Lo poco que nos va quedando de nuestro niño interno que alguna vez fue externo, el cual tuvo una armonía pura y respetuosa con la vida.

¿Por qué se producirá una lucha constante entre la pureza de la niñez y el necesario, pero a veces burdo y extremo raciocinio de la adultez, usando como estrategia el argumento sobre-explotado de la “inmadurez”?, ¿acaso se tendrá claro el significado de esta palabra que utilizamos como descalificativo a actitudes infantiles? (llegando a confundir lo infantil con la imbecilidad).

Según dice el diccionario, madurez es: “sazón de los frutos (me pregunto, ¿si la madurez es la sazón de los frutos? ¿cómo sabemos que frutos son buenos y fértiles y cuales no?, si se ve con creces que los que se supone que deben poseer los frutos -refiriéndome a los gobernantes de cada nación y puntualmente a los de las potencias mundiales- demuestran una realidad totalmente deshumanizada, con actos y decisiones atroces).

Siguiendo con la definición de la palabra dice: “juicio y prudencia en gobernarse” (me pregunto, cómo uno en estos tiempos de sociedades agobiantes y netamente explotadoras, las cuales provocan una brutal aceleración en las etapas de la vida, creando un bombardeo de prejuicios constantes el cual claramente nos va influyendo en formar un juicio, que está a favor de nutrir al sistema por sobre nuestro propio desarrollo humano. Con esto, qué prudencia podemos tomar en nuestro gobernar, sino es más que con una idealización maltratada por una dura realidad).

Por lo tanto tomar conciencia de esa armonía pura y respetuosa que posee la niñez, para conservarla y darle continuidad en nuestra vida adulta, enriqueciendo nuestra sociedad carente de estos valores, es necesario.