Iba yo en la secundaria, no recuerdo en que grado pero que más da; por aquella época de juventud contaba yo con mi "séquito" -por así llamarlo- de admiradoras y admiradas, pero quien yo quería realmente me mirara siquiera, era una chica que particularmente llamaba mi atención, una niña extraña creía yo.
De tez muy blanca con un tono casi enfermizo, cabello castaño y lacio hasta los hombros, figura más flaca que bien torneada, y como más tarde cuenta me daría, -por experiencia les digo- los labios y la piel más suaves y tersos jamás imaginados.
La susodicha joven, para mi tan inquietante era nada menos que la chica más solitaria, quimérica y efímera que he encontrado hasta hoy día y tenido el gusto de ver. Su nombre lo desconozco todavía, he ahí el gran detalle.
Ella iba en mi misma escuela pero en el turno de la mañana y yo en la tarde, pequeño problemita pues pero nada que alguien como yo no pudiera solucionar. Pasado algún tiempo después de conocerle, aumentaron mis ganas de hablarle, decirle que me intrigaban sus ojos cafés tan tristes como toda ella.
Sé que me miraba como pidiendo ayuda a gritos, cada vez que se cruzaban nuestras miradas al pasar, uno frente al otro a la salida suya y entrada mía a la escuela, pero no pasaba nada, nadie se animaba a mencionar una palabra o esbozar una leve sonrisa siquiera.
Cierto día tuve un sueño en el que ella estaba, sentada junto a mí sobre un tronco caído o algo similar, que recuerdo me transmitía muchísima paz. Tomados de la mano sin decir palabra, poco a poco nos fuimos acercando y después de que ella recostara su cabeza sobre mi hombro, tiernamente la besé.
Sentí en ese momento que no podía ser más que un sueño, demasiado hermoso para ser realidad, me di cuenta pues no podía sentir su saliva ni su calor.
Sus labios me tocaban si, pero eran suaves en demasía y después de todo parecía carecer de aliento, no recuerdo haberlo sentido para nada; toqué su rostro y rocé sus mejillas con mis labios, que no podía controlar ni separar un sólo instante de ella.
En vano olerla intenté, y fue ahí cuando supe realmente que estaba soñando, me concentré para no despertar y la apreté fuertemente entre mis brazos cerrando los ojos, pero al abrirlos y sin sentirlo siquiera ya estaba despierto y tendido bocabajo sobre mi cama.
Mi almohada estaba mojada por mi llanto y saliva, yo con la cara pegada a ella parpadeando y sorprendido de verla ahí, si a la chica de mis sueños, no era posible dormidita junto a mí con el cabello suelto sobre la sabana, callada dormitaba sin emitir sonido alguno, ni un suspiro se le escuchaba, un latido siquiera.
Supe entonces que de nuevo estaba soñando, cerré los ojos con fuerza y al despertar en mi cama ahora solo, me puse a recordar mi extraño sueño; en fin me levanté hice mis labores -que no eran muchas- y me dispuse a bañarme para irme a la escuela mientras seguía pensando en esa chica, la de mis sueños.
Al llegar a la escuela, un amigo me dio alcance por detrás y palmeándome la espalda me dijo que la chica que me gustaba había muerto, tenía cáncer y había estado faltando a la escuela pues le aplicaban quimioterapia la cual su cuerpo no resistió, el venía de acompañar a su novia al camión rumbo al velorio. FIN
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