Miriam (se desliza como una lágrima)

Sé su nombre
y que este bostezo de noche
manipula su imagen a espectro
empeñado en surcar el moho
del la fría calle post-lluvicentista.
También que
ni por sus poros
se asoma la idea de mi existencia
¿Habría razón?

La he visto en el mundo subterráneo de este canceroso burgo.
Confundí al espectro con una ménade pequeña,
me extravié en el espectro de sus ménades ojeras.
Ahí, entre desadaptados, antisociales y otras hierbas,
pero ahora lejos de sus terrenos
se desliza discreta.
Y digo que ella es luz no porque brille;
lo es porque crea sombras a su paso

Los dos de negro, uniformados.
No sabe quién soy.
Yo solo sé su nombre
y la idea gris de su forma.
¿Podría hablarle?
Una palabra en metamorfosis
de “hola” a “eres tan…”
¿Si respiro sus pasos?
Voltea.
Estaca su mirada en mí,
discute y pregunta con ella:
una caricia disfrazada de fisura.
¿Podría soportarlo?

Creo que no.
Siempre fui un cobarde
o el mundo es demasiado para mi valentía.
M U N D O.
cinco letras,
millones de caricias disfrazadas.
Interesándome,
cuestionándome
insoportable y necesario…
pero ella no pertenece, al menos, a éste
y yo la sigo.

No.
El rumbo contrario refresca sus piruetas.
Es inevitable el escape,
la triste huida de los débiles.
¿Podré profundizar
en ese hosco
y bello ser?