Harto de que la realidad me acariciara con sus dedos de cristal roto, y dibujara en mi espalda jirones de caminos que no llevaban a ninguna parte, decidí vender mi alma al diablo.
Yo fui educado entre relicarios y guitarras con flores a María, por lo que vender el alma a Satanás había sido grabado a fuego en mi conciencia como lo último, lo peor, lo más bajo y rastrero que un ser humano podría realizar. A pesar de eso, lo hice.
Todo empezó sin pretenderlo. Un día encontré entre un montón de antiguos papeles un curioso cuadernillo, escrito y decorado a mano. Se titulaba "Shemhamforash!". Comencé a hojearlo, y vi que se trataba de un conjuro para invocar a Satanás y venderle el alma. Pensando ‘yuyu-yuyu’ lo dejé donde lo había encontrado y me largué.
Pasé la noche con el palabro martilleándome la cabeza "Shemhamforash!" "Shemhamforash!" "Shemhamforash!". Al día siguiente volví al lugar, tomé el cuadernillo, y me fui a un lugar tranquilo, donde pudiera leerlo sin sobresaltos.
Antes de terminar, ya había decidido que lo haría, a pesar de estar mercurio retrógrado, y no ser por tanto buena fecha para cualquier tipo de transacción, por muy espiritual que esta sea.
‘El diablo se esconde en los detalles’ es una frase que repito a menudo, y vaya que en esta ocasión resultaba propicia. Los preparativos fueron realmente lo más complicado. Entre otras cosas necesitaba una vela negra, una imagen de Bafomet y un pentagrama inverso, y eso no se compra en el Carrefour.
Una vez todo dispuesto, y con la capa del disfraz de Batman a modo de túnica negra, sobre el altar improvisado coloqué todos los elementos: la vela negra, la imagen, el pentagrama, el cráneo de la colección ‘El cuerpo humano’ de Planeta de Agostini, y una campanilla que hice sonar 9 veces para comenzar con el ritual...
“In nomine Dei nostri Satanas Luciferi Excelsi. En nombre de Satanás, que rige el mundo y es el Rey de la Tierra, yo ordeno a las Fuerzas de las Tinieblas que viertan su poder infernal en mí. Abrid las Puertas del Infierno de par en par y salid del Abismo para recibirme como su hermano y amigo...”
Continué el rito entre curiosidad, miedo e indecisión invocando a Satán, Lucifer, Belial y Leviatán.
"Poderoso Satán, antiguo Señor del mundo, esta noche estoy ante Ti para declarar y confirmar mi alianza para contigo, tomando tu Nombre como parte de mí mismo...".
"Shemhamforash!" ......................................
Efectivamente cuando llega el diablo, huele mal. Pero no es azufre, yo lo describiría más bien como ese olor a comida podrida de las cañerías atascadas de un fregadero.
Vino un diablillo con cara de ‘ya está el pesao de turno invocando un viernes a las 7 de la tarde...’. En cuanto le vi, supe que yo no era gran cosa ni para el diablo, que mandaba a un gregario con pinta de becario. Me sentí un poco indignado, casi habría preferido vender mi alma por e-bay y me habría ahorrado los preparativos. Queriendo acabar pronto con el trámite, le propuse al diablillo un trato que a mí me pareció justo: mi alma eternamente suya a cambio de unas cuentas cosillas para mí y otras para quienes me quieren. Partiéndose de risa, metió su brazo larguilucho por entre mis costillas, sacó de mis adentros el objeto en cuestión, y lo colocó sobre la mesa de negociación. Cuando la vi -yo nunca había visto un alma-, me llevé una decepción enorme.
Era un alma bastante pequeñaja, de color parduzco, como sucio. Tenía forma de huevo, con la cáscara bastante cuarteada y en su lado más ancho tenía un agujero considerable con los bordes quemados por el que se podía atisbar su interior, que se veía vacío, aunque aún goteaba un líquido denso y verdoso, como mermelada de ciruela. Clavado con una chincheta en la cáscara, el huevo llevaba un papel que el diablillo, todavía tronchándose, desclavó y me ofreció para que leyera. Curiosamente, yo que no había sentido ningún dolor cuando el diablo me arrancó el huevo, vamos, el alma, sentí un pinchazo en los huesos cuando desclavó la chincheta.
El papel en cuestión era como la ITV del alma, un registro detallado del mantenimiento, y de mi dedicación a su cultivo, alimento, riego, y cuidados durante toda mi vida. En una sola página con formato de hoja Excel, Satanás había recogido y ordenado por fecha todos los momentos en los que mi alma sufría algún deterioro, y lo mismo con mis escasas acciones correctoras. Creo que desde que nací, él sabía que acabaría proponiéndole un trato, así que ahora me presentaba un huevo roto, vacío y sucio, al que yo había dedicado una página de mi vida a cuidar, y por el que pretendía conseguir un alto precio. Efectivamente, Luci dominaba el arte de la compra-venta.
Con tal situación de inferioridad la negociación no duró demasiado. El diablillo, que hablaba por su móvil mientras comerciaba conmigo y seguía partiéndose de risa, como prestándome poca atención, me ofreció no cobrarme nada por recogerla y deshacerme de ella. No llegamos a un acuerdo en esa ocasión. Yo que una vez había oído que el diablo no escatimaba en regalos y parabienes cuando de conquistar un alma se trataba, pues no, se ve que o son ya demasiadas las almas que se venden, o los presupuestos del averno se recortan como todos o las almas ya no son lo que eran.
Mientras tanto estoy intentando conseguir un poco más probando otras vías, que siempre me queda tiempo de llamar a esta nueva versión de ‘Hell-maus’. Voy a probar con el blog-comercio electrónico colocando un anuncio aquí mismo, porque digo yo, que como lo que más quiero es acabar con esta sed horrible de vivir, pues que quizá a alguien le sobre un botijo lleno de vida que ya no vaya a necesitar.
Cambio alma por un botijo.
Razón aquí.
1-800-thirsty
|