ROPA USADA
- Cuando termines de planchar, quiero que separemos una ropa para que te la lleves: yo engordé y no me queda.
- ¡No la quiero señora! ¡Ya estoy harta de que me traten como persona de tercera a la que solo se le dé lo que no sirve! ¡Tanto que me mato trabajando para no tener nada!
- ¡Herminia! ¿Qué te pasa? ¿Por qué me hablas así si yo no tengo la culpa de tu mala situación? ¡Tú no eres grosera!
- ¡Sí lo soy! y ya estoy harta de usar ropa usada por otros ¡hasta por los muertos! estoy harta de ponerme zapatos apretados y andar con ampollas en los pies, de comer en la cocina apartada como si estuviera enferma – Y llorando - ¡Estoy harta de andar sin dinero y a pie! Harta de no poderme comer un helado, un dulce, o una comida decente que no sean sobrados… ¡Estoy cansada de trabajar tanto!
- Es la única vez que te doy algo usado; no quiero perderla porque es ropa fina.
- ¡Claro! ¡ya está fina de tanto lavarla! – Dice sarcásticamente.
- No seas injusta, yo nunca te he tratado mal, eres mi comadre, mi amiga…
- ¡Y su sirvienta también! Siendo su amiga ¿por qué me ha hecho poner uniforme y a no tutearla? ¿por qué no me puso como su secretaria si sabe que en mi país yo era la secretaria ejecutiva del presidente de una gran empresa?
- No creí que quisieras eso. Tu llegaste buscando trabajo como servicio y sin reparar en tu embarazo como una traba, consideré más tu necesidad de trabajo que mi necesidad de una persona más ágil.
- Por eso la puse como madrina de mi hijo – y bajando el tono de la voz – usted fue la única persona en este país que vio por mí, me compró los medicamentos, me llevó a dar a luz y me pagó una semana sin tener que trabajar…
- ¡Discúlpame si te hice sentir mal con mi ofrecimiento, lo hice por confianza, no por subestimación, pude ofrecerlo a mi hermana y ella no se habría ofendido…
- ¡Perdóneme! – llora Herminia – lo he pagado con usted ¡Usted me ha tratado como ser humano! mi hijo la adora como madrina y yo también la aprecio… Pero es que ya estoy harta de no ser tomada en cuenta, de ser ignorada como que no existiera, de ser tratada como delincuente… ¡discriminada!...
Herminia sigue llorando. La patrona la abraza y la invita a sentarse… Le pide a su hermana que le traiga un vaso de agua. Mientras Herminia se la toma, con cariño dice:
- ¿Qué te pasa? ¿Qué te han hecho?
- Anoche llamé a mi país y me dijeron que mamá murió y no tienen dinero para los gastos del entierro. Yo tenía un dinerito ahorrado y cuando lo fui a buscar me lo habían robado… Ahora… -sollozando- ¿Cómo la ayudo?... ya no tengo ni para pagar la pieza donde vivo… Estuve toda la noche llorando de la desesperación
- ¿Cuánto necesitas para resolver tus problemas?
- Como seis mil dólares…
- No te preocupes… ¡Cálmate! Que para algo son los amigos… Te haré un cheque por tres mil y…
- Yo le prestaré los otros tres mil – dice la hermana de la patrona - ¡Anda al banco para que les gires! Ya lo irás pagando con trabajo…
- ¡Gracias comadre! ¡Gracias amigas! menos mal que ustedes ganan buen dinero. No sé que hubiera hecho sin su ayuda. Si me tardo en diligencias, llego más tarde.
Herminia camina dos cuadras, cobra los seis mil dólares, toma un taxi que la conduce hasta su mísera pieza, saca al niño y el dinero de una cartera se dirigen al aeropuerto, mientras ora a su madre muerta hace diez años:
- Perdóname mamá, pero todos los días nace un pendejo y ¡Al que lo agarre le pertenece! no tenía otra forma de regresar a mi país.