Quien pueda observarte siquiera,
mereciendo tu rostro mirar pudiera,
lanzando una alabanza a tu hermosura,
tocando con ello tu cuerpo tal vez sintiera.
Que osado es el humano que se atreva
a tocar y oler tus ingrávidas flores, Eva
descubriendo con ello así la tierra nueva,
sin importar la coacción que de tu mano va.
Quién sino sólo yo, que no merezco nada
puedo aventurarme a tanto a la fria alborada,
en que me mantengo hambriento de sangre bendita,
y la muerte no llega para llevarte por ser mujer y estar maldita.
Texto agregado el 08-04-2005, y leído por 136
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