Todos los días, cuando voy a trabajar me encuentro con mis vecinos.
Son una pareja como cualquier otra, entrados en los 40. Clase media-alta. Muy serios y distantes, pero educados.
Nos damos los buenos días, como mucho hablamos del tiempo. Tienen tres hijos, siempre perfectos. Van a un colegio privado, perfectamente uniformados. La verdad, parecen una familia perfecta.
Este verano, solo me encontraba al marido por las mañanas. Le pregunté por su esposa, un poco por cumplir y me dijo que en verano se iba a la sierra, con los niños y él se quedaba solo, hasta el fin de semana que volvía con ellos.
Una noche de agosto, en que apenas se oían ruidos debido a que la inmensa mayoría estaba de vacaciones, escuche pararse el ascensor. Me acerqué a la puerta, y vi a mi vecino que entraba en su casa con una mujer. Escuché una larga conversación, animada y las risas que acompañaban. Nunca había oido reirse a mi vecino. Después escuché otra clase de sonidos, durante toda la noche.
A la mañana siguiente, me volví a encontrar con mi vecino en el ascensor. La mujer se había ido media hora antes. Nos dimos los buenos días, pero la mirada de él era otra, se le veía feliz.
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