Ella era especial, y más especial que nadie que hubiera conocido.
Conocí a esta mujer, meses atrás , de una forma muy casual, que después quizás pensando mas profundamente, me he dado cuenta de que las casualidades no existen, es Dios quien la puso delante mia.
Dios habla con nosotros, continuamente, pero a veces es difícil darse cuenta de que Dios habla con nosotros. Dios habla con hechos, y asi fue como, con hechos me di cuenta de que tan maravillosa mujer, era obra de quien sino, sino de Dios.
En estos meses que tengo de conocerla, he aprendido a admirarla, a conocerla, y a darme cuenta de que tan maravillosa mujer, no puede haberse puesto en mi camino, por casualidad.
Ella es especial, es divertida, simpática, siempre está de buen humor, y ha conseguido en este tiempo hacer que me sienta profundamente enamorado de ella.
Nunca he conocido a nadie como ella, persona tan alegre, tan cariñosa cuando quiere, y tan definitivamente especial, no he visto nunca en este mundo.
Pero hay veces que por muy fuerte que sea el amor por una persona, existen cosas que van poco a poco minando la relación desde dentro. Es como cuando el enemigo está en casa.
El enemigo está en casa, nadie por muy malas intenciones que tuviera ha conseguido que esta llama se apague, pero quizás a veces es tanto el amor, y el aprecio que cualquier cosa por pequeña que sea, se hace mucho más grande.
Somos nosotros los que vemos fantasmas, los que entre nosotros los creamos, quizás por un tema de orgullo, o de no querer dar nuestro brazo a torcer, o de por miedo, no querer demostrar al otro lo mucho que nos queremos.
En este bonito país, fui a parar nadie sabe como ni porqué, y de él me enamoré, de sus paisajes, de su gente, y de la mujer más maravillosa que he conocido nunca. Aunque la palabra “nunca” no se debería emplear, en este caso si es adecuada, porque es asi como lo siento, nunca, he conocido a nadie así, y creo que nunca la conoceré.
El amor entre hombre y mujer, es como una parada de tren, donde estamos esperando que llegué nuestro tren. Hay mucha gente esperando su tren, y cada uno tiene el suyo, que es distinto del de otros.
Pero ese tren solo para una vez, y hay que saber estar ahí cuando para. Si el tren para y tú no estas, nunca más vuelve a parar.
Creo que ese tren ha llegado y es momento de subirse, pero en el camino al vagón hay muchos obstáculos que quizás Dios nos pone para poner a prueba este amor, y que nos demos cuenta si realmente es como pensamos.
Esa es la gracia divina, preguntar a Dios, y que él nos responda de la manera que él sabe hacer y a veces nosotros, sus hijos no le entendemos.
Dios es nuestro padre, y como todo padre quiere lo mejor para nosotros, y a él le doy gracias por haberme dado la oportunidad de conocer a esta mujer.
Simplemente lo que quiero transmitir es que nunca hay que darse por vencido, que las cosas buenas cuesta conseguirlas, y precisamente eso las hace mejores. Que todas las situaciones son susceptibles de empeorar, pero con voluntad y esfuerzo todo es posible. Y que las cosas pequeñas pueden hacerse más grandes cuando el aprecio es mayor, y el cariño mas intenso.
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