Se lo dedico a Ezekiel, por haberme ayudado a pensarlo hace tantas noches atrás...
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Y tus ojos se clavaron en su cuerpo aún desnudo y dormido por última vez. Quisiste recordarla, aprenderla de memoria para que te acompañe siempre. Su pelo negro azabache se desparramaba por la almohada, ella no había sentido tus temblores, tu miedo, tu último suspiro. Seguía soñando con el amor que le habías dado hace unas horas y el secreto que habías escondido en sus entrañas que te traería nuevamente a su vida.
Extendiste tus manos y tocaste sus dedos de pequeña mujercita morena, ella se sacudió en un suave escalofrío, sus ojos se movían frenéticamente debajo de los párpados cerrados. Quisiste saber qué soñaba y deseaste que no fuera contigo, que al despertar te olvidara, que no sufriera.
El despertador sonaría en cinco minutos. Te precipitaste a darle un beso arrebatado, sus labios se entreabrieron, susurraron tu nombre, te pidieron otro beso. Al final, sus enormes ojos se abrieron para verte otra vez. Cómo decirle que te irías, cómo ocultarle el frasco vacío de pastillas tirado bajo la cama. Su mirada suplicante te dio pena, te arrepentiste en ese instante, cuando tuviste que pedirle que siguiera durmiendo, que tu sólo ibas al baño, y comprendiste que ya no volverías a verla.
Se dio media vuelta y sus labios rosados dibujaron una pequeña sonrisa. La observaste una vez más y luego partiste para siempre.
... Al mirar atrás, sólo viste la oscuridad y las tinieblas. Todo, la vida, volvería a empezar en sólo nueve meses más... |