Y LA VIDA PUDO MÁS
Tras la puerta del penal se encontraba el detenido.
Homicidio había sido el cargo que le pesara,
aunque inocente alegara ser de todo lo ocurrido.
“Despertate -le gritó el guardia con desagrado-
ahora tenés abogado que te defienda en el juicio”.
Tarea que desde el inicio toditos le habían negado.
El preso lo miró al rostro. Quedó inmóvil y asombrado.
Es que aquel joven letrado sus mismas facciones tenía.
¡Si hasta foto parecía de su álbum olvidado!
El muchacho, bien trajeado, tendió su mano al recluso,
que hasta pálido se puso al escuchar su apellido.
Y una lágrima al descuido en su mirar se interpuso.
“Vos sos...” balbuceó apenas. Sin dejarlo terminar,
el jurista empezó a hablar: “Yo soy el hijo de aquella,
que cuando joven y bella, decidiste abandonar”.
“Es que en cuanto te enteraste que embarazaba estaba,
dijiste que si te amaba, abortar ella debía.
Y a una clínica sombría tu desprecio la llevaba”.
“Mas al ver el cirujano que sus manos temblorosas,
acariciaban piadosas, aquel vientre que latía,
pronunció en ese día las palabras más hermosas”.
“Le ofreció que en secreto siguiera la gestación.
Y así nació este varón, al que sin ver despreciaras.
Y aunque casi lo mataras, te va a sacar de prisión”.
Sin poder alzar la vista el preso se echó a llorar.
Y en sus labios a brotar comenzaba una oración:
“Perdón, hijito, perdón...” Pero más no pudo hablar..
Entonces aquel muchacho, de emoción estremecido,
ante su padre afligido se arrodilló... tomo sus manos...
acarició sus pelos canos... Y así le dijo al oído:
“Papá, ¿sabés que te quiero? Y también te necesito...
porque ahora estoy solito... hace un mes mamá murió
y antes de irse me pidió: Encontrate con papito”
“Y aquí me tenés entonces, como lo quiso mamá,
que en el cielo sonreirá en este preciso instante,
al saber que en adelante iremos juntos, Papá...”
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