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Milagros desde su Descanso Celestial

Señora le vuelvo a confirmar que usted no tiene ninguna deuda con nuestra compañía- fue la respuesta final que recibió Diana de parte del agente financiero, dando por concluida la investigación referente a una obligación financiera que tenía. Había decidido aceptar la respuesta y complacer el acto altruista de la Doctora en Leyes Dolores Salcedo. Era el otoño del año 2.001 y Diana del Vilar hacía los preparativos para comprar los regalos de sus nietos, quienes llegarían en poco tiempo a pasar sus vacaciones de final del año escolar, compartir las navidades con la abuela y disfrutar de las playas de Santa Marta. La noticia de no tener que seguir pagando esta deuda era buena, pues ella tendría más dinero para satisfacer con presentes, los gustos y caprichos de la tercera generación del Vilar.
Dolores Salcedo había tenido una niñez llena de carencias, debido a que su familia tenía pocos recursos económicos y además sufría de limitaciones físicas por problemas asmáticos. Su cuerpo extremadamente delgado denotaba su mala nutrición. Su madre trabajaba sin descansar para poder suplir las necesidades básicas de la familia. Su padre había pasado a mejor vida pocos meses antes de su nacimiento. Cierto día, mientras jugaba a la peregrina saltando la cuerda a pies descalzos, su pecho se encogió y tuvo una crisis asmática y por coincidencias de la vida o por una gracia divina, el Medico Ernesto Pío del Vilar pasaba por allí. Atendió a la niña y una vez estabilizada la crisis, le preguntó su nombre y le pidió que lo llevara a su casa para conversar con su madre. Era una casa de sólo una habitación, con poca ventilación y luz natural, paredes corroídas por el tiempo, ventanas oxidadas por el salitre impregnado en los vientos que todos llamaban “La Loca” y en donde sólo había lo necesario para subsistir. La madre de Dolores era delgada, mestiza, piel curtida y manos fuertes. Le explicó al galeno que la niña sufría de asma, pero que ella no tenía los recursos para su tratamiento. El Doctor la citó para el día siguiente y a partir de ese momento empezó su curación. Las citas medicas y los remedios fueron gratis hasta que la niña quedó aliviada de por vida.


Una vez terminó la escuela secundaria, Dolores quiso ser Abogada. En aquel tiempo, el Doctor era profesor de la Universidad de la ciudad y conversando con sus colegas del comité de admisiones les pidió; con el debido respeto, que tuviesen en cuenta a Dolores Salcedo, ellos decidieron que; si la aspirante tenía los meritos necesarios, sería admitida para el programa de Jurisprudencia. Su examen de admisión fue ejemplar y luego su recorrido por el camino universitario de las leyes fue una constante cosecha de éxitos. En muchas ocasiones, el Doctor del Vilar ayudaba orgulloso a la madre de Dolores para el pago de la matricula de su protegida; quien después de muchos sacrificios, se graduó de Abogado con honores.
En una madrugada del mes de Octubre del año de 1.993, David el hijo menor del Doctor del Vilar regresaba de Francia después de 3 años de ausencia. Esa misma madrugada Hernando Pío del Vilar; mientras dormía junto a su esposa Diana, tuvo el óbito de los justos, sin dolor y sin sufrimientos. Pasó a su descanso celestial con la satisfacción del deber cumplido como padre, Medico, amigo y ciudadano ejemplar. Su despedida fue sentida por todos aquellos a quienes; con sus actos benignos, influenció o de alguna manera cambió el curso de sus vidas. Sus acciones jamás fueron de conocimiento de la familia o de sus amigos, pues hacía las cosas en silencio, sin intenciones pretenciosas y sólo por satisfacción personal. Retornaba a la vida las bendiciones recibidas, ayudando a quien lo necesitaba, y fue después de su partida, cuando se conocieron muchos hechos. El día de su sepelio acudieron cientos de personas, y un momento particular fue, cuando llegó un buen número de enfermeras y auxiliares de enfermería con guitarra en mano, todas vestidas del más puro blanco. Pidieron respetuosamente permiso a los familiares, para cantarle al Doctor una de sus canciones favoritas; el tango de Ivo Pelay “Adiós Pampa Mía”, fue un momento de una emoción nostálgica indescriptible y sentimientos profundos, pues todos recordaban con melancolía que; cuando se tomaba sus whiskies, cantaba esta y muchas otras canciones de forma magistral y con mucha alegría. En ese instante, una enfermera se acercó a Diana.
- Señora reciba usted mis sentidas condolencias, quiero que sepa que muchas de las enfermeras que están aquí, estudiaron por cuenta del salario de profesor del Doctor del Vilar y hemos venido para agradecérselo y rendirle un homenaje bien merecido – le dijo.
Días después la familia se enteró, que cuando la universidad le propuso el puesto de docente a Ernesto Pío del Vilar, este aceptó complacido; pero puso una condición, su sueldo lo donaba para ayudar a todas aquellas auxiliares de enfermería que no tuviesen recursos económicos para cancelar sus matriculas universitarias, y esto se cumplió durante sus diez años de profesorado.
David decidió luego de un tiempo regresar a Francia, a la ciudad de Lyón, con el objetivo de hacer nuevos estudios universitarios y establecerse allí definitivamente. Logró su meta y se graduó. Empezó entonces la difícil agonía de conseguir trabajo en un país foráneo. Cierto día le llamaron de una emisora de radio multicultural para citarle a una entrevista. Se presentó vestido impecable, con su pantalón y camisa bien planchados, emulando lo aprendido del pulcro estilo de vestir de su padre. La reunión fue conducida por la propietaria de la estación; fue relajada, David demostró lo que había aprendido dando un discurso lleno de conocimientos e ideas geniales; de repente, su interlocutora le interrumpió
-¿Tu apellido me es familiar, de que parte de Colombia vienes?-
-De Santa Marta-
-¿Quien es tu padre?-
-Mi padre falleció…fue Medico-
-¿Tienes alguna foto?-
-Si- respondió el.
Al ver la foto, los ojos de la entrevistadora se llenaron de impresión, regocijo y pena al mismo tiempo. Hacía más o menos 20 años, ella había visitado Santa Marta, y su hija había enfermado tan gravemente que casi pierde la vida, y por coincidencia fue el padre de David quien la había salvado. La conversación entonces se tornó aun mas relajada y hasta tomó un carácter familiar. El trabajo le fue otorgado a David el mismo día. El sintió por un momento, que su padre había estado presente en espíritu durante la cesión, pero a su vez se preguntaba medio confundido y escéptico; si todo era simple resultado de una casualidad? ¿Intervención divina? ¿Alquimia? o ¿Suerte?
Reponerse de la perdida de su compañero fue tarea difícil para Diana, pero un día recordó la conversación que tuvo por casualidad con su esposo la noche antes de el partir.
-Me siento tranquilo pues mañana regresa David graduado y siento que hemos cumplido con nuestra tarea de padres. Es el último de nuestros hijos y todos han logrado sus metas de estudios. Si algún día llego a faltar; recuerda, tienes que ser fuerte pues tanto ellos como yo te necesitamos y siempre fuiste y serás el pilar de esta familia- Le dijo el mientras veían la televisión. Recordar estas palabras le dio a Diana la energía necesaria para continuar en el camino de la vida. Seguía luchando como una leona por su familia, brindándoles el apoyo moral que todos necesitaban.
En cierta ocasión, tuvo inconvenientes financieros y se atrasó en el pago mensual de un préstamo bancario. Preocupada llamó al banco para concertar un acuerdo de pago, pues ella siempre decía.
– Quien debe y da la cara, siempre tendrá una segunda oportunidad -
Contactó a la abogada de la institución, quien le informó que vería su caso y le llamaría días después. La llamada no llegaba y Diana decidió ir a la oficina, pero nunca le era posible encontrar disponible a la abogada; pues esta, siempre estaba en juntas de negocios u ocupada. Un buen día, la encontró en la puerta de la oficina y esta le dijo que estaba apurada y que la atendería con las calma en otra oportunidad, mas sin embargo le preguntó.
- Es usted la esposa del Doctor del Vilar?-
- Si lo soy- contestó Diana.
- Estoy de afán, pero la atenderé en cuanto me sea posible. Por favor no se preocupe, todo esta bien, discúlpeme pero ahora debo irme- le dijo la abogada.
Pasaron dos meses y no le llamaban, entonces Diana regresó a la oficina a averiguar por su obligación, haciendo caso omiso de lo dicho por la abogada. Para su sorpresa, no había en el sistema contable de la financiera ninguna deuda de ella para con la empresa. Confundida llamó a la oficina regional obteniendo los mismos resultados. No quedó satisfecha y pidió a su hija mayor; quien vivía en la capital de la república, que fuera a la oficina central. Esta fue informada que la obligación había sido cancelada en su totalidad hacía dos meses por una persona que pidió el estatus de anónimo, lo cual la empresa acepto sin ninguna objeción. Impresionada por los hechos llamó personalmente a la central en Bogotá y la respuesta final fue.
-Señora le vuelvo a confirmar que usted no tiene ninguna deuda con nuestra compañía-
Luego de pocas averiguaciones en la ciudad, conoció la historia de aquella niña, que ahora era abogada y su nombre era Dolores Salcedo; y que agradecía de esta manera al Doctor Ernesto Pío del Vilar, todos los favores recibidos. Desde su descanso celestial parecía, que su siembra desinteresada en el terreno de la vida con semillas de hechos bondadosos, producía frutos; que con sus aromas, amparaban a sus seres queridos en la vida terrenal.

Texto agregado el 02-04-2005, y leído por 148 visitantes. (0 votos)


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