Se agachó a recoger una de sus canicas. Para el lo eran todo, no dejaba de jugar ni un solo momento con ellas. Si una se perdía la buscaba hasta encontrarla aunque pasara horas y horas antes de dar con ella. Quería a las dos por igual a pesar de ser tan distintas. Sentía que no había una sin la otra.
Un mes cualquiera, un día ordinario y una hora no específica se decidió al fin a usar aquella herramienta seleccionadora, comúnmente conocida como pinza y cambió un elemento de la canica mas liviana a la mas pesada y otro de la mas pesada a la mas liviana. Como atraídos por un polo magnético cada elemento volvió a su lugar, pero el esfuerzo por encajar en sus respectivos sitios no paso desapercibido por el niño, que frunció el ceño pensativo. Estuvo mucho tiempo esperando que los elementos soltaran esas bolsas con souvenirs del viaje, pero la espera fue en vano. Hipnotizados con el horizonte, no despegaron la vista del mas allá recordando las tierras tan distintas para ellos, nunca mirarían las tierras de su patria con los mismos ojos. El pequeño trató de mostrarles nuevos paisajes para sacarlos de sus desvaríos pero con ninguno de sus ardides obtuvo el resultado esperado.
Permanece el niño, y permanecerá siempre con ambas canicas apretadas su mano sin soltarlas ni por una hora.
Metáfora continuada relacionada con el síndrome de rechazo y menosprecio entre aquel de naturaleza no mundana (que con la sociedad se corrompe) y la sociedad que lo mira en menos por no ceñirse a la serie de normas impuestas por ella.
Las canicas representan dos mundos de naturalezas paralelas. La canica liviana representa al mundo al cual pertenecen aquellas personas (escasas) de naturaleza menos mundana, más espiritual. La canica pesada representa al mundo de los que se sienten mas identificados con lo material, de carácter terrenal. (Apegados a la norma, a veces en exceso y rechazan a los que no se ciñen estrictamente a ella)
Los elementos representan a aquellos que no se sienten hallados, ya sean de la primera o de la segunda canica. Se dividen en dos: los rechazados y los rechazadores.
Los rechazados son los que no actúan de acuerdo a las normas y reglas de la cultura a la cual pertenecen sino a unas de elaboración personal y a ojos ajenos “no correctas”. Tienden a traer un poco del mundo del cual fueron sacados a el que viven, por lo que impera la soledad en sus vidas. Pueden conseguir la armonía (no la armonía con los demás, pero sí la con ellos mismos) si actúan de acuerdo a sus propias prioridades y si establecen pautas a seguir. También son conocidos como “incomprendidos por la sociedad”.
Los rechazadores son grandes críticos; marginalizan a los que no se ciñen a la norma. Se diferencian con los rechazados porque éstos viven en su propio mundo, en cambio los otros fueron traídos de un mundo muy lejano y son obligados a vivir según leyes que no compatibilizan con su naturaleza.
El niño es el dueño de todo, el tiene todo el poder en sus manos, puede hacer y deshacer a su antojo. Sus leyes son las únicas que imperan en ambas dimensiones. Es el primer motor, el origen de todo, el Ser Supremo.
Advertencia: El tiempo es un elemento inválido, esta narración no está situada en un tiempo real.
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