A usted no le importa nada. Usted ya no se merece nada.
Tanto tiempo invertido en usted, para entregarle mi confianza
para que usted venga deliberadamente a traicionarla.
Tantas... tantas conversaciones, tantas palabras...
y tan fuerte la resistencia
tan falsa la apariencia de que no lo quería
para que usted no se sintiera amenazado
no se sintiera atormentado por mi.
Siempre hablamos de tantas cosas, y tan importantes
que ahora es inverosímil esta sensación de sangre bajando desde el puñal que clavaste
en algún lugar de mi espalda que te gustaba.
Me duele la garganta de los gritos que no puedo gritar.
Me duele la vida solamente de pensar
que ahora no voy a poder controlar mi corazón
como lo controlé para no pasarme de esos límites de afecto que usted me permitía demostrar,
y voy a odiarlo irracionalmente siempre todos los días
aunque lo vuelva a querer.

Qué cosa nos podía romper?
Qué cosa puede doler... más que este silencio inoportuno
que estos rencores caídos sin voluntad de seguir siendo rencores.
Esto... nos rompe, y sin embargo, la grieta tampoco es entera
porque yo aún siento que lo quiero
así sea de la boca para afuera
si es que es esa su voluntad,
aunque la verdad lo adoro más que todo
de los ojos hacia adentro, de las venas hacia el centro
de este corazón que usted rompió.

Lo peor de todo es que no siento odiarlo
siento que quiero besarlo
siento que quiero volver a la vida con usted
porque yo aún sé que usted tiene en sus brazos el único abrazo que me consuela
el único beso que suaviza
los torrentes de llanto y más llanto,
que solamente con su tacto
se envenena esta pureza y esta calma insoportable de mis días.
Su voz diciendo todo estará bien
es la única posibilidad que tengo de que eso sea cierto
pero ahora... con qué voz suya me devuelvo el aliento?