| Mientras el tiempo recorre mi destino,quiero mirar el reflejo de tu alma en esta poesía…
 
 Ilusiones compartidas,
 desbordante pasión plasmada en ternura,
 promesas por cumplir…,
 pero en una silenciosa noche
 descubrí la mentira de tu engaño.
 
 Juré vengarme y de repente
 liberé latidos inconscientes,
 entonces comprendí…,
 mas no te odié. ¡Te amé!
 
 Amor, con tu partida
 has dejado en mi corazón un tormento,
 tormento que se ha llenado de soledad, dolor y angustia.
 
 Pretendí acabar con la soledad,
 pretendí hacerlo arrancándote del alma,
 pero las súplicas del pensamiento
 inundaron el manantial de mis suspiros.
 
 Cada vez que la nostalgia
 recorre en los recuerdos,
 mi alma se estremece con el dolor de esta distancia.
 
 ¿Dolor de amar? ¡No…!
 
 Dolor de sentirte lejos,
 dolor que desgarra heridas profundas de la despedida.
 
 Me duele tenerte lejos,
 me duele el haber depositado mis anhelos en tu ego,
 me duele el haber perdido tu presencia
 porque la esperanza de este amor
 se va quedando en el olvido.
 
 Este amor crece aprisa,
 sin límites, sin  rencores;
 aún eres mi sueño,
 porque la mirada perdida del anhelo
 busca en tu alma recuerdos de alegría.
 
 Si algún día regresas,
 verás que en estos versos
 existe mucho más que perdón..., amor.
 
 Te sigo amando,
 aunque ya no sea parte de tu sueño,
 te sigo amando con la pasión que sentí al tenerte,
 te sigo amando y lo seguiré haciendo por siempre.
 
 No me castigues con tu ausencia;
 permíteme convertir este llanto de dolor
 en lágrimas de amor,
 permíteme extrañarte,
 permíteme pregonarle al mundo que ¡aún te amo…!
 
 
 Lilia Quituisaca Samaniego.
 
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