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CAPITULO 2
El Jardín y el Ático

La llegada de Miranda a la casa del tío-abuelo Alberto, definitivamente no fue lo que ella esperaba. Erick conducía en silencio hasta que llegaron a lo que parecía el final del camino. Justo al dar vuelta en una curva, estaba una inmensa puerta de madera y forja. Lo siguiente que ocurrió pasó por la mente de Miranda como un sueño.
Al cruzar el portón continuaron por un amplio y sinuoso camino bellamente empedrado y rodeado de altos y esbeltos pinos que desembocaban en una espaciosa plaza en cuyo centro de erigía una primorosa fuente con querubines. Toda esa belleza no era más que un bonito marco para la espléndida mansión de varios pisos que se levantaba orgullosa ante la mirada estupefacta de la joven que observaba todo lo que la rodeaba. Erick se percató del asombro de la muchacha y dijo sonriendo.
-Supongo que no es lo que tenías en mente. –Sus ojos miraban divertidos el rostro algo pálido de la joven.
-¿Por qué no me dijiste como vivía mi tío-abuelo? –preguntó con voz tensa. –Parece un castillo medieval.
-No me preguntaste –contesto risueño y agregó. –No te preocupes. Tu tío-abuelo es una buena persona… aunque debes prepararte para otra sorpresa adicional.
-¿A que te refieres? –preguntó mientras bajaban del auto.
-Al parecer tu tío organizó una pequeña bienvenida –explicó al tiempo que señalaba una docena de autos estacionados a un lado de la plazoleta.
“Diablos” pensó Miranda. Su idea de un encuentro íntimo se fue por la borda. Los pensamientos en la cabeza de la joven revoloteaban sin orden. Se sentía nerviosa y todo empeoraba con la presencia de Erick. El abogado la perturbaba. Intuía que él se sentía atraído por ella, pero Miranda no estaba segura de cómo reaccionar. A ella también le gustaba pero no tenía mucha experiencia en el campo amoroso salvo de un par de novios en la preparatoria que no pasaron a mayores y un chico con el que salió en la Universidad y que se molestó cuando Miranda prefirió quedarse a cuidar a su abuela enferma que salir con él. Ahora, mientras subían la gran escalinata hacia la imponente puerta principal, trataba de concentrarse en la reunión con su abuelo y despejar todas las dudas que inundaban su mente.
Erick estaba por llamar a la puerta pero antes de que esto sucediera, ésta se abrió repentinamente y un anciano se abalanzó sobre ella en un sorprendentemente fuerte abrazó antes de que ella pudiera hacer algo.
-¡Mi querida muchacha! –exclamó emocionado. –Pensé que nunca llegaría este día.
-Supongo que eres mi tío-abuelo Alberto –señaló Miranda repentinamente más tranquila mientras devolvía gustosa el abrazo. Hacía mucho tiempo que nadie la abrazaba. Desde que murió su abuela, para ser mas exactos.
-Me da tanto gusto que estés aquí… conocerte… déjame verte pequeña… válgame… pero si eres la viva imagen de mi madre… y no me vuelvas a llamar tío-abuelo que me siento mas viejo de lo que estoy; llámame tío –Las palabras salían a borbotones de la boca del anciano mientras sostenía con fuerza las manos de la chica.
-A mi también me da mucho gusto conocerte tío –logró por fin articular Miranda. –Estaba muy nerviosa…
-Pues no creo que se compare con la forma en que se ha comportado su tío-abuelo las últimas semanas. –La voz entre divertida y enfadada de una mujer que se asomaba por la puerta interrumpió brevemente el encuentro.
-Déjame te presento a mi tormento diario –bromeó el tío Alberto –Ella es Sofía y es mi enfermera y mi castigo.
Miranda saludó amigablemente a la mujer que la observaba fijamente. Sabía que la estaba evaluando y al parecer pasó la prueba pues la mujer le devolvió el saludo sonriendo bonachonamente.
-Es un placer señorita –dijo Sofía y agregó mirando al tío Alberto –Sr. Alberto, no es posible que esté usted y su sobrina aquí afuera y sus invitados esperando adentro.
-Tienes razón Sofía –dijo el abuelo mientras se sentaba en una silla de ruedas que Sofía había acercado. –Erick… ¿Serías tan amable de escoltar a Miranda al comedor?
Solícito, Erick se acercó a Miranda y le ofreció el brazo. La joven lo tomó con suavidad, casi con timidez y los cuatro entraron en la magnífica mansión. Por un momento Miranda se sintió abrumada por la elegancia de las habitaciones pero decidió pasarlo por alto al ver a su tío que miraba continuamente sobre su hombro como asegurándose de que ella lo seguía.
Una vez que llegaron al impresionante comedor, su abuelo la presentó a una veintena de invitados que esperaban pacientemente por su llegada. Su tío se dirigió a la cabecera de la mesa y dijo con voz firme pero amable.
-Damas y caballeros –Miró a cada uno de los 16 hombres y 5 mujeres que callados, esperaban a ser presentados. –Les presento a mi querida sobrina-nieta Miranda de Agramunt.
Miranda respondió con una inclinación de cabeza en señal de saludo que fue correspondido de igual manera por los invitados. Tío Alberto continuó diciendo.
-Después de mucho tiempo de buscar a mi familia, por fin he dado con ella. Debido a este feliz momento, es que los he reunido a todos ustedes para que conozcan a mi heredera y se concluya con toda la documentación que ha estado pendiente para pasar todos mis bienes a su posesión.
Miranda sintió que un balde de agua fría le caía en la cabeza. Intentó hablar, pero Erick apretó fuertemente su mano instándola a callar.
Después de la presentación, todos se sentaron a comer, al principio en silencio. Miranda no estaba dispuesta a seguir comiendo cuando todos se sentían evidentemente incómodos, así que ella inició la conversación
-Tío Alberto, has sido muy amable al presentarme con tus invitados pero no los presentaste conmigo –dijo al tiempo que le daba un sorbo al exquisito vino tinto que sirvieron.
-Tonto de mí –dijo el tío Alberto y procedió a presentarle a cada uno de ellos. El tío Alberto tenía muchos negocios de distinta índole y los invitados eran los responsables administradores de cada negocio. El buffet del cual Erick era socio, se encargaba de la administración y mantenimiento de la mansión, así como de las empresas de acero que el tío Alberto tenía en el país, otro par de ellos administraban los negocios madereros en Sudamérica, otros se encargaban de las empresas textiles en la India, etc.
Después de que todos de hubieron presentado y descrito a grandes rasgos las empresas que dirigían, el habiente se relajó mucho mas y empezaron a platicar de amigablemente de distintos temas. Por supuesto, a ella también la interrogaron con mucha curiosidad acerca de su vida y de los estudios que recién había terminado, la amena plática cambió de giro al preguntar Miranda acerca de la mansión.
-Creo que Erick es el más indicado para hacerlo –contestó Santiago, uno de los administradores de las constructoras que también tenía tío Alberto. –Al parecer le encanta todo lo relacionado con la construcción de este lugar.
-Definitivamente esta mansión tiene una fantástica historia por donde quiera que se vea. Desde su construcción hasta los cuentos de fantasmas que lo rodean…
-¿Cuentos de fantasmas? –Preguntó Marcia, que era una de las representantes de las empresas textiles. –Me encantaría escucharlas.
Todos asintieron emocionados. Al parecer a todos les gustaban las historias de fantasmas.
-En realidad no son varios fantasmas, solo uno. Algunos trabajadores de este lugar han visto una mujer rubia vestida con un traje de principios del siglo XX. Pedro, el jardinero, asegura que la ha visto varias veces encaminarse hacia el jardín que está cerrado. Otras veces la ha visto rondando afuera de la cocina y él jura que ha escuchado su llanto en las noches.
-Así es –dijo tío Alberto –Sofía mi enfermera me dijo que la ha visto en un par de ocasiones; una vez en la cocina y otra vez en la biblioteca. La pobre se asustó tanto que tuve que enviarla a su cuarto a descansar. Decía que el fantasma de esa mujer tenía los ojos mas tristes que hubiera visto en su vida.
-Obviamente no se trataba de nadie de la familia –apuntó otra de las invitadas –Según entiendo todas las mujeres de su familia han sido de cabello negro y rizado –Todas las miradas se posaron en Miranda que estaba seria.
-Efectivamente –estuvo de acuerdo el tío Alberto –De hecho mi querida Miranda se parece bastante a mi madre más que a mi hermana. Desgraciadamente no tengo ninguna foto de mi sobrino pero supongo que heredó las mismas características de nuestra familia.
-Así es tío –dijo Miranda –Mi padre y yo teníamos el mismo cabello negro y rizado, aunque mi padre tenía los ojos cafés y yo heredé los ojos verdes de mi madre.
-Entonces ¿Quién sería la mujer rubia que se aparece? –Preguntó Marcia emocionada.
-No tengo idea –respondió Erick –Tal ves alguna de las sirvientas de la época, antiguamente este lugar lo mantenían funcionando mas de cien personas.
-¿Tantas? –preguntó Miranda
-Si. Este lugar es bastante grande y por fortuna la familia siempre ha sido muy hábil para los negocios, así que la propiedad ha sido bien cuidada. Estamos hablando que había personal desde varios jardineros, cocineros, mucamas, mayordomo, ama de llaves, cocheros –Hizo un ademán con la mano dando a entender que había muchos puestos más que mencionar.
Continuaron charlando un par de horas mas en la biblioteca mientras tomaban un delicioso café. Miranda contribuyó poco a la conversación. Su mente divagaba a la historia que Erick contó durante la comida. “No es posible” pensó “Que el sueño que tuve este relacionado con el fantasma de la mujer que han visto aquí”. La razón le decía que era una tontería, Ella no creía en fantasmas y supercherías, pero por otra parte…
Los invitados se fueron retirando poco a poco y para el final de la tarde solo quedaban el Tío Alberto, Miranda y Erick. Éste último se levantó de la butaca que ocupaba y procedió a despedirse.
-Pensé que pasarías tus vacaciones aquí –le respondió el tío Alberto.
-No quisiera interferir ahora que Miranda esta aquí… me parece…
-Tonterías. Nos encantaría que te quedaras con nosotros. Además, me agradaría que le mostraras a Miranda la propiedad. Obviamente yo no puedo hacerlo y prefiero que la lleves tú a cualquier miembro del servicio.
Después de esta explicación, a Erick no le quedó más remedio que aceptar divertido las instrucciones del tío Alberto.
Sofía entró en ese momento y se llevó a su tío a descansar. –
-Mañana habrá tiempo de sobra para que platique con su sobrina -dijo cuando el anciano se opuso a retirarse. –Ahora debe reposar un ratito antes de la cena.
-De acuerdo –convino de mala gana. –Erick, lleva por favor a Miranda a su habitación. Tú ya sabes cual es.
Erick preguntó a la joven:
-¿Deseas que te lleve a tu habitación, o tal vez más tarde?
-Ahora, por favor. Me siento agotada.
Ambos salieron de la biblioteca y Erick la condujo por una amplia escalinata hacia el segundo piso y la dejó frente a su habitación.
-Esta es tu habitación. Antes era la de tu abuela –explicó –la de tu tío esta al final de este pasillo y la mía está 3 puertas mas allá –prosiguió –Yo estaré en la biblioteca revisando unos documentos. Si necesitas algo ya sabes en donde encontrarme.
Dicho esto, el abogado la dejó antes de que Miranda pudiera darle las gracias y regresó por el mismo corredor bajando las escaleras.

********
Erick se dirigió a la biblioteca y sacó algunos papeles que trajo de la oficina para estudiarlos, pero después de leer por tercera vez el mismo párrafo se dio por vencido. “¿Qué diablos me pasa?”, pensó mientras se pasaba los dedos por entre el cabello, como tratando de aclarar sus ideas. Por más que se concentrara en el trabajo, sus pensamientos iban una y otra vez a la joven que escoltó a su habitación. De alguna manera, desde que la vio por primera vez hace tres meses, no había pasado un día sin que su recuerdo volviera a su menté.
Sus pensamientos volaron hacia aquel día. Hacía bastante calor y después de estar esperando afuera de la pequeña reja que delimitaba la propiedad, decidió cruzarla para descansar en los escalones de la entraba y guarecerse a la sombra del árbol que estaba a un costado. Habían pasado como diez minutos cuando observó que por la avenida venía una chica caminando deprisa. Su rizado cabello se movía de un lado a otro por efecto de la caminata y ayudado por la suave brisa que se dejo sentir. Había algunos chicos que la observaron con admiración, pero la joven no le devolvió a ninguno la mirada. Pensó que era muy bonita y seguramente bastante presumida y por eso había ignorado los piropos que le lanzaron algunos. De alguna manera nunca se le ocurrió que esa chica era la nieta de la mujer a la que había estado buscando.
Sabía que la anciana había muerto unos cuantos meses atrás y que tenía una nieta, pero antes de contactarla se lo había comunicado primero al Sr. Alberto para comunicarle la muerte de su hermana hacía tan poco tiempo.
-¡Oh Erick! No puedo creer que haya llegado tarde por tan poco –dijo apesadumbrado.
-Lo siento mucho Don Alberto –Erick también estaba desilusionado –Sé lo mucho que ansiaba encontrarla con vida.
-Así es muchacho. La razón me indicaba que debía haber muerto ya, pero una parte de mí ansiaba volverla a ver. Ahora debo hablar nuevamente con los investigadores que contraté para que averigüen por su familia.
-Ya me adelanté a eso, Don Alberto –informó Erick –Desgraciadamente su hermana tuvo una hija que también falleció en un accidente hace 12 años junto con su esposo.
-Dios bendito, ¡qué tragedia! Significa eso que no…
-Por fortuna a su sobrina le sobrevivió una hija.
El abogado le explicó que si bien su hermana y su sobrina habían muerto, aún le quedaba una sobrina nieta que se había quedado a cargo de su hermana en sus últimos momentos. De inmediato, Don Alberto lo envió de regreso a buscar a su sobrina-nieta y llevarla de inmediato. Posteriormente cuando Erick le habló del inconveniente de Miranda para ir inmediatamente debido a sus estudios y a las dudas referentes a la herencia, el anciano fue terminante “Entonces esperaré” –dijo resignado –“Pero quiero que al término de sus estudios tu mismo vallas por ella, Erick. Encárgate tu mismo de traerla a esta casa y yo me encargaré de borrar cualquier duda que mi sobrina pudiera tener”. Claro que Erick nunca se imaginó que Don Alberto ya tendría todo preparado para que Miranda no pudiera poner ninguna objeción. “El muy taimado”, pensó. “Prácticamente no le dio oportunidad a Miranda de negarse”. Le fascinaba. Hacía mucho tiempo que una mujer no le atraía de la manera en que Miranda lo hacía. Aunque al parecer el sentimiento no era mutuo. La chica esquivaba cualquier intento de Erick de simpatizarle. Pensó que lo había logrado cuando viajaron de su casa a la mansión, habían platicado animadamente hasta que se durmió por varias horas.
Recordaba lo bella que se veía durmiendo, le hubiera gustado que se apoyara en su hombro, pero solo detuvo el auto para bajar el asiento y que descansara mejor. Ya casi llegaban cuando la chica empezó a moverse inquieta en su asiento y Erick se asustó un poco cuando empezó a gemir y hablar en sueños. Detuvo el auto y la movió suavemente para despertarla pero estaba perdida en la pesadilla. Por fin despertó sobresaltada y se abrazó al abogado en busca de consuelo. No le hubiera importado seguir así durante horas hasta que se le ocurrió cuestionarle sobre lo que había soñado. De inmediato la actitud de la joven cambió y se retiró nuevamente a su coraza. Se preguntó que era lo que soñó que la asustó tanto.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por la ama de llaves que le anunció que la cena estaba por servirse.
-¿Bajará la Srita. Miranda? –preguntó ya que no le gustaba comer solo.
-Si señor. Dijo que bajaba en unos minutos.
Ágilmente se levantó del sillón y se dirigió al salón. Esperaría a Miranda en la escalera para acompañarla al comedor.

********
Una vez que Erick dejó a Miranda en su habitación después del almuerzo, la chica entró a la que había sido la habitación de su abuela. Igual que toda la mansión, ésta estaba decorada de forma exquisita. No pudo dejar de preguntarse que había pasado para que su abuela abandonara todo ese lujo y se alejara de sus padres y su hermano. Se recostó unos momentos en la mullida cama pero se sentía inquieta. No estaba acostumbrada a hacer nada, así que se puso unos jeans y zapatos más cómodos y salió a explorar la mansión.
Primero visitó las habitaciones cercanas a la suya. Al parecer, toda esa planta pertenecía a los aposentos de la familia, ya que todas las habitaciones estaban lujosamente amuebladas. Sólo descartó la habitación de su tío que descansaba y la de Erick. Al final del amplio corredor se encontraba la escalera. Subió por ella hasta el siguiente piso y procedió a explorarlo. Aparentemente, ese piso estaba dedicado a los niños, había un salón de juegos con una salita de lectura y una biblioteca con literatura infantil y juvenil así como cuadernos para iluminar. Para sorpresa de Miranda, había libros de Julio Verne y Ágata Christi muy gastados pero todavía en buenas condiciones; una repisa con juguetes de felpa bastante maltratados, también un salón de clases y hasta una pequeña enfermería. Miranda observaba todo admirada. Ese era un lugar en donde cualquier niño estaría feliz y sin embargo, hacía mucho tiempo que no había quien lo disfrutara. Al llegar al final de corredor descubrió una nueva escalera; era más angosta y no tan adornada. Nuevamente subió por ella. Se preguntaba que tesoros encontraría. La joven llegó hasta una puerta y la abrió. Un fuerte rechinido la recibió; obviamente nadie había subido hasta ahí en mucho tiempo. Ahora Miranda se encontraba rodeada de grandes baúles y muebles cubiertos con tela para protegerlos del polvo.
Sin pensarlo los fue descubriendo todos. Sus ojos de deleitaban con los antiguos y exquisitos muebles de finas maderas y de variados estilos. Abrió los baúles con hermosos trajes de época y con sus respectivos sombreros. No pudo resistir el impulso de probárselos y se observó frente al espejo de cuerpo entero que estaba en uno de los rincones. Era bastante incómodo pero la favorecía bastante. Miranda comenzó a moverse frente al espejo, observándose enfundada en el vestido cuando de pronto escucho una voz junto a su oído… apenas un susurro. “Aquí”. Un escalofrío le recorrió la espalda. Dio media vuelta y recorrió rápidamente con la vista el mobiliario atrás de ella. Se percató de que uno de los cajones de un antiguo secreter estaba completamente abierto. Sin poderlo evitar, Miranda se acercó y hurgó en su interior. No había nada raro, un recipiente para tinta, papel y sobres. La joven los apiló ordenadamente sobre el mueble y estaba por volverlo a cerrar cuando alcanzó a ver un pedacito de tela que salía debajo de la madera que suponía el fondo del cajón. Tiró suavemente de ella y después un poco más fuerte al ver que no cedía. “Debe haber un truco”, pensó, y comenzó a tocar y presionar varias partes del ornamentado cajón. De pronto dio con él. Una de las flores bellamente talladas alrededor de la manija estaba ligeramente suelta y al presionarla, algún antiguo mecanismo hacia que el fondo del cajón se abriera mostrando un pequeño compartimiento.
Con delicadeza, Miranda sacó la bolsa de seda que contenía un libro. Lo abrió. La primera página decía: 13 de febrero de 1939 “Tal vez no debí obedecer a Mauricio, desde que le prohibió a Mónica volver a ver a ese muchacho se ha portado muy extraña. No entiendo lo que le sucede y ahora que ese hombre se ha casado con la lavandera, tal vez lo mejor sea que corra a esa mujer de la casa. Si tan solo me hubiera negado a recibir a es mujer rubia en mi casa, pero no tengo el carácter suficiente para desobedecer a Mauricio…”
¿Quién sería la mujer del diario?, se preguntó Miranda ¿Mi bisabuela?, pensó mientras se quitaba el traje y se volvía a poner su ropa. Le preguntaría a tío Alberto al siguiente día. Ahora debía volver a su habitación y prepararse para la cena.
Apenas acababa de darse un rápido duchazo cuando una chica uniformada le informó que estaban por servir la cena. Rápidamente se vistió y bajó corriendo las escaleras. Se detuvo en seco al ver a Erick al pie de la escalinata y sonriendo… ¿con ternura?
No estaba muy segura de lo que percibió ya que Erick volvió a mostrarse cortez y amable. La joven bajo los últimos escalones despacio y Erick la tomó del brazo y la escolto nuevamente hasta el comedor.
“De nuevo”, pensó Erick, “baja corriendo las escaleras como si fuera una niña y al verme vuelve a retraerse”
Comieron en silencio un buen rato. Miranda se sentía muy incómoda y para romper el hielo, decidió preguntarle:
-Erick… ¿sabes acaso si alguien de mi familia se llamaba Mauricio?
Erick se quedó pensando un momento y contestó:
-Si. Tu tatarabuelo se llamaba Mauricio Altamira y su esposa era Doña Esthela Alonzo de Altamira. ¿Cómo supiste de ellos? Tu tío iba a hablarte de la familia hasta mañana.
Miranda se quedó pensativa un momento. Como sopesando si debía confiarle su hallazgo.
-Estuve curioseando un buen rato en el tercer piso y encontré una escalera que conduce hasta el ático. Encontré el diario de mi tatarabuela en un secreter.
-¿De verdad? Es increíble que lo hayas encontrado.
El resto de la cena conversaron acerca del diario. Miranda le contó sobre el temor que le tenía su tatarabuela a su esposo y que aparentemente se sentía culpable por no haber apoyado a su hija para que se casara con un hombre que trabajaba en la casa.
-Es comprensible si tomamos en cuenta que era otra época y otras costumbres. Generaciones atrás era impensable que una persona de clase acomodada se casara con un sirviente.
Erick la invitó a tomar un café al jardín. No deseaba despedirse aun, quería seguir disfrutando de la compañía de Miranda. Para su buena suerte, la joven aceptó de inmediato y salieron al jardín. Miranda cambió de opinión y le preguntó a Erick si podría mostrarle los alrededores a lo que el abogado aceptó gustoso. Mientras caminaban por las sinuosas veredas empedradas, Erick le explicó que había varios jardines ya que desde los tiempos de su bisabuelo los jardineros que ahí laboraban hacían competencias para ver quien creaba el jardín más bello y por lo mismo, habían mandado enrejar cada uno de los jardines para que no pudieran espiarse.
-Hay cinco jardines en total –explicó Erick al entrar en uno de los jardines –éste y el siguiente están son de estilo inglés hay uno mas, que por cierto es mi favorito, en estilo japonés y otro más con planta y flores que se dan en México y Sudamérica.
-¿Y el quinto? –preguntó Miranda
-Temo que ese no lo conozco. Por alguna razón tu bisabuela tenía prohibido entrar a ese jardín y ella misma guardaba la llave. Cuando murió, nadie se tomo la molestia de buscarla y Don Alberto prefirió seguir acatando los deseos de su madre.
-¿Podemos ir? –Erick pudo ver una sombra que opacó el brillo de la mirada de la chica. “¿Qué sucede?” pensó Erick. Un minuto estaba feliz y al siguiente cambiaba por completo.
-Claro –aceptó -¿Qué sucede? –preguntó preocupado.
La joven titubeó un segundo. Una parte de ella necesitaba confiar en alguien pero por otro lado, no quería que Erick pensara que se estaba volviendo loca.
Al ver que Miranda dudaba, Erick insistió y se aventuró a preguntar algo que estuvo rondando en su mente todo el día.
-Miranda… confía en mí, por favor –dijo deteniéndose de pronto y tomándola suavemente de los hombros –Es algo relacionado con lo del auto ¿verdad?
De alguna manera Miranda se soltó de sus brazos y se encaminó por la empedrada vereda. En un momento el empedrado terminó y se abrió a un pequeño prado.
“Lo reconozco” pensó con un estremecimiento. “Es el mismo lugar de mi sueño”. En ese momento quiso regresar, pero no podía. Algo la llamaba a continuar. Automáticamente sus pies se movieron y atravesaron el prado. A lo lejos pudo escuchar la voz de Erick que la llamaba pero no pudo responderle ya que estaba frente al portón de hierro. Sus manos se asieron fuertemente a los barrotes y empujaron. Nada. Nuevamente empujaron pero sin éxito. Desesperada sacudió los barrotes con fuerza. En su cabeza escuchaba las voces mezcladas de la mujer rubia que la llamaba pidiendo ayuda, la de Erick que le preguntaba que sucedía y otra más… Nuevamente se estremeció. Alguien la amenazaba: “No entres”, “no te incumbe” “No tienes nada que hacer aquí”.
Así la encontró Erick. Aferrada a los barrotes y empujando con fuerza. Se acercó y la llamó pero la chica parecía no escuchar. Decidido la tomó de los brazos y la separó de las rejas. Por fin Miranda lo miró a los ojos. Estaba a punto de llorar y Erick sólo pudo hacer una cosa. Lo único en lo que había pensado todo el día.
La tomó de los hombros y la besó con ternura.

Texto agregado el 05-04-2005, y leído por 318 visitantes. (9 votos)


Lectores Opinan
22-04-2012 Cada vez mejor. Adelante...***** pantera1
14-02-2010 5* y sigo leyendo :) Sectumsempra
16-01-2006 Bien, bien, poco a poco se empieza a descifrar el enigma. Voy por la tercera parte. Peter_6
12-01-2006 El ambiente está muy bien logrado. Te internas la mansión, recorres cada uno de sus rincones. Me gustó muchísimo la descripción de la planta de los niños. Es el sueño dorado de cualquier pequeño, un espacio sólo para ellos... Sigo adelante intrigado. Un abrazo Ikalinen
17-12-2005 La característica más necesaria en un escritor es el poder de amplificación, el ser capaz de dimensionar en dos páginas lo que otro podría decir en dos frases, y hacerlo con gusto y con amenidad. Tú lo haces. Te he leído y has logrado intrigarme desde el inicio. Felicitaciones. zepol_recargado
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