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Despierto a las cuatro de la mañana a ver si hay aire todavía.
Me despierto en tu pecho sudoroso
después de la pasión y la locura de hace unas horas.
Mis ojos se convierten en el beso ardiente… te estremece, alejando un imperceptible sueño que apenas abre tus pestañas y ya me ves ansiosa de tenerte.
Aún queda aire, lo atrapo: me acerco a tu boca y soplo cómo la brisa que se cuela por la ventana suave, tibia… palpitante.
Suena el reloj.
Cinco y quince de la mañana.
Los gemidos y el sudor nuevamente se derraman en
el borde de la cama.
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Texto agregado el 06-04-2005, y leído por 324
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