Y envidió la sangre delicada de las amapolas.
No quiso romper el silencio de su agonía rodeada de quienes la querían y sus párpados quedaron pegados.
Un espejo bajo la nariz. –Todavía respira.
Ocres recuerdos demoran su paso haciéndose grises.
– No he perdido la consciencia.
Otra ola, grande esta vez, inundó las meninges y se vio de lleno inmersa en palabras de desconsuelo hacia su interlocutor, su marido. – No soy una figura de porcelana, soy de carne, hueso y alma. Pruébame como mujer, no como un coche que dejas en su aparcamiento. Puedo ser compañera, amante, puta, madre, niña, adolescente. Pero pruébame. No me trates como esposaquenohayquedesairar a base de mentiras y buena educación, regalos en los días señalados, sonrisas de superficie, halagos premeditados, palabras suaves, sin ira, sin pasión, sin dudas ni lamentos. Cuando busques mi cuerpo, que te lo lea en los ojos. Me dosificas como un medicamento...
Miraba las imágenes. Las vivía de nuevo, solo que ahora ya no había ni un miligramo de hipocresía en su conciencia. No podía impedirlo.
La escena anterior seguía tensionada por el silencio de su marido pero se opacaba al tiempo que otras crecían en visión.
Veinticinco años. Muy hermosa. Complacida por él hasta el mimo. Caprichosa. Desdeñosa. Cómoda. Dominante. Vendía caras sus caricias, sus sonrisas, sus miradas profundas... Así se vio y comprendió instantáneamente. Sin palabras de nadie, ni de ella misma.
Llegó el doctor a examinarla de nuevo.
- Catalepsia. Despertará en no más de una hora y no recordará nada de todo este tiempo. Afirmó rotundo y seguro.
Despertó a los cinco minutos, abrió los ojos que dejaron caer dos lágrimas guardadas. Los músculos despertaron poco a poco más tarde.
Solícito, su esposo se aproximó al rostro de ella y preguntó: ¿Cómo te sientes?...
Balbuceó hasta conseguir hablar con claridad y dijo en voz queda: “Te voy a pegar un polvo que te van a temblar hasta las orejas de gusto”
Arqueó las cejas hasta lo inverosímil. Cayó su mandíbula inferior dejándole la boca abierta de bobo y soltó una carcajada que espantó a toda la familia. Él se encargó de que abandonasen pronto la casa.
Su mujer había nacido de nuevo.
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