La necesidad de encontrarlo se había esfumado lentamente, hacía años que lo buscaba, sin saber que cuando dejara de hacerlo, lo encontraría; así de simple era su problema, pero como se dignaba de ser un hombre de mundo, recorrió todas las bibliotecas que encontró, buscándolo, TODAS…incluso aquellas que ya no existen al ojo humano, pero ni siquiera allí lo encontró.
Cansado de buscar sin tregua a aquel que nunca iba a encontrar si buscaba, decidió sentarse a descansar, entonces apareció, en las manos de una muchacha que caminaba con toda su calma al otro lado de la calle, intentó llamarla, pero se había olvidado de hablar, se puso de pie y trató de seguirla, pero sus viejos pasos no podían alcanzarla, desesperado, y en una arrebato de locura, levantó los brazos y se dejó caer al piso sin buscar apoyo alguno, esto atrajo a la chica, quien depositó el libro a su lado. Rebosante de alegría, al verlo tan cerca, se dispuso a tomarlo, pero no pudo mover los brazos, ella lo miraba con curiosidad; cuando un gran grupo de gente se formó en torno a él, ella se levantó con indiferencia, tomó el libro y se marchó calmadamente, él ya no podía aguantar más, toda su vida buscándolo, y ahora que estaba tan cerca, no lo podía tener. Impaciente y atolondrado, con ademanes poco claros, se dio a entender que necesitaba ayuda para ponerse de pie, y le ayudaron. Al verse apoyado por tanta gente, les comunicó, con sus expresiones, que llamaran a la muchacha, y así lo hicieron, ésta se volteó y lo vio, estaba intranquilo y un poco magullado.
Nervioso, se le acercó, la muchacha no se inmuto, con intranquilidad, y un pulso que dejaba mucho que desear, acercó sus manos temblorosas, y bastante maltrechas, al libro, lentamente lo cogió, y sonrió, su felicidad era inmensa, inmensa. "Es una copia", dijo ella, él cayó nuevamente, y nuca más se puso de pie.
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