Claudio y María estaban a punto de irse, cuando suena el teléfono antes de que cruzaran la puerta. Claudio volvió a dejar su mochila sobre el sofá y levantó el teléfono para contestar. María se dirigió a la calle y esperaría allí.
-¿Hola?
-“Hola, buenas tardes”
-“Buenas tardes, ¿qué se le ofrece?”. Preguntó Claudio con una serenidad simulada, ya que estaba atrasado.
-“Estoy llamando de la escuela de… haber, espéreme un momento, por favor.”
-“¿De qué se trata?”
-“Estoy buscando el recado que me pidieron que le entregara, espéreme un segundo por favor.”
-“Está bien, pero ¿podría apurarse? Voy saliendo, y estoy atrasado.”
No hubo respuesta.
-“¿Hola? ¿A dónde ha ido? ¡Por favor!”
Regresando María le preguntó:
-“¿Qué es lo que pasa? Sabes que estamos atrasados.”
-“No lo sé, este tipo me llama y luego me dice que lo espere un momento.”
Transcurridos unos segundos, Claudio vuelve a escuchar la voz del sujeto por el auricular.
-“Como le decía… perdón, ¿cuál es su nombre?”
-“Me llamo Claudio Mendoza.”
-“Bien don Claudio, como ya le mencioné, le llamo de la escuela de su hijo, el nombre de él es Pablo Ian Mendoza Gatica, de 7 años de edad, ¿no es así?”
-“Sí, el es mi hijo. ¿Qué pasa?”
-“Su hijo sufrió un accidente, y tuvo que ser trasladado de emergencia al hospital.”
-“¿Qué fue lo que le pasó? Sea más claro por favor.”
La cara de María empezó a cambiar paulatinamente prestando cada vez más atención.
-“Lo que pasó… Lo que le diga yo se respalda solamente en lo que dice el informe de accidente escolar, pues yo no fui testigo ocular.”
-“¡Continúe por el amor de Dios!”
-“Es muy extraño lo que está registrado acá, se trata de algo poco común.”
-“¡Dígame de una vez por todas qué rayos fue lo que pasó!”- dijo gritando, pero guardando la serenidad por si se tratara de una sucia broma.
-“En la escuela se están haciendo trabajos de reconstrucción, cerca del área donde los niños van a su clase de botánica. La manera en que fue pasando esto es lo extraño. Una retroexcavadora golpeó a su hijo dejándolo con graves heridas.”
-“¡Santo cielo! Iré de inmediato al hospital.”
-“Lamento esta mala noticia. Su hijo fue llevado de inmediato a Cirugía, eso es lo que tenía que informarle.”
-“¡No lo puedo creer! Adiós.”
No alcanzó ni siquiera a despedirse el informante cuando Claudio dejó caer el teléfono al suelo. María ya adivinaba lo que había pasado y lo que tendrían que hacer. Su cara de espanto sorprendía a las paredes de la casa, y el llanto que comenzó a caer de los ojos de Claudio golpeó el piso. María, entrando en un estado de nerviosismo, con los brazos extendidos y temblorosos y con una cara de pasmo, le preguntó con una voz átona que fue lo que ese sujeto le dijo acerca de su hijo.
-“¿Qué fue lo que pasó? ¿Por qué lloras? ¡Dime lo que le pasó a Pablito!”
-“Ahora está en el hospital. Lo llevaron allí por que sufrió un accidente.” Claudio estaba muy mal, y su respiración comenzaba a contraerse.
María no dijo nada. Dio media vuelta y salió, caminando como si el mundo se estuviera acabando y no hubiera esperanzas. Pablo levantó la cabeza y luego miró a María a sus espaldas. Su cara estaba enrojecida por el llanto y sus ojos hundidos por la inmediata impresión de la desgraciada noticia. Con un esfuerzo logró sacar algunas palabras.
-“Tenemos que ir de inmediato al hospital. ¿Me oyes?”
María no contestaba nada. Caminó hasta la puerta de entrada y se quedó apoyada allí, dándole la espalada a Claudio, quién esperaba alguna reacción de ella. María no contestaba nada, parecía un muerto parado en la puerta apoyada de espaldas mirando al vacío, como si no respirara, como si ese actuar contribuyera a una solución. Claudio, indignado, tomó una chaqueta del perchero que estaba cerca de la mesa del teléfono, a su derecha, y sacó de la mochila sobre el sofá su billetera. Se puso su chaqueta con rabia y se dirigió a la puerta. María no se quitaba de allí, y Claudio la tomó del brazo con firmeza para que pudiese reaccionar. María lo miró y sus ojos entraron por los de Claudio hasta llegar a la profundidad de la comprensión inmediata, el confiar en una sola mirada. Ambos supieron qué debían hacer y cómo se sentía el otro, y por resultado, qué era lo que ambos necesitaban para mantener la racionalidad que los mantenía juntos en circunstancias de extrema tensión. Por la mente de Claudio se paseaba la idea de que todo pudiera ser una broma, y que tenía que llegar al hospital para verificar todo lo que el sujeto le había lanzado a través de sus oídos. María, en cambio, estaba segura que eso era lo que había pasado, y su imaginación nadaba mar adentro hasta llegar donde la profundidad de la credibilidad era casi nula, y sufría por eso. Ella, desde que dejó a su hijo en la escuela esa mañana, un sentimiento de intranquilidad le invadió su cuerpo y temple, lo que la hacía presentir lo que ahora ya estaba comprobando. Pero Claudio la comprendía, y María, a su vez, entendía que sólo mujeres como ella podían presentir cosas negativas. Pero María amaba a Claudio con todo su corazón, y mientras miraba los ojos de Claudio, veía todo el largo camino que habían recorrido juntos para que en tan solo un instante se le traspusiera el rostro de su hijo Pablo sobre el de su esposo. Claudio besó a María y la abrazó tiernamente. María soltó un suspiro que Claudio, bondadosamente se lo tragó. Luego se miraron otra vez, abrazados en la puerta.
-“Te amo María.”
-“No sé qué haría sin ti, Claudio.”
-“Gracias, María.”
En un solo soplo de apoyo mutuo, ambos asentaron con la cabeza, María se secó las lágrimas, y tomó sus llaves. Claudio buscó en sus bolsillos las llaves del auto y se las pasó a María. Luego se dirigió a la licorera y cogió un vaso con hielos y un poco de Whiskey. María se dirigió al automóvil que estaba estacionado al frente, un Nissan Skyline azul oscuro. Claudio siguió a María luego de su trago y cerró la puerta con llave. María le pidió a Claudio que le indicara qué calles debía tomar, pues no había tenido la necesidad de ir al hospital desde hacía mucho tiempo. Claudio recuperó su serenidad y María su temple de madre. Arrancaron el motor y tomaron la calle que los llevaría a la avenida principal.
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