El colectivo arranca, son las seis de la tarde, està repleto. Yo me acomodo en un rincón, apretujada por la dama de gris que sostiene una canasta llena de verduras. Una vieja sube y con voz lastimera reclama un asiento.
-Pero si no es tan vieja ! Yo estuve trabajando todo el día…Y ella, qué estuvo haciendo ? No señor, el asiento no se lo doy !-
Estos jóvenes de hoy en día no respetan nada, es una verguenza !
La vieja esgrime un papel, es del hospital, la operaron de no sé qué. Una chica se baja en la próxima y aprovecha para hacer la buena obra del día.
-Venga señora sientesé !-
El tipo parado al lado piensa « Todavía me queda media hora de viaje, cómo me duelen los piés. Y ésta se tenía que hacer la caritativa, pero con qué derecho ? »
En Plaza Once la cosa se complica, son màs los que suben que los que descienden.
Vayan para atràs ! Grita el colectivero.
Yo me veo transportada hacia el fondo por la presión de los que entran, el colectivo arranca a toda velocidad. La señora de gris me apretuja con su canasta, me siento asfixiada entre hinojos y zanahorias.
-Atràs, Vayan para atràs !-
Y atràs somos muchos, cientos tal vez, mezclados, entrelazados, una pierna que sale de alguna parte, una mano que parece desprovista de cuerpo, una masa informe de carne, sin pies ni cabeza. Ya nos acercamos a la parada donde debo bajarme, pero sé que no voy a lograrlo. Ya no me importa, ya no podré desprenderme. Hemos ido, sí, hacia atràs, pero demasiado lejos. Aquí estamos todos, irritados, furiosos, sedientos de màs cuerpos y de sangre, esperando....
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