Crónica de un viaje del Apóstol de la Paz
Un buen día de 1998, el Apóstol de la Paz y de los pobres besó con sus píes y bendijo la isla de Cuba, extendiendo su mano abierta al Presidente Fidel Castro, quien la estrechó agradecido y con afecto. Al darle la bienvenida el mandatario cubano le aseguró: “No habrá ningún país mejor preparado para comprender su feliz idea, tal como nosotros la entendemos, y tan parecida a la que nosotros predicamos: que la distribución equitativa de las riquezas, y la solidaridad entre los hombres y los pueblos deben ser globalizadas.
Y el Apóstol de la Paz, respondió: “Me llena de satisfacción visitar esta nación, estar entre ustedes, y poder compartir así unas jornadas de fe, de esperanza y de amor”.
El domingo 25 de enero, de ese mismo año, el Apóstol de la Paz oficia su cuarta y última misa en Cuba, a la que asiste el Presidente, Fidel Castro.
¡Cuba, amiga el Papa está contigo! Fueron las palabras que el Sumo Pontífice dirigió a los cientos de miles de personas que colmaban la Plaza de la Revolución.
En su mensaje el Apóstol de la Paz se manifestó críticamente hacia el neoliberalismo capitalista, que condiciona, -dijo-, el desarrollo de los pueblos a las fuerzas ciegas del mercado, y a la imposición a las naciones de programas económicos insostenibles como condición para recibir nuevas ayudas. Juan Pablo II también se refirió a las medidas económicas impuestas (bloqueo)) por la Comunidad Internacional a Cuba, las cuales dijo, son injustas y éticamente inaceptables. Este tema fue abordado por el Presidente, Fidel Castro, quien le afirmó que Cuba se enfrentaba a la más poderosa potencia de la historia, como un nuevo David mil veces más pequeño que, con la misma honda de los tiempos bíblicos, lucha por sobrevivir contra un gigantesco Goliat nuclear que trata de rendirle por enfermedad y hambre.
En su adiós, ya en el aeropuerto José Martí, el Vicario de Cristo, al despedirse del Presidente, dijo: “Llevo conmigo el recuerdo imborrable de estos días y una gran confianza en el futuro de su patria”.
Y pediría en estos momentos tan importantes para Cuba, que no fueran olvidadas estas palabras, pronunciadas por el Apóstol de la Paz, y que su mensaje sea escuchado por la Comunidad Internacional, para que la Paz y la Justicia ondeen, junto con las banderas, en los mástiles de todos los pueblos de la tierra.
Y desde esta modesta tribuna, en mi adiós al Apóstol de la Paz, emocionada por su exquisito espíritu, me comprometo e invito a la humanidad a tomar el testigo de su ejemplo: ser apóstoles de la Paz y de los pobres. Su mensaje seguirá vivo, porque solamente muere lo que se olvida. Y aunque la despedida nos duela, sabemos que el Apóstol de la Paz no ha muerto, está de nuevo de viaje ¡Era tan viajero! Está vez su viaje es algo más largo, pero en la estación le está esperando Jesús, ¡Hombre Salvador!
Hoy el Apóstol de la Paz descansa en Cristo, pero sigue entre nosotros.
¡PAZ EN LA TIERRA A LOS HOMBRES DE BUENA VOLUNTAD!
|