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Me había propuesto a salir con la intención de evitarme crear una imagen errónea de mi mismo. Soy de la opinión que las imágenes se las crea uno inconscientemente, no el entorno. Con tal predisposición compré mi entrada para la gran fiesta inaugural de la universidad que se realizaría en Valparaíso. Mucha gente iba a estar presente. Contaba con la remota esperanza de conocer alguna mujer que me dejara babeando patéticamente el resto de la noche y que me quitara el coraje de invitarla a salir. Últimamente en eso consistían mis salidas nocturnas, sumado obviamente a mover un poco las piernas al ritmo de alguna canción que lo ameritara.
Cuando llegué a la entrada de aquel edificio que sería la envidia de cualquier artista , de preferencia pintor, bohemio vi la magnitud de la situación. La sola imagen de las barreras de contención explicaban todo. Eran las 12:40 AM y el lugar estaba repleto, ridículamente repleto. Me hice de valor y me acerqué a la fila de los desesperados a entrar. Nunca había entendido como ciertos críticos o filósofos podían comparar a las masas de personas al ganado bovino hasta aquel momento. Literalmente las caras sin expresión que mostraban aquellas personas que se encontraban prensadas por aquellos que los rodeaban no parecía digno de la superioridad humana. Lentamente la fila comenzó a avanzar mientras al mismo tiempo sentía como mis costillas chocaban con las vértebras de la persona que se encontraba al frente de mí.
La situación repentinamente se empezó a volver caótica, una horda de “rugby wanna be players” comenzó a empujar a las personas para que de alguna manera estos entraran a la fuerza a través de la entrada que era custodiada afanosamente por dos guardias de seguridad notablemente desagradados con la situación. Uno de estos sujetos se colocó junto a mí y empezó a empujar indiscriminadamente a dos mujeres que estaban delante de él y de paso a la multitud que se encontraba más cercana a la entrada. En un momento de valor me decidí a evitar aquella injusticia, cuando me di cuenta que aquel hombre no tenía manos. Mi lástima terminó tolerando aquella acción y se limito a separar a aquellas muchachas que se encontraban gritando, clamando por un poco de aire. En ese momento sucedió algo extraño. Aquella muchacha que había salvado de aquel personaje, me apretó el brazo. En ese momento me encontré a millas del resto de la multitud, concentrando todos mis sentidos en como aquella joven abrazaba mi brazo. Ayudó el hecho de que era una muchacha bastante bonita. Al principio pensé que probablemente me habría confundido con su novio, pero me di cuenta de que no estaba acompañada por ningún hombre. De pronto me sentí en la necesidad de apartarla de cualquier situación incómoda en la que se viera envuelta, mientras ella conscientemente parecía abrazar mi brazo con más desesperación. Me sentí necesitado. Acto seguido me empecé a sentir inseguro, comencé a analizar las demás razones que tenía para abrazar mi brazo, “¿querrá robarme?”, pero mi billetera, celular y llaves estaban en mis respectivos bolsillos. “¿Buscará divertirse con un hombre nuevo?”, pero no parecía ser de aquellas mujeres a las cuales la noche las empareja con un nuevo hombre, por lo menos sus facciones lo ocultaban. La entrada todavía se veía lejana y el caos parecía aumentar cada vez adelantábamos un paso. Ella comenzó a acercarse cada vez más a mi, pero sin dirigirme la mirada. La situación me comenzó a parecer totalmente ajena, experiencia ajena a mí. Pero estaba sucediendo y la presión que ejercía en mi brazo era suficiente para hacerme notar que no estaba soñando. La entrada se acercaba a nosotros, ella finalmente me miró a los ojos y sonrió, parecía ser que por fin había encontrado ese apoyo que la ayudara a llegar a donde quisiese. Yo me había mantenido en todo momento con un semblante de preocupación por la situación que se volvió bastante crítica en un momento en que las rejas de contención se rompieron y permitieron a todos los que se encontraban por afuera ejercer mas presión al “ganado” y provocaron finalmente el enojo de los guardias. Estábamos a sólo un par de pasos de la entrada. Por alguna razón sabía que al momento de pasar aquel umbral ella se disolvería de mi brazo y se perdería en la multitud de la fiesta y que mi experiencia llegaría hasta ese punto. Finalmente cruzamos el umbral, ella esbozó una sonrisa y la compartió conmigo, “por suerte pudimos entrar”, mientras decía aquellas palabras me soltó el brazo. Hubiese deseado que ese mar de gente nos hubiese dejado retenido por un par de meses más, pero hasta ahí había durado. “Si, lo bueno es que no terminamos con costillas rotas ni pulmones perforados”, tiendo a hacer ese tipo de comentarios chistosos cuando estoy nervioso o estoy hablando con alguna mujer. Tras un pequeño momento de silencio comenzamos a caminar en el mismo sentido, mientras nuestras sonrisas de timidez conversaban. Adentro el panorama no era muy diferente del que se vivía afuera. La gente se encontraba en un cuarto de metro cuadrado, pero eso no impedía que no se estuvieran divirtiendo. Subimos al segundo piso en busca de sus amigas que habían sido un poco más ágiles y habían podido hacerse camino entre medio de la multitud. Al llegar al segundo piso una ola de humedad y calor me recorrió el cuerpo. La música era ensordecedora. La “Sonora Palacios” era la encargada de hacer bailar a aquellos jóvenes y al parecer estaba logrando su objetivo. Me di cuenta que en aquellas situaciones la única forma de saciar aquella necesidad de frescura es sentir los vasos de cerveza rozar casualmente tu brazo o la espalda. El lado desagradable del asunto es que también casualmente las colillas de cigarro pueden producir una quemadura para nada agradable, por lo que había que cuidarse de aquellas personas fumadoras. Además de cuidar mi integridad física me preocupaba mi ropa, que a diferencia de mi piel no se podría regenerar. Mientras pensaba en como esquivar el fuego me di cuenta que mi nueva acompañante divisó a sus amigas. Nos acercamos lentamente, cuando ellas se dieron cuenta que lo que andaban buscando estaba al lado suyo. “Por fin, pensamos que no habías podido entrar”. Acto seguido hubieron abrazos y besos, sentí que no encajaba en la situación y preferí dar por terminado mi patética aventura. Decidí subir al nivel superior, donde, según me habían contado, había una terraza. Antes de subir las escaleras toque el bolsillo para asegurarme que mis cigarros seguían ahí, fumarme un cigarro en la azotea parecía ser el mejor panorama en ese momento, un momento de disfrutar, de asimilar también.
Mientras encendía mi cigarro, comencé a observar el tipo de gente que se encontraba aquella noche. “Santiaguinas”, esto según mi gusto son el tipo de mujeres ridículamente hermosas y que se niegan a bailar con mortales como yo. Mi meta sería bastante fácil de cumplir. El frío de la noche me obligó a ocultar mis manos en mis bolsillos. Me di cuenta que todavía tenía el cover de la entrada, por lo que mi estado de satisfacción aumentó. Me imaginaba la imagen: un cigarro, un trago y rodeado de mujeres hermosas que no saben que existo. Pasaron lentamente los minutos y rápidamente las horas hasta que me decidí probar mi mala suerte. Bajé al segundo nivel donde se encontraba todavía la Sonora Palacios. La pista estaba repleta, pero a pesar de eso pude convencer a una mujer que bailara conmigo. Mi intención era pasar un buen rato y lo logré. A las 04:00 AM, me retiré del recinto. En la entrada todavía había gente, aparentemente deseando entrar. Mientras salía por la puerta me fijé en que otra cara conocida había decidido marcharse también, era ella. Me detuve y le sonreí. Ella me venía mirando desde que había salido, por lo que esperaba el momento en sonreírme. Había una cierta complicidad e ingenuidad en nuestros ojos. El cigarro completaba el cuadro. “Debe ser de Santiago”, me apresuré a pensar. Esperé la nada mientras ella y sus amigas esperaban aparentemente a un auto que las pasaría a buscar. Cuando el auto llegó y se abrió la puerta la miré por última vez, obedeciéndome a pensar a que era de Santiago.
A pesar de haberme obligado a pensar eso aquella noche cada vez que estoy en la universidad me dedico a buscarla en cada oportunidad que tengo, esperando a que mi conciencia no me haya escuchado.
La espera no me provoca ansiedad, creo que sería más fácil si efectivamente fuera de Santiago. Siempre me ha gustado esos amores platónicos, tiendo a ser más leal.
Tengo ganas de volver a aquella discotheke y recordar los momentos, los hechos, mirar a los mismos ojos.

Texto agregado el 05-04-2005, y leído por 142 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
01-08-2005 Me gusto... ese reflejo de una tipica noche con un toque de magia... espero encuentres a la "santiaguina". mis **** angie-taz
 
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