Zumban mis oídos por las ganas que tengo de extrañarte, pero ya no te recuerdo como antes, cuando te lloraba sin saber si lo sabías, con el llanto de la necedad y la desesperanza.

Zumban mis oídos ahora que mi andar descalzo entre nubes me duele más que el amor que no me diste, en que mis ojos idiotas de llorarte se atrofiaron, y ahora sólo distinguen diáfanas luces tan numerosas como las lágrimas que llegue a verter por la estupidez que me cegara.

Zumban porque nada escucho que no sean esas gráciles vocecillas que parecen cantar como cuando callas, y me invaden con un estertor casi agobiante pero relajado y rítmico, ya que de nada sirve bailar si quiero y tu como siempre, no.

Zumban como el viento que me cubre más que mi arrojo de marcharme de tu lado después de que no volviste, sin frío ni calor, ni ausencia tan comúnmente presente a tu lado, aún sin tenerte siquiera mínimamente cerca.

Porque me alejo mientras mi sangre me abandona como lo hago ya con todos los que ahora lloran y nunca siquiera me miraron, y realmente lo lamento pero ya me olvidarán, como lo hicieron siempre y supieron, saben y eso les pesa, mas nada hicieron ni harán.

Y ahora que ya para ti o cualquiera soy tan inalcanzable, zumban mis oídos por los lamentos que siguieron a mi huída interminable, que me mantiene durmiendo y flotando hasta que mi energía de nuevo se junte y ya pueda marcharme, para sentir como se siente el final de la larga muerte.