante catalina que no leyó a Safo,
ni visitó Lesbos en quinceañeras ilusiones,
la pitonisa que le abre las puertas
a la humanidad
hambrienta
de
peste.
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