Las 6 de la mañana en mi habitación. Las florestas, la gente y el opaco puño entre mis dedos brotaba perpetuo entre la venganza y el orificio de la bruma. Hay veces en estas mismas cuatro murallas que me aplastaba a mí mismo en cobardía cuando besaba sin querer hacerlo o claro, también acongojado por los centímetros que se salían desde el balcón hacia los árboles podía explotarse el cruel hedor sin traspiración que se exprimía en mi orilla y bien, otra vez mas acostumbrado a vivir sin saber que decir y ocultarme entre el sonido agobiante y denigrante de los roedores sin conciencia que buscaban comer sin decir si quiera permiso o que el calor que agobiaba el sendero del negro pasillo las hacia revivir mas y mas entre el dolor de tantos hombres, pero ya no era hora de lamentar, mas bien arrepentirse y mirar el cielo que aun existe o beber de las aguas rotas antes que mas escapen, en fin, tendré que tomar mi frente con Las garras como cada ploma noche y arrodillarme genuflexamente entre el cardume de la basura y así poder saltar y que aquellas mentes me logren perdonar y no volver a envenenar y así dejar vivir y entre el creador que no tengo poder existir.