Gaviotas que en el aire avanzan,
y en su volar también retroceden,
así, extraviadas como yo,
arrastradas en su viaje
por marinas brisas,
vientos violentos,
fuerte oleaje,
sin calma,
revuelos,
y todo sigue su curso
menos mi calma
que se trastorna,
que se enmudece,
que cae en un remolino
y se olvida de sí misma
huérfana de la paz,
sin brazos que me acojan,
sin ojos que me calmen,
en una incertidumbre
desconocida
de vientos y mareas,
intranquilidad perturbadora,
sin risas, sin descanso,
sólo la espera.
Y cada día sigue su propósito,
y su logro o su fracaso,
y sigo cual gaviota
sin voluntad propia,
sólo esperando el nuevo día,
el nuevo amanecer,
mecida por fuerzas
que se encuentran,
unas a favor,
otras en contra.
Quisiera permanecer
en el ojo del huracán,
y apaciguar así mi espíritu,
y sumergirme en la calma,
y navegar en paz.
06.04.2005 |