Dedicado a él...
Y las horas se esfuman bajo el tiempo de mi sed en ti, recorriendo el elixir de las letras que navegan tu recuerdo. Devoro las palabras, intuyo, bebo de ese mismo espasmo, muero, afloro en la piel de incesantes sueños lamiendo los costados que nos identifican. No dejo de nombrarte deslizando tu mirada entre las vértebras, hiriendo la paz de mis entrañas, venciendo los ecos que me traspasan toda, ardiendo en ti, sofocada en el deleite, como un solo cuerpo repartido en dos deseos. Y los miedos, vos, mis pechos danzando con el aroma de tu lengua, fusionados, vivos, latiendo en ese tenor de lo sublime, la piel que se desgarra, tus manos, mi cuello desflorado en besos bajo una cascada de corolas y de estambres, el mundo, espía de mis sueños, yo, tu barca perdida en un gemir de latitudes, atónita, deslizada entre las costas. Me voy de tu semblante, de las olas que agitan el torrente, mientras me escabullo encendiendo la magia de tu boca, entras en mí, me sometes dulce como un madero en el naufragio, pulsas mi ser, crucificas el destino de los labios, me apresas en un ir y venir de alientos, mueres arrebatándome la vida, te sigo, me exhalas sobre el itinerario de tu esperma, miro la piel ascender entre mis labios, me ahogo, ruego morir bajo las sombras como una huella de tu amor que se desangra nuevamente. Ahora ya soy tuya, entera, nítida, agonizando, inquieta, mortal, risueña, sofocada, calma, única, albergando ese ritual que se funde en el respiro de tus sueños.
Ana Cecilia.
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