Laura llegó al lugar y hora indicada. Eran las cuatro de la tarde y se sentó en aquella mesa donde por primera vez se había sentado con Luis, su ex novio.
Aquella mesa, al lado de la ventana, reflejaba en el cristal las gotas que escurrían por causa de la lluvia, que en realidad eran las lágrimas que el alma de Laura lloraba con tan sólo recordar la primera vez que se sentó en aquél lugar.
Laura recordaba la emoción de aquel primer día. Llegó junto con Luis y se sentaron en aquella mesa porque el resto estaban llenas. Luis, como todo un caballero, dejó que Laura se sentara primero e inmediatamente llamó a la camarera, a la que le pidió dos cafés capuchinos.
En eso, aquella misma camarera se le acercó a Laura para preguntarle que qué deseaba tomar, a lo que ella le respondió que un capuchino.
- Enseguida se lo traigo.
Mientras tanto, la mente de Laura volvía a recordar aquellos momentos. Las palabras de Luis en aquella ocasión le resonaban en su mente.
- Quisiera hablar contigo – dijo él
- Sobre que.
- Es que... quisiera que... bueno
- Que
- Es... bueno... tú sabes que... que yo te amo y quiero andar contigo.
En aquél momento Laura estaba nerviosa. Sentía aquellas mariposas en el estómago como cualquier persona enamorada. Sus manos sudaban, pero a la vez, sin pensarlo, respondió totalmente convencida que sí.
En eso llegó la camarera, con el capuchino. Laura dio las gracias y mirando la ventana, vio como pasaba una pareja, corriendo y riendo juntos debajo de la lluvia.
Laura se acordó cuando paseaba de esa forma con Luis.
Luis adoraba mojarse bajo la lluvia, y cada que tenía oportunidad lo hacía. A Laura también le gustaba hacerlo, aunque no tanto como a Luis.
Su mente divagaba mientras su mano meneaba la cuchara dentro del café.
Recordaba cuando tuvo que presentarle a sus papás a su nuevo novio. A su papá casi le da al infarto al ver el primer novio de su hija, mientras que su mamá le daba unas cuantas barridas. Durante la cena familiar, Luis rompió una copa de vino tinto al resbalársele de las manos. La madre gritó - ¡ya desacompletaste la vajilla! – mientras que el papá puso su mano sobre la frente como si dijera “que tonto”.
Laura reía.
Recordó la primer pelea que tuvieron y que marcó el destino de su relación. Laura llegó media hora antes de lo previsto y lo había encontrado con una chica, solo platicando, pero los celos de Laura la llenaron de ira y le armó un tremendo ataque de celos a Luis que se dejaron de hablar por una semana.
Después se reconciliaron y su romance continuó por un buen rato.
Cuando Laura volvió a la realidad, se dio cuenta de que se estaba haciendo noche. Probó el capuchino y se dio cuenta que le faltaba azúcar. Tomó la azucarera y endulzó su café.
Recordó el día en el que tronaron. La lluvia caía precipitadamente como aquél día.
Luis la había citado a las cuatro menos cuarto. Laura había llegado media hora antes. Sospechaba lo que sucedería, pero su mente no quería imaginárselo. Cuando llegó Luis, se sentó y pidió dos cafés capuchinos. Luis le explicó que no era ella, sino él. Tenía otros problemas y pues su relación se había convertido en una simple rutina, en algo cotidiano. Laura, haciéndose fuerte, no lloró, no dijo nada, aunque por dentro todo se derrumbaba, absolutamente todo. Recordaron juntos muchos detalles de su relación y al final, al final todo terminó.
Laura lloraba.
Recordó el final de la última vez que se sentaron juntos. Luis sacó su cartera y pagó la cuenta. Con ojos tristes sólo le dijo que era lo mejor para los dos, se puso su chamarra y desapareció con la lluvia.
Hacía ya un año tres meses de eso y Laura aún no podía alejarlo de su mente.
Su mente seguía divagando mientras seguía meneando la cuchara.
Veía la lluvia, cayendo, cuando vio a Luis caminando afuera, mojado.
No le tomó importancia, pensó que sería solo una alucinación.
Escuchó una voz demasiado familiar que le decía:
- Laura, Laura
Laura volteó y vio a Luis parado de lado de ella.
- Hola, me puedo sentar – dijo él – Se te va a enfriar tu café... Necesito hablar contigo.
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