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Inicio / Cuenteros Locales / Keiji / 67) Los hombres y las mujeres.

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"La mujer da sexo para recibir amor, y el hombre da (amor) para recibir sexo". Dicen las malas y muy certeras lenguas, pero entender que los hombres y las mujeres no pensamos ni sentimos igual no es tan sencillo.

Sin caer en las absurdas generalizaciones podemos decir que el hombre es sexual y la mujer es sensual, en el mayor de los casos y como regla irrestricta con sus excepciones claro, las cuales convierten la aseveración anterior en una ley general, pero esto obedece a mucho más que dos simples razones.

Tanto existen mujeres sexuales como los hay hombres sensuales, y partes corpóreas que tienen atributos únicos dentro de su particularidad, como lo puede ser el cuello por ejemplo que en una mujer que lo tenga delgado y alargado, para algunos resulta más que atractivo.

Los hombres delgados por ejemplo, tienen mayor aceptación entre los gustos de las mujeres, que los prefieren esbeltos a obesos, y sin caer en el defecto ni en el exceso, ni flacos raquíticos tanto menos flácidos o llenos de músculos súper desarrollados. Pero también hay quienes los prefieren llenitos para tener de donde agarrar.

A final de cuentas el cuerpo no trasciende como lo hace el interior de una persona, y como acertadamente alguien lo dijo una vez:"sólo con el corazón se puede ver la belleza del alma, lo esencial es invisible para los ojos."

Tiene razón, dentro de todas las diferencias que nos separan existen otras tantas que nos unen, por eso cada oveja con su pareja y depende de nosotros aceptarnos como somos y enamorarnos de los defectos de nuestra pareja abriendo nuestros sentidos para dejar entrar esa flecha que no lastima cuando entra, pero como arde cuando sale y comúnmente llamamos amor.

Debemos aprender a diferenciar las sensaciones del alma de las del cuerpo, con esto quiero decir que en la gran mayoría confundimos el amor con un simple y llano enamoramiento, el estar "clavados" al estar enamorados y el amor al cariño somero.

de esto último debemos entender que el amor supone una cantidad de cariño desarrollado en grado superlativo, llegando al grado de la entrega que no todos estamos dispuestos a practicar.
Para establecer una relación de pareja, el hombre busca a una mujer que ya no existe, ha dejado de circular sobre el planeta, ha muerto, mientras que la mujer busca a un hombre que no ha nacido todavía, o del tipo cual de los que hay muy pocos en demasía.

El hombre busca a la mujer sumisa y hacendosa, dócil e ignorante a veces que le atienda como rey y se conforme con lo que escasamente él le de cuando le venga en gana aceptando lo que tiene, lo que es y hasta lo que calza.

La mujer es harina de otro costal, busca y espera encontrar a aquel hombre, del que la última vez que tuve ocasión de conocer fue nunca, y del cual tengo de existencia conocimiento o noticia poco más que menos cinco.

A ese caballeroso, no macho ni machista que la valore como tal y por lo que vale, no por lo que mide o llena, que le ayude y entienda, complemente y satisfaga antes que a él mismo únicamente, que la quiera en mayor o igual medida en la que ella le ama a él.

Desgraciadamente en el mayor de los casos no existen ya o todavía esas quimeras, y cuando rara la vez encontramos algo que se asemeja a ese sueño, le dejamos invariablemente ir por un simple cambio de ánimo, gusto u opinión, o porque nos es ya conocido, trillado y nada nuevo ofrece a nuestro volátil y efímero interés.

Dando así valor a lo intrascendente, sin creernos realmente que hemos encontrado, hallado por fin a alguien tan especial como a quien buscamos pero tal vez no estamos listos para descubrir.

Cuando logramos establecer la tan esperada relación y acercamiento interpersonal, surge o nace un encanto, un tipo de magia por llamarlo de algún modo, que nos envuelve en una burbuja que no nos permite apreciar de modo objetivo los defectos de la otra persona.

Lo cual no quiere decir que él o ella no tenga errores o defectos, significa que a nuestros ojos, esos detalles son nimiedades, pequeñeces sin importancia de los cuales hasta llegamos en ocasiones a enamorarnos.

En el momento en que notamos rechazo o molestia alguna, por pequeña que esta sea, cuando nos damos cuenta de que ese ser no es tan perfecto como creíamos pensar o sentir.
En cuanto notamos que si nos molestan sus amigos con el o ella incluidos sus defectos, cuando no soportamos sus celos o su dominio sobre nosotros, el hecho de que ronque o no, cuando nos incomoda simplemente su olor, nos indica una lucecita de alerta, invariablemente que el hechizo se ha roto, no significa que ya no queremos a esa persona, sólo que se ha caído del pedestal en que le teníamos frente a nuestros enamorados y subjetivos ojos.

Con ello puede y deberá por salud mental al menos en teoría, más temprano que tarde llegar el irremediable fin.

Los hombres y las mujeres sencillamente no somos iguales, y aunque merecemos lo mismo, no es lo mismo lo que buscamos o queremos y los medios para obtenerlo no coinciden tampoco, ni lo que nos gusta o desagrada concuerda nunca.

Necesitamos entender que juntos compartimos cuentos o historias, no todas con final feliz, pero ya que estamos aquí, y no sabemos si se nos volverá a dar la ocasión, por mucho vale la pena intentarlo, al menos eso creo yo.

Texto agregado el 06-04-2005, y leído por 258 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
29-05-2006 Aún no se ha roto mi burbuja. andyengel
05-06-2005 si uno mas uno es dos que me importa un defecto si yo ya tengo una parte conmigo si buscas encuentras aria
 
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