Estaba sentada a la orilla del cerro, sin ganas de subir. Recién lo había bajado y estaba cansada. Me puse a mirar el paisaje, cuando me doy cuenta que a mi lado se encontraba, un sujeto parado. Lo miro y me saluda. Después de cruzar suficientes palabras, quedo convencida, no entiendo como, de subir el cerro nuevamente para conocer una parte que "nadie conoce". Comenzamos a subir. Después de diez minutos ya no podía mas, me había caído dos veces y estaba embarrada hasta la cintura, pero seguí subiendo la empinada cumbre. Llegamos a la cima, después de ininterrumpidos esfuerzos y nos sentamos a descansar. Me costó acostumbrarme a la falta de aire, a la altura, a la temperatura. Me puse a mirar alrededor como si fuera la primera vez que admirara ese paisaje y el tipo me recuerda la finalidad de la excursión: conocer la parte que nadie conoce. Sigo sus indicaciones y me acerco a esa roca. Miro fijamente lo que **** y sin prevenirlo siento que caigo, que caigo, todavía impulsada por el emujón sobrehumano que **** me dio con todas sus fuerzas. Cuatro días pasaron y recién despierto, desorientada, me ofrecen víveres pero mi organismo, todavía afectado por el empuje, no quiere nada, no veo, pero hay luz, quizas mucha. Sentada días después, en la misma cama, reconozco al tipo de la cicatriz, al del cerro, dentro de la masa que viene a visitarme y a darme ánimo. Trato de pornunciar su nombre pero **** y caigo en un sueño profundo.
Reminiscencia. Recuerdo ese diálogo en que me cuenta como se hizo la cicatriz, prueba de que algún dia hubo alguna vez una herida que tardo mucho en sanarse, la compara con un hombre ebrio, que cuando uno piensa que se ha ido, viene denuevo a abrazarte. La cicatriz se abre cuando uno piensa que ya ha sanado.
Despierto de la quimera, que ha mantenido a mi cuerpo en sopor eterno, no recuerdo ni de quien soy, pero ****. |