Dormitando estaba aquella noche, no durmiendo puesto que el frío no me permitía mas nada, cuando entre sueño y realidad sentí que un extraño olor emanaba de bajo mi cama, entonces me cubrí el rostro con las cobijas para no seguir oliendo.
Pasado un breve instante y aún bajo las cobijas, me pareció ver a través de las mismas como brevemente se encendía la luz de mi cuarto, pero de sobra sabía nadie estaba conmigo, y al parpadear la luz se había marchado tan rápido como había venido.
Mi nerviosismo aumentó al escuchar como se cerraba la puerta de mi habitación, que de antemano sabía había cerrado antes de disponerme a dormir, y fue por ello que mi respiración se tornó más intensa y recortada, me animé a destaparme y ahí estaba ella.
Trepada en la pared, una mujer muy blanca y lacia, con enormes ojeras que opacaban misteriosamente el brillo de los ojos que debían albergar y sin embargo nunca llegué a distinguir del todo, a pesar de sentir el peso de su mirada como clavada en la mía.
Al verme, la escuálida y rara chica descendió de la pared como un reptil o una araña que se encamina hacia su presa, pero al erguirse una vez en el suelo, bajo el camisón enorme que le cubría el cuerpo no había pies que la sostuvieran, lentamente ahora se encaminó flotando hacia mí.
Se inclinó besándome en los labios sin que pudiera yo hacer mas nada por evitarlo, no pude en ése momento mover un mísero músculo siquiera de tanto miedo, que además se transformaba ahora en una extraña y apremiante impotencia de estar a su merced postrado.
En el momento que nos besamos, sólo atiné a cerrar los ojos sintiendo sus helados labios tocando los míos, mientras su lengua pugnaba por abrir mi boca mientras sentía que el aire me faltaba y comenzaba a marearme, temblando de horror mezclado con alivio y un intenso frío, después de eso pasaron no sé si miles, pero si muchísimas imágenes de toda mi vida, mi primer beso, las nalgueadas y los logros, todo en sólo unos instantes.
La mujer se apartó de mí, y abriendo la boca dejó salir cientos de larvas que al tocar el suelo se convirtieron en agua y se escurrieron debajo de mi puerta, mientras atónito y sin poder emitir sonido alguno, más que un raro estertor que salía de mi garganta, me limité a observar, sudar y escuchar.
-"No temas, que bien y de sobra sabes quien soy y a qué vengo, anda acompáñame que he venido desde muy lejos para ayudarte a que te encuentres de nuevo con ella."- me dijo en tono tranquilo y parsimonioso. Y extendiendo el lánguido brazo me tomo de la mano que involuntariamente se levantó, y así nos fuimos flotando juntos mientras yo miraba mi blanco y boquiabierto cuerpo tendido en mi ahora antigua cama.
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