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“El Bar”

Se estaba haciendo tarde y él aún no salía. Estacioné el auto lejos de la entrada, así era mejor. La noche era fría, no ayudaba, pero ya no había vuelta de hoja. Ya todo estaba listo, sólo faltaba él.

Encendí el estereo del auto tratando de olvidarme de todo, una canción de Amanda Miguel que sonaba en la radio me hizo compañía.

“...Quien será el cómplice fiel…quién me va a quererme querer… quien se pondrá en el ojal, la rosa roja que es esta mujer… ¿quién será?”

Algo en esa rola me alteró y entonces, cambié la estación. Los siguientes setenta minutos no hice más que escuchar basura del momento, radiohead, korn, linkin park, efervescenes o como se llame y cuando estaba a punto de perder la paciencia, él salió del bar, le di vuelta a la llave del encendido y me detuve frente a él.
No hacía falta un hola ¿cómo estás? ni nada parecido, pero como siempre, él al abrir la puerta me dijo:
-Amor, ¡que puntual!, - y entonces se subió.

¿Cómo empezó la charla? No lo sé, pero cuando me di cuenta ya estaba relatando lo que desde hace mucho tenía ganas de oír.

-Habíamos pocos en la fiesta, de hecho no conocía a nadie, ya sabes, el amigo de un amigo que si estaba invitado. Y ahí estabas tú, tan atrayente con actitud impasible y la mirada fija en mí. Lo tomé como una señal.
-¿Señal de qué?
-De que te gustaba. ¿Acaso no te acuerdas?
-Para serte sincera no recuerdo nada.
-O tal vez lo no te quieres acordar.

Guardé silencio esperando que continuara.

-Te veías hermosa aquella noche. De verdad que si.

Manejé tranquila, como si esa no fuera una despedida, como si en verdad pudiera volverlo a ver. El reloj marcaba las tres de la madrugada y nos encontramos pocos autos en el trayecto a nuestro destino. Al tomar la carretera que conduce a Tampico él se mostró inquieto.

-Por cierto linda, aún no me haz dicho a donde vamos.

Dude un momento.
-Es un lugar especial en donde podamos hablar tranquilos, lejos de todo, será como la primera vez que nos vimos.

Sonrió satisfecho y eso me hizo sentir más confiada.

De improviso, di vuelta por un camino de terraceria y nos adentramos en un espacio donde la oscuridad parecía tragárselo todo; las partículas de luz que emitían los faros danzaban lentamente conforme el auto avanzaba con dificultad sobre el camino accidentado. Llegamos al punto donde la tierra estaba más floja. Me detuve.

-Ahora si, cuéntamelo todo.

-¿Aquí? ¿Por qué aquí?
-No hay ruido, no hay nadie. Vamos, empieza ya.
-Bueno, en la fiesta no fue difícil hacer contacto contigo linda, sólo me bastó invitarte una cerveza y ahí estabas, dispuesta a prestarme. . . atención, tu sabes. Te juro que no me di cuenta de tu estado, simplemente creí que así eras.
-¡Por favor! No me salgas con eso.
-¿En qué quedamos? Cero reclamos, porque sino, recuerdalo, no cumplo el trato.
-Empieza a hablar, te escucho.

De pronto, su voz lo abarcó todo mientras me relataba lo que yo no podía recordar. Sin darme cuenta, me perdí en un mundo de abstracción total donde sólo veía imágenes rotas, como si fueran fotos mal tomadas; la primera la fachada de su casa, click, el comedor, click, una cama, él a mi lado, click, sobre mi.


. . . Ya estaba sobre ti cuando. . . me clavaste las uñas de las manos en el abdomen. . . comenzaste a gemir, entonces. . .Sentí cuando tus piernas. . . Era demasiado tarde, sólo conseguiste . . .De todos modos las lágrimas comenzaron a brotar...Tus gritos... me excitaba aún más...

Mientras las imágenes aparecían en mi mente, comencé a sentir un líquido que humedecía lentamente mi piel, el sudor me acariciaba el rostro, sentía calor dentro en el cuerpo. Tragué saliva.

-Continua.

Observé cómo sus labios se movían mientras hablaba pero la voz, su boca ya no emitía sonido alguno.

… y eso fue todo lo que pasó.

Aspiré un poco de aire fresco porque de verdad lo necesitaba.

-Te estoy hablando. ¿Me escuchas?
-¿Mande?
-Que si ya recordaste algo.
-Poco.
-Es que ya pasó mucho tiempo. En fin, espero que te haya servido hablar conmigo, pero creo que ya deberíamos irnos mi cielo, el hechizo está roto y ahora que sabes lo que sucedió, ya no me vas a buscar ¿verdad?

Lo miré pensativa, como si no quisiera contestar, pero él tenía razón. Así era el trato, él había cumplido, ahora me tocaba a mí.

-Claro que no, un trato es un trato, pero antes de irnos, quiero mostrarte algo. Hay una linterna en la cajuela, ve por ella.

Se bajó del auto y caminó a la parte trasera. Todo pasó muy rápido y me sucedió lo mismo. Un click, la pistola, click, se desplomó en un instante, click, cuando saqué la pala, click, al estar cavando un hoyo ahí donde la oscuridad parecía tragárselo todo.


MIRCEA


Texto agregado el 07-04-2005, y leído por 105 visitantes. (0 votos)


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