CERRO DE LA CRUZ
Cada pequeño pueblo nacido a la vera de un cerro,
corona a su eterno compañero con una cruz
que desde su cúspide se yergue protectora y confidente.
Quiero descalzo pisarte. Sentirme parte de vos.
Y al escalar tus laderas, encender en mi la quimera
de integrarme a tu razón.
¿Sentís como laten mis plantas con cada pisada que doy?
¡Decime si acaso tu piel, hecha de roca a granel,
no vibra con esa canción!
¡Qué equivocado que estaba aquel que te calificó
llamándote “mudo testigo”! ¡Qué pena que su oído
no pudo escuchar tu voz!
Pues cuando cierro mis ojos y abro mis brazos en cruz,
el viento al acariciarme se pone de pronto a contarme
lo que le ha dicho tu luz.
Vos viste crecer un pueblo que protegiste a tus pies.
Fueron cientos, hoy son miles, las vidas que en tus perfiles
el cielo sienten nacer.
Y esa piedra puntiaguda que de pronto me punzó,
no lo hizo por artera, sino por ser compañera
de otras voces de dolor.
La de aquellos niños tristes que tu congoja provocan,
sin juguetes ni manjares, poca ropa y tantos males
que tornan mullida tu roca.
La de aquellos brazos bajos luego de tanto bregar,
que en la mitad de sus vidas, en escarpada subida
se cansaron de avanzar.
Pero una planta silvestre, nacida entre pedregullos,
me hace suaves cosquillas, para arrancarme sonrisas,
cuando me cuenta tu orgullo.
El de tantos promesantes que con casi adoración,
año a año te besaban cuando sus pies te pisaban
en peregrina oración.
El de aquellos que buscaban, sólo a tu techo llegar,
y creyendo conquistarte ignoraban que fascinante
vos los guiaste a tu altar.
El de tanto amor jurado entre caricia y pasión,
que ante tu cómplice brisa gestara una nueva vida
al amparo de tu ilusión..
Ya estoy en tu cima, cerro, y me estremece la inmensidad
de los siglos que atesoras bajo tu dermis mentora
de tu aura de eternidad.
Y en dos maderos cruzados, que de ti se alzan al cielo,
tu propio signo descubro: se puede brillar siendo oscuro
y volar pegado al suelo.
Esa cruz que te corona mayor gloria a vos te da,
al sostenerla así, fuerte, a Dios te unís en su suerte
y al hombre transmitís su paz.
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