EL FÍN DE LOS TIEMPOS
Por : Juan más de mil preguntas
Cuenta la historia que ya se acercaba el fin de los tiempos y Dios reunió a todos sus ángeles y les dijo: - Necesito que uno de ustedes baje a la Tierra y busque entre los hombres un ser humano que piense en los demás y no en sí mismo. Si lo encuentran será la salvación del hombre, si no condenaré a la humanidad al peor castigo. Y después de hablar, Dios escogió al arcángel San Gabriel para que bajara a la Tierra a buscar ese ser que la salvara de su cruel destino.
El arcángel recorrió valles, desiertos, montañas, buscó por toda la Tierra, como buscan los pájaros un lugar para establecer su nido, y no hallaba un solo hombre que no fuera egoísta y que ayudara al prójimo sin pensar en recompensa alguna. De pronto el arcángel se conmovió al oír un llanto infantil en la lejanía. Era un niño que lloraba con tanta melancolía, que podía hacer entristecer al alma más corrupta. El arcángel se presentó ante el niño en forma de pastor y le preguntó: - ¿Qué te pasa joven criatura? ¿Por qué lloras como si todas las penas de la tierra se acumularan en tu corazón? Y el niño respondió: - Lo que pasa es que miro la Tierra y lloro por ella, lloro por las guerras, lloro por las pestes, lloro por las hambrunas, ¿Hasta cuando va a durar esta situación?
Y de pronto el arcángel San Gabriel se presentó al niño en su forma verdadera y dejó que este se deleitara con su hermosura. El infante al ver tal espectáculo empezó a llorar, pero de alegría y le dio gracias a Dios por escuchar sus súplicas. Luego de este mágico momento, el arcángel le comunicó al niño su misión en la tierra y lo invitó a que lo ayudara en su búsqueda. El niño asustado le dijo: - Pero yo no se volar. Y el arcángel le respondió:- Sólo tienes que tener fe.
Y de pronto el niño comenzó a iluminarse y su alma se desprendió de su cuerpo y conoció la dicha de ser liberado y voló por toda la llanura y con su luz, iluminó todo ser vivo, por igual a plantas y animales. Sintió que era una melodía en medio de la penumbra.
El niño y el arcángel recorrieron los lugares más hermosos del planeta y conocieron la sabiduría de la madre tierra. Apreciaron como la Tierra le da todo a sus hijos y mucho más. Observaron ríos, campos, bosques, mares, animales; todos los rincones de la Tierra estaban habitados por la vida, todo estaba en una constante creación.
Pero siempre que llegaban a un poblado o una ciudad, el ambiente se llenaba de desamor. Hombres, mujeres y niños sin esperanza iban y venían con la única ilusión de que algún día estuvieron junto al Padre, pero que ya lo han olvidado. Por eso en aquellos lugares reinaba la ausencia de bien y el egoísmo predominaba entre hermanos. Cada cual quería todo para sí. Los hombres en aquellos lugares no se daban cuenta del gran préstamo que se les hizo y pensaban en apoderarse de lo pasajero, sus corazones y sus conciencias no estaban en la eternidad sino en lo superficial, las ilusiones maravillosas del mundo los tenian hipnotizados. Ellos querían coger la arena del mar en un puñado y que no se les escapara ni una partícula, pero todo funciona bajo la ley de gravedad y todo vuelve a su origen.
Y allí en medio de esa locura, oyeron un gran vozarrón que decía: - ¡La humanidad me debería agradecer, yo les doy dinero, para que se den comodidades y lujos, soy la persona más generosa del planeta. Aquí no hay Dios, yo soy el dios de estas tierras! Y la voz venia de un gran edificio, que bordeaba las nubes, y el hombre que pronunciaba estas palabras era un gran magnate, que estaba sentado sobre un trono de oro. Y el arcángel San Gabriel y el niño se presentaron ante él. Y le preguntaron, como si las dos voces se unieran en una sola: ¿ Por qué osas declararte la persona más generosa del planeta Tierra? Y el hombre respondió: Porque con mi dinero yo puedo darle la felicidad a cualquier persona.
Y el niño le preguntó: ¿ Puedes comprar la honestidad, la dignidad, la humildad y todos las virtudes que enaltecen al ser humano con uno solo de tus corruptos billetes ? Y antes de que respondiera, el arcángel, con el poder de Dios, condenó a este hombre a cargar todo el peso de su fortuna a sus espaldas por el resto de su vida. Y de allí en adelante este hombre, con todo su dinero, no pudo conseguir, persona sobre la tierra que manguara sus atroces dolores.
El niño y el arcángel continuaron su camino. Cruzaban una bella montaña, cuando oyeron un hermoso cantar, era como si todos los ruiseñores unieran su canto de primavera. El niño le sugirió al arcángel que buscaran de donde surgía tan esplendorosa voz. Llegaron a la orilla de un lago, donde se encontraba la criatura más perfecta concebida por el ser humano. Su pelo era rojo, sus ojos eran del color del mar, su piel era suave como la brisa, y su cuerpo era la más clara definición de armonía. No había ser sobre la Tierra que igualara la belleza física de esta mujer.
Inmediatamente el niño quedó fascinado ante el atractivo de la dama de los cabellos color fuego. El arcángel le preguntó a la mujer el motivo de su alegre canto. Ella le contestó: - Estoy feliz porque los hombres saben valorar mi inmensa generosidad para con ellos y me llenan de regalos que ningún ser humano ha visto jamás. Las más preciosas perlas son tributo a mi esplendorosa figura. ¡Soy placer de reyes, más no de labriegos! Y el niño le preguntó: ¿ Y tú prostituta no te arrepientes de destrozar la poca voluntad de estos hombres que se deslumbran ante tu encanto fugaz? Y antes de que respondiera la mujer, el arcángel en nombre de Dios, pronunció las siguientes palabras: - Pobre de ti mujer, porque serás condenada a nunca conocer el amor verdadero.
Sin decir más ni menos el arcángel y el niño continuaron su marcha. Llevaban un buen rato de vuelo, cuando se encontraron con un campo desolado y lleno de muerte. En él se encontraba parado con orgullo, un general con mil condecoraciones, que lanzaba grandes risotadas e izaba en sus brazos una gran bandera. El arcángel y el niño se presentaron ante el general. El arcángel le preguntó al general el motivo de su risa. Y este le respondió:- ¿Qué cuál es el motivo de mi risa? Pues que yo y mis soldados nos hemos sacrificado por la patria y hemos vencido al enemigo. Ahora todo este campo nos pertenece y por eso me siento privilegiado de poder agitar mi bandera en señal de triunfo y orgullo, pues he sido generoso con mis hermanos de la patria al darles una nueva tierra donde prosperar.
El niño le preguntó: ¿ Será que las familias que has masacrado se estarán riendo como tú, por este pedazo de tierra, que no es de tu patria, ni de nadie? ¿Será que el verdadero dueño de estas tierras estará tan satisfecho como tú viendo la desolación que has causado? Antes de que el general respondiera el arcángel en nombre de Dios lo condenó a no conocer la paz y a ir de guerra en guerra por el resto de su existencia.
El niño y el arcángel oyeron unos lamentos que salían de un pozo sin fondo. Bajaron y se encontraron con una multitud, que imploraba a un estrambótico hombre para que les diera droga. El arcángel le pregunto: ¿ Qué tienes tan especial en tus manos, que hace que esta multitud se arrodille sin vergüenza ante tus pies? El extraño hombre le respondió: - Tengo la droga que les da placer y les quita las angustias. Yo dedico mi vida a darle goce a mis hermanos. Gracias a mí ellos viven despreocupados del mundo que es tan doloroso, yo les quito sus sufrimientos, bueno pero como nada es perfecto, solo por momentos.
El niño en un gesto de repugnancia le dijo:- Tú no les das placer, tú les robas sus vidas y sus ilusiones. Tú les quitas sus ganas de luchar, conviertes a los hombres en seres temerosos y cobardes, que no son capaces de llevar el peso de sus vidas. No te preocupas por tus hermanos, solo te importa el dinero que ganas marchitando el fuego que arde en sus corazones. Antes de que el niño terminara sus palabras, el arcángel, en nombre de Dios, castigó a este hombre a no volver a tener esperanza y a vivir arrastrado en su propia miseria. Y de ahí en adelante este hombre vivió escondido en cada rincón de oscuridad, temeroso de sus propios fantasmas.
El arcángel y el niño estaban ya cansados pero aun brillaba en sus ojos la esperanza, por eso decidieron ir a la selva, se decía que aun allí habitaban hombres prudentes y respetuosos de las leyes escritas en el viento desde el principio de los tiempos. Pero al llegar a la selva cual fue su sorpresa al observar un hombre sentado en un tractor con una gran bolsa de billetes, cantando con voz estruendosa mientras su maquina arrasaba con los árboles que servían de hogar a numerosos seres. El arcángel y el niño decidieron acercarse al hombre para oír mejor lo que cantaba. Era una melodía en un extraño idioma, el arcángel San Gabriel se la tradujo al niño: Todo se utiliza, nada es desechado para el hombre que siempre anda adinerado, todo sirve para mis hermanos, así seamos pocos y en el mundo habiten tantos... Y siguió cantando durante un buen rato, hasta que el niño cansado de ver tal destrucción, empezó a gritarle para que parara su ruidosa máquina y lo pudiera escuchar. El niño le dijo:- Hombre de lentes oscuros, así será tú futuro y el de tus hijos, pues has echado de estas tierras a los guardianes de los bosques y has herido lo que no debe ser herido y has derramado sangre que no debe ser derramada, ahora dime: ¿Adonde irán los pájaros si has destruido sus nidos? ¿Dónde vivirán los peces si te has bebido sus ríos? ¿Dónde crecerán los girasoles si has marchitado la tierra donde han florecido? Y agrego con la voz entrecortada y con dos transparentes lágrimas en sus ojos: Ve y pregúntale a tus ancestros, quizás ellos aun lo recuerden... quizás ellos aun escuchen el canto de los árboles que no duermen...
Y el hombre se rió del niño y exclamó: - Pero de qué hablas enano, la tierra donde crecen y florecen todas esas cosas que tú dices no existe, solo existe la necesidad y ella nos lleva a la supervivencia, ¿cómo vas a alimentar a la humanidad si no es a costa de la naturaleza? Son sacrificios que se deben de hacer para ser generoso con los hermanos, para darles un lugar donde comer, donde vivir, donde producir, ¿todos somos hermanos verdad? Todos tenemos derecho a reclamar lo que nos pertenece.
El arcángel miro directamente al hombre a los ojos que se ocultaban tras sus gafas oscuras y con el poder de Dios le dijo:- Tú no alimentas a los tuyos solo alimentas tú vanidad y orgullo, por eso comerás del fruto que no crece y beberás del agua amarga de la muerte. Esta tierra ya no te pertenece pues has sembrado en ella la destrucción y la peste.
Cuando el arcángel termino de pronunciar su sentencia, el hombre fue transportado con su tractor hacia una isla desierta y después de haberse comido los pocos frutos que aun quedaban en ella, abrió su bolsa de dinero y se llevo unos cuantos fajos a la boca, lloró con amargura por que por fin entendió lo que querían decirle el arcángel y el niño, pues comprendió al fin que el dinero no se come.
Ya exhaustos el arcángel y el niño llegaron a un maravilloso palacio, en él había una gran multitud alabando a un hombre. El hombre declamaba sin cesar y cada que hablaba su pueblo lo alababa más. El arcángel y el niño bajaron hasta donde se encontraba este hombre y le preguntaron con una misma voz: ¿ Porque te alaba este pueblo con tanto fervor, gran señor?
Y el hombre respondió con elocuencia: ¡Porque yo soy su mandatario, yo velo por los intereses de mi pueblo, yo controlo sus vidas, soy el dios de estas gentes!
Y el niño encolerizado, como nunca ser humano lo había estado, le gritó: ¡ Tú no velas por tú pueblo, sólo velas por tus propios intereses y los de tu familia!¡ Calla tu boca serpiente de Babilonia! Antes de que el niño terminara sus palabras, el Arcángel, con el supremo poder de Dios, arrojó este hombre a su pueblo, que luego de las intervenciones del niño, ya no tuvo miedo y le dio un merecido castigo a este simple mortal.
Poco a poco la esperanza del niño se iba apagando y le dijo al Arcángel San Gabriel que si podían descansar. Bajaron sobre un prado y allí, el niño adolorido, le dijo al Arcángel:- Dile por favor a Dios que ya no quiero mi planeta, que ya no existen hombres buenos y que si decide acabar la Tierra esta tomando una sabia decisión. Dile que la Tierra no es un lugar para su Reino, que los hombres nos hemos encargado de destruirla y que no queda nada por recuperar.
Dios que todo lo ve y lo sabe, se conmovió con las palabras del niño y lo hizo llamar en su presencia. El niño no había visto espectáculo más grande y hermoso, que Dios en su reino, dirigiendo todo el universo con su voluntad.
El niño se llenó de valor y le dijo a Dios:- Señor, ¿Por qué te has olvidado de tus hijos?¿ Por qué tu reino no es el reino de los hombres?
Dios en toda su sabiduría le respondió:- Porque el hombre nunca ha querido que sea así. Yo mismo me volví hombre para que ustedes recordarán mi reino, durante toda la existencia del ser humano he enviado hijos míos para mostrarles la gran ley del universo que es el amor. Y ustedes se siguen destrozando, siguen acabando con su divinidad, siguen como ciegos que no quieren ver. Yo nunca los he olvidado, ustedes me han olvidado a mí.
-Y tú, pequeño dime: ¿Qué han hecho ustedes los humanos ante la gran compasión que les he brindado?
Y el niño calló, calló para siempre, porque sabia que Dios tenía la razón.
Entonces Dios se irguió y el niño se asombro ante su altura y pronunció:- El hombre nunca ha querido que mi Reino este entre ustedes, desde vuestros primeros padres, el hombre ha intentado mil formas de gobernarse y ninguna le ha servido. Pero como yo soy su Padre, me he compadecido de tus llantos hijo mío y he decidido juzgar a los que deben ser juzgados y darle un Nuevo Hogar a los que suplican por la Tierra. He dicho.
Así quedó escrito en el libro de los cielos y así quedó escrito en la historia del hombre, que algún día, no se sabe ni el tiempo ni la hora exacta, el hombre pagará por hacer llorar a sus niños y por sembrar la peste y la muerte en cada rincón del planeta. Y un Nuevo Jerusalén nacerá sobre las cenizas de la antigua Tierra de Babilonia. Allí florecerá el Reino del Señor. Se ha dicho.
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