Cada día era un largo suplicio. Levantarse, bañarse, desayunar e ir a trabajar, tareas que hacía mecánicamente. Sus horas frente a la PC jamás la distraían de sus pensamientos y, aunque por fuera era poco más móvil que una planta de escritorio, por dentro vivía en una revolución.
En las reuniones sociales jamás estaba presente. Si bien su cuerpo se movía elegantemente y su suave voz respondía las preguntas triviales de sus compañeros, su mente estaba apartada y seguía debatiendo.
Los amantes ocasionales no descubrían el secreto de la verdadera Luna que se escondía tras ojos de hielo. Porque hacía mucho tiempo, alguien sin quererlo le había arrebatado la sonrisa y la felicidad, pensando que su dolor no sería para siempre. Pero sin darse cuenta, le había quitado la esencia, dejando un cuerpo sin alma, haciendo de cuenta que vivía.
Luna había deambulado desde entonces por los infiernos más temibles y todos los paraísos buscando algo, buscándose.
Y jamás lo había logrado.
Un día, de esos cualquiera que no se marcan en ningún calendario por no ser especiales, entre los llantos de una nueva noche vacía, se quitó la vida. O mejor dicho, la oportunidad tonta y hasta desperdiciada de seguir soportando día tras día con un cuerpo sin ambiciones.
Todos lamentaron semejante pérdida. "¡Si era tan joven! ¡Si era tan linda...! Si era tan feliz..." No, si ella tenía todo lo que quería en el mundo material, pero jamás recobró la energía vital.
Quizá haya sido una decisión cobarde o quizá solo un triste ejemplo de que el hombre no sólo muere cuando su cuerpo ya no sirve, sino que su alma muere cuando pierde los sueños y esperanzas, y no hay electrochoques o primeros auxilios que la revivan.
¿Para qué seguir viviendo, para qué? Ya perdí la fe, las ganas, el amor, la inocencia, la locura, lo diferente... soy una más.... ¿Para qué seguir viviendo?
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