Cuento editado el 27 de marzo de 2004, la actualidad me lleva a reeditarlo
La plaza de San Pedro estaba llena a rebosar de fieles impacientes, todos deseaban recibir la noticia sobre el nuevo representante de Dios en la tierra, muchos rezaban cabizbajos con sus rosarios y banderas de todos los países ondeaban como testigos del mundo. Las miradas se dirigían a la chimenea, la fumata blanca se dejaba esperar y la emoción se hacía dueña del corazón de miles de católicos. Allí estaban Paco y Pepe, tras recorrer miles de kilómetros esperaban con ansia la buena nueva, las lágrimas y las sonrisas se alternaban ante la tardanza de la designación. Sin esperarlo un rumor empezó a recorrer la plaza, “ hay Papa, tenemos Papa...”, pero como horas antes, era una falsa alarma, una vez tranquilizada la muchedumbre, ocurrió algo que dejó atónito al público presente, por la chimenea comenzó a salir un humo rosa, los balcones se abrieron de par en par y los armarios del Vaticano empezaron a ser arrojados al vacío, Paco miró a Pepe y llenando los pulmones, gritó a los cuatros vientos : “ ¡ Pepe, Pepe, uuuuuuuh, tenemos Papa maricón !, ¡ viva la iglesia, viva la revolución, por fin tenemos, un Papa maricón ! .
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