TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Cuenteros Locales / Keiji / 39) Basta contar.

[C:95861]

Basta contar, para describir un poco de mi historia y casi todo de cuanto me ha pasado en estos veintitantos años, que todo inicia por ser un tanto distinto desde el periodo de mi gestación, la cual se prolongó de modo considerable hasta la duración de diez meses y quien sabe cuantos días más.

Además de lo anterior, mi madre esperaba que yo fuese niña, para lo cual había pensado ponerme por nombre Isis o Deidre según me he enterado.

Bueno, el hecho de ser diezmesino me trajo secuelas que hasta el día de hoy mantengo aunque no demasiado presentes, primero se pensaba que yo iba a tener un daño cerebral por la falta de oxigenación y rechazo que tiene el cuerpo con productos nacidos en tales circunstancias; no quedé retardado mental, pero por falta de irrigación adecuada si tuve un problema.

Presenté una anomalía en algunas zonas lobulares, lo cual se vio reflejado de inmediato después de mi tardío nacimiento, no mostraba la capacidad protráctil que muestran todos los niños al nacer y lo cual les permite aferrarse de lo primero que encuentran a su alcance, yo nací con las manos abiertas.

Esto derivó más tarde en el hecho de que no metía las manos para nada al caerme o tropezarme, como acto reflejo natural el cual no poseía, por lo cual mi nariz pago el precio de mi poca eficacia para detenerme o proteger el rostro ante cualquier caída.

Es por ello que todavía presento hemorragias nasales abundantes y frecuentes por la fragilidad que tiene mi nariz después de tanto golpe y porrazo, de más está el decir el cuidado que debo tener ahora al menos cuando me sueno.

Más adelante en mi infancia, avisaba de mis necesidades fisiológicas a muy temprana edad, pero no hablaba todavía, según mi madre eso se debía a la flojera que me daba el hacerlo, seguramente es por ello que no tomé mamila mucho tiempo, pues me cansaba y prefería el vaso entrenador al biberón.

Así mismo al crecer y tener la edad para tomar mis alimentos por mi mismo, no lo hacía si no me daban en la boca y escondía la comida tras el refrigerador de la cocina, o la tiraba al cesto de la basura si no había animal cercano al cual dársela.

Yo fui el segundo hijo del matrimonio forzado de mis padres: N. G. y G. A., por lo cual vengo a ser el único hijo legítimo no bastardo de los cuatro hermanos que somos; mi mamá se casó después de tener a mi hermano mayor K. H. F. y más tarde llegué yo, mis otros dos hermanos: Á. R. mi hermana y K. M. nacieron producto de la unión libre de mi madre con J. M., pero más tarde nos detendremos para hablar ampliamente de él.

Por otro lado, de mi papá no tengo muchos recuerdos pues se divorció de mi mamá cuando yo tenía unos tres o cuatro años, apenas recuerdo una ocasión en la cual yo iba en el asiento del carrito de compras del supermercado, mi hermano iba en la parte grande y queríamos un juguete para cada uno, por lo cual yo escogí unos monstruos que lanzaban agua y mi papá no me los quiso comprar porque dijo me enfermaría.

En fin que terminé llevándome unos muñecos, jugadores de fútbol americano, de plástico café según recuerdo y mi hermano P. como le llamo de cariño, escogió un memorama del chavo del ocho.

Llegando a la casa, mi papá se sentó un momento a jugar conmigo y los muñecos, P. se puso celoso y quemó uno de ellos en una mano con un encendedor, bueno tengo presente mucho esos muñecos porque fueron lo último que recuerdo me regaló mi papá G. A.

Cierto día me encontraba jugando con mis muñecos en el piso de la casa cuando llega J. M .o mejor dicho M. Como nosotros le llamábamos y tomando uno de ellos, le arranca la cabeza y me dice que si sé porqué le arrancó la cabeza.

Ya no recuerdo si le contesté o lo que dije en ese momento, pero él me contestó que porque era muy macho, ese es el primer recuerdo que tengo de M. y de su cara de malo enojado que me recordaba mucho a Hulk, el hombre verde.

M. llegó a vivir con nosotros siendo muy joven, y estudiando y trabajando sus frustraciones las descargó en nosotros; recuerdo que poco tiempo después de su arribo a nuestra casa, P. me dijo que nos deshiciéramos de él, pero yo no entendí a lo que se refería y fui a contarle a mi mamá, desde ahí empezaron los problemas.

Luego de unos años quisimos llamarle papá a M., pero nos dijo que se sentía viejo y que mejor le dijéramos por su nombre, nunca lo volvimos a intentar.

Un día, cuando yo cursaba el Kinder en Toluca, nos metimos a una casa vecina de maldosos a comernos los dulces de una niña y a jugar con sus juguetes, seguramente dejamos un relajo y poco rato después de llegada la dueña de la casa, molesta fue a decirle a nuestra mamá que le habíamos hurtado unos anillos muy valiosos y dinero además, mi mamá ni tarda ni perezosa nos puso un reverenda mangueriza que nos dejó marcados y sangrantes.

De ahí quedó con M. que a partir de ese día, el sería quien nos corregiría en lo futuro, pues a mi mamá se le había pasado la mano, desdichada suerte.

Cuando cursaba el segundo grado de Primaria en la ciudad de México, mi mamá y M. trabajaban y yo me dedicaba verdaderamente a la vagancia, ocurrió el terremoto del ochenta y cinco, derrumbando una porción de mi escuela y mi maestra falleció atorada en un elevador según nos enteramos poco después por conducto de su madre, después vinieron tres maestras más si mal no recuerdo y reprobé el año.

La noticia se la di a mi hermano y le pedí me ayudara de modo alguno, el ingenuo casi tanto como yo, intentó borrar el cinco que aparecía en la boleta y olvidando el No Promovido o no-aprobado, le puso un ocho a la hoja maltratada por los borrones. Como era de esperarse M. se dio cuenta del fallido engaño y después de eso vino la fuerte reprimenda.

Comenzó diciéndome que no tenía nada realmente mío, que nada me pertenecía pues yo no me había comprado nada con mi esfuerzo, que ni los zapatos que calzaba en ese momento merecía llevar puestos, que no tenía nada con que taparme, así que procedió a desnudarme y una vez encuerado, me dijo que me fuera de la casa no sin antes colocarme globos de gas amarrados al cabello en número no menor de tres y no mayor a ocho según recuerdo, así con globos y desnudo me hizo salirme de la casa y caminar hasta más allá de cinco metros hacia las escaleras.

Como vi que venía una señora me tape con pudor y él me dijo que ya me metiera, pero ese no fue el fin del martirio, pues ya dentro me siguió regañando con argumentos similares a los referidos, sólo que ahora me dijo que no merecía ni vivir siquiera y entonces, tomando la cinta de la bata de baño que llevaba puesta, me la amarró al cuello y procedió a colgarme de la puerta del baño.

No aguanté mucho tiempo sujetándome con las manos y al verme tal vez medio asfixiado me descolgó.

Recuerdo una ocasión en que a la mañana que precede a la noche de reyes, jugábamos con unas canicas que nos habían traído ese día, pero como a M. le molestaba que le despertáramos con cualquier sonido, en este caso el ruido que hacíamos al correr las bombochas sobre la mesa, se levantó y nos pegó a los dos, quitándonos además las canicas de reyes. Si se nos ocurría encender el televisor un domingo por la mañana para ver a Chabelo en Familia, igualmente nos reprendía y mandaba a dormir como cuando nos quitaba los escasos domingos que nos dieran nuestras tías.

Si llorábamos cuando nos pegaba, se molestaba y nos golpeaba más para que llorásemos con provecho, yo intentaba por todos los medios no llorar, pero si se me salía una lágrima me restregaba los ojos y el me hacía burla de inmediato, imitándome y diciendo que era un maricón o de plano un puto.

P. era el único de los dos que si lloraba y gritaba cuando M. le pegaba, al grado de que hasta los vecinos escuchaban sus alaridos.

Recuerdo que en una ocasión P. metió a sus amigos y uno de ellos manchó la pared blanca con su mano sucia y al llegar del trabajo M. se dio cuenta, además de que una vecina ya de edad avanzada le dijo que metíamos a varios niños haciendo escándalo.

M. nos preguntó que de quien eran los amigos que habían entrado a la casa y manchado la pared, yo dije que no eran míos pero ignoraba que la señora me había señalado como el culpable del relajo, entonces fue sobre mí la reprimenda.

Me pegó de tal modo que el coletazo que da la punta del cinturón me marcó las piernas haciendo que brotara sangre de las heridas, pero no se como le hice para casi no llorar, a lo cual mi sorprendido hermano sólo atinó a preguntar si era de Marte o algo así y que si no me dolía o que, puesto que no lloraba, no recuerdo realmente que le contesté pero seguro que fue una mamada.

En otra de las no sé si numerosas madreadas que tuve a bien recibir en mi infancia, P. se había salido a jugar y lo agarró la lluvia, al llegar y para que M. no se diera cuenta de que se había salido y mojado, planchó su ropa pero no se dio cuenta que los calcetines tenían elástico, el cual se quedó pegado y quemado a la plancha como evidencia delatora de lo ocurrido.

A la mañana siguiente, M. nos levantó y nos dijo que no se iba a ir a trabajar hasta que no supiera quien había usado y quemado la plancha, yo me lavé las manos al igual que mi hermano, pero como según él yo era el más mentiroso pues me tocó a mí la nalgueada, esta vez un cepillo de madera con púas de alfiler fue el objeto destinado a proporcionarme mi castigo.

Después de pegarme me volvió a preguntar si había sido yo el culpable, a lo que contesté de nuevo que no y el culpable entró por la puerta, diciendo que él había sido, pero que no dijo nada por miedo a que le pegara M., quien entonces me preguntó que si quería que le pegara a P., pero de mas nada servía ya, después de pedirme disculpas como siempre y una vez más, creo que después de eso se fue a trabajar.

La vez que colmó el límite de nuestra tolerancia, se marcó un día en el cual como de costumbre P. se había salido a jugar como todo niño de su edad habría hecho con seguridad, sólo que después de que sus amigos dejaran sendo relajo de casa, con la ropa tirada de los closets y los cajones; yo me quedé en la banqueta de enfrente sentado platicando con un amigo.

De pronto le vi llegar en el tan temido bocho color azul agua y placas 472 BBD, me quedé helado esperando a mi hermano hasta que al anochecer lo fui a buscar y le encontré bajando de un puente.

Cuando le dije desde que hora había llegado M., se puso blanco y me preguntó si estaba seguro, a lo cual asentí y me dijo que nos escapáramos de la casa, sin saber que hacer nos fuimos caminando y decidimos hablarle por teléfono a mi abuela por parte de G. A. o sea mi papá para que nos rescatara o algo así, le dijo P. que nos habíamos escapado de la casa porque nuestro padrastro nos golpeaba esperando acudiera a nuestro pronto auxilio y rescate al parque en el cual nos encontrábamos todavía.

Pasaron las horas y al bajar la temperatura nos refugiamos bajo un módulo de policía, pero en cuanto llegó una patrulla nos echamos a correr de los gritos de un policía que nos preguntaba que hacíamos a esas horas en la calle, llegamos a un asta bandera donde nos acurrucamos un poco del frío en lo que mi hermano me cubría abrazándome, mientras hacíamos planes de cómo íbamos a ir al mercado a recoger comida y cosas de esas para sobrevivir.

Sin tener otra cosa mejor que hacer, a mi hermano se le ocurrió la genial idea de ir a ver como se peleaban M. y mi mamá, que seguro sus gritos se escuchaban hasta la calle y que mi mamá dejaría por fin a M. por nuestra fuga, dijo P. Nos encaminamos después de que me convenció de que no nos iban a agarrar de nuevo y cuando íbamos caminando dando vuelta a la primaria a la que asistíamos, de frente nos topamos con la figura de M. que había salido a buscarnos.

Ya en la casa, pasaba de media noche y mi mamá nos dio una buena regañiza pues le había hablado nuestra abuela diciéndole lo que se suponía en secreto le habíamos dicho, nos puso a recoger la ropa tirada y para sorpresa nuestra M. le dijo que se calmara, que nos fuéramos a dormir y al otro día recogeríamos todo. De momento nos sentimos aliviados pues pensábamos recibiríamos tremenda paliza por lo que habíamos hecho, ya más tranquilos y confiados de nuestra buena suerte nos fuimos tranquilamente a dormir, craso error.

Al otro día M. no fue a trabajar y nos llamó por la mañana a su cuarto, el desde la cama nos veía mientras nos cuestionaba del porque nos habíamos querido escapar de la casa, nos dijo que éramos unos ojetes mal agradecidos y cosas así mientras nos pateaba desde la cama, amenazándonos de que si decíamos algo de lo que nos hacía a mamá lo íbamos a conocer realmente enojado.

P. fue el único que en cierta ocasión le cuestionó del porqué le pegaba si no era su papá, pero se atrevió y recibió una reverenda madriza en la cual hasta un palo de escoba y una regla "t" le reventó M. en las piernas.

Poco después nos fuimos a vivir a Aguascalientes donde cursé nuevamente segundo año y tercero de primaria, M. llegó un poco después ya que se había quedado trabajando en México mandándonos dinero, pero llegó sin empleo y así se mantuvo aproximadamente los dos años que refiero, según recuerdo.

Como le molestaba mucho que nos peleáramos mi hermano y yo, entonces como escarmiento nos hacía pegarnos y pelear hasta que el lo decidiera, pero si alguno de los dos no quería agredir al otro, entonces sacaba el cinturón o la chancla y tiraba golpes al que intentara retroceder o salirse del círculo previamente delimitado por él para la disputa.

Si yo llegaba a la casa con un ocho en la libreta, me daba mis golpes y me ponía a estudiar, me hacía resolver problemas en los que me pedía: área, perímetro, del área total, sacar costo total si el metro cuadrado valía tanto, sacar cuantos postes tendría que colocar si deseaba poner uno cada determinado número de metros, y cuanto costaría todo si además le ponía tres vueltas de alambre de púas con tal precio el metro para cercar el terreno, eso cuando yo cursaba segundo o tercer año de primaria.

Una vez le entregué el problema según yo resuelto adecuadamente y como estaba mal en una operación me golpeó, pues dijo que trataba de burlarme de él y engañarlo, me dijo que me recargara en un puf con los pantalones abajo y comenzó a golpearme con el aviso de que si lloraba, más se molestaría y más me pegaría.

Recuerdo que eso no era todo ni lo peor, pues en una ocasión, al ver una moneda de en ese entonces cien pesos, la recogí y al ir por tortillas me compré un dulce Tommy, que fue para lo único que me alcanzó, llegando a la casa M. me preguntó por la moneda y si la había gastado en comprar más tortillas que buena falta nos hacían, pero cuando le dije que me los había gastado en un dulce, me dijo que me bajara los pantalones y comenzó a darme con la chancla en las nalgas.

Como me dolía y ya no quería que me siguiera golpeando, me volteé y me pegó un chanclazo en los testículos, le dije pero no le importó y me dijo que si no me volteaba me iba a golpear donde cayera, sí que me volví a voltear para seguir recibiendo mi merecido castigo.

Otra de las veces en que me lastimó creo yo un tanto más fuerte de lo normal, fue en un juego que el hacía seguido conmigo, se trataba de un juego de tortura a la cual yo tenía que responder con determinada exclamación o respuesta indicada, pero como yo me resistí a contestar, me continuó torciendo el brazo tras la espalda hasta que tronó en la unión del hueso al omóplato y fue sólo así como me soltó.

Acostumbraba a tomarme por las manos y cargarme doblándomelas hacia abajo en un tipo de tortura o castigo al cual denominaba "Proteíto", pues a Proteo el de la mitología lo habían colocado así en una película que habíamos visto con antelación; además le daba mucha risa el hecho de ponernos una de las medias de mi mamá en la cara y estirarla hacia arriba para que nuestra nariz se subiera y pareciéramos marranitos, aunque por dentro llorando, mostrábamos una falsa sonrisa y sacábamos la lengua embarrando de saliva la media, como el nos lo indicaba mientras de nosotros se reía.

Había veces en las que bajaba el switch de la luz por la noche y nos buscaba cubierto con una sábana, nosotros realmente nos asustábamos y si nos encontraba se nos dejaba caer encima cortándonos la respiración, o golpeándonos no demasiado duro en las costillas o el estómago, como en la ocasión en que me descuidé y me saco completamente el aire, pero yo no le dije nada porque se iba a molestar y tal vez me habría pegado de nuevo, por puto.

La única que se libró de casi la gran mayoría de sus golpizas fue mi hermana que era y sigue siendo su consentida, porque incluso a M., mi hermano menor lo golpeaba enrollándolo en una cobijita después de pocos meses de nacido, según que para que se durmiera y no llorara de hambre o pidiera de comer.

M. nació muy débil y enfermizo, y lloraba tanto que le salió una hernia botándole el ombligo y tenía temperaturas tan elevadas que en una ocasión recuerdo que lo tuvimos que meter en una tina con agua con hielos para que se le bajara la calentura. Sus recurrentes recaídas y su debilidad, fueron las principales causas por las cuales nos regresamos a vivir al Distrito Federal.

Por aquella época me volví yo muy bélico, me la pasaba ideando, inventando y construyendo armas, era tanta la violencia que había en mi vida que de algún modo empecé a reproducir ese sistema. No pensaba en otra cosa que no fuera como protegerme de los demás niños, o de como idear un sistema de seguridad anti- intrusos para mi siempre fallida casa del árbol.

Ya en México, continué sacando diplomas como en tercero de primaria y fui considerado niño genio por una profesora de la escuela a la que asistía, me quisieron adelantar de grupo pero me negué y cuando le dijeron lo que pensaban de mí a mi mamá, en especial una maestra que me daba clases, M. se encargó de bajarme los humos demostrándome que no sabía ni resolver una raíz cuadrada o cúbica y según yo me interesaba por la energía cinética y la cuántica o la relatividad.

Desarrollé con su ayuda una maqueta que dio la vuelta a la zona a la cual pertenecía mi escuela, y más adelante realicé proyectos pequeños como un trolebús a escala que funcionaba, o una cámara oscura en una cajetilla de cigarros, un sismógrafo con líquidos de diferentes densidades y cosillas por el estilo, pero nada que sorprendiera a M. y diera así crédito alguno de mi inteligencia o capacidad.

Por esos días comenzó a pedirme exposiciones temáticas aprendidas sobre un tema determinado por él, así como reportes mensuales de lecturas de libros, los cuales tenía que leer y resumir para explicarle de lo que trataban, el primero que me dio a leer fue un libro español de teoría económica que trataba el tema de la plusvalía, recuerdo me costó mucho trabajo tratar siquiera de entenderlo y con ayuda de mi hermano intenté explicarle llegada la fecha, lo que venía en el libro, como siempre fallé en el intento de impresionar o cuando menos complacer los difíciles gustos de M., obviamente fui castigado.

Leí mi primer novela en cuarto año de primaria y la Divina Comedia en quinto, libros de Julio Verne en sexto y así hasta reunir un acervo de cerca de quinientos libros en mi haber; todo comenzó por una imposición, pero más adelante le agarré el gusto a la lectura y me seguí de largo llegando a leer libros completos en un día por el simple gusto de la lectura.

Los golpes seguían cayendo sobre mi y sobre P., al grado que yo dejé de dormir profundamente por cuidarnos de ser sorprendidos por M. durmiendo, que llegaba a nuestro cuarto por la noche o la madrugada, y a P. por estar en la cama de abajo lo agarraba a patadas y a mí por estar en la cama de arriba de las literas, a golpes en la espalda o el estómago con el puño, la palma de la mano abierta o el cinturón.

Una ocasión, al estar jugando con estrellas de papel, P. me lanzó una y al intentar evadirla, di una vuelta de carro y me estrellé la espinilla contra el filo de su restirador, comencé a llorar y a sobarme la pierna con la profunda herida, cuando por el ruido M. entró al cuarto y me vio en el piso se molestó porque llorara, me dijo que me parara y comenzara a brincar sobre la pierna lastimada, que dejara de llorar y no cojeara.

Después de eso, me subió a la cama de arriba y me arrancó de tajo el pellejo que se me había desprendido de la espinilla por el golpe, me puso miel en la herida y me la embarró con el dedo mientras yo mordía un trapo para no gritar, me puso un hielo encima y me dejó ahí por un rato en la cama, después de eso me dijo que me parara, que no me había pasado nada.

Cuando tenia la oportunidad de irme a la casa de J. F. mi mejor amigo de aquella época, no lo pensaba dos veces y de inmediato al llegar de la escuela hacía todas las cosas que me tocara hacer, lavar los trastes, cocinar una sopa o una salsa, comprar las tortillas y dejar escombrada la casa para que antes de que llegara M. estuviese todo listo y me diera permiso.

De todos modos él siempre lograba encontrar algo que estuviera mal, eso no lo pude evitar las más de las veces y ni modos; J. F. era un niño muy callado e inteligente o por lo menos aplicado, el más introvertido ser humano que he tenido la ocasión de conocer, no platicaba de nada con nadie que no fuese yo y de hecho no se juntaba con nadie más.

Cuando no estaba en la casa de J. F., y siendo fin de semana M. nos corría temporalmente de la casa aunque no hubiese nadie afuera para jugar con él o ella, nos decía regresáramos en una o dos horas para estar a solas y disfrutar a mi mamá sin nuestra molesta presencia, más de una vez nos quedamos mi hermano y yo sentados en la acera sin jugar a nada ni con nadie.

Al concluir la primaria nos trasladamos a Toluca nuevamente y aún sin residencia comencé a estudiar la secundaria ya iniciado el ciclo escolar, yendo y viniendo por las noches al salir de la escuela rumbo al Distrito; en una de esas ocasiones P. me iba fastidiando la cara con tal de exprimirme un supuesto barro, y como me cagó la ostia lo aparté de mi rostro empujándolo y alejándome de él hasta perderlo de vista, me bajé del metro con una bolsa del mandado llena de no sé cuanta madre.

Como no llevaba un sólo peso encima me salí en la estación del metro donde se suponía encontraría a P. para transbordar rumbo a la casa a bordo de un trolebús, después de esperar casi una hora me hice del valor y le pedí a la chica que vendía los boletos del metro que me dejara pasar, me dijo que le dijera al policía que me dejara pasar, al decirle me contestó que echáramos un volado y sacando una moneda la arrojó al aire y pedí águila, creo que nunca me he puesto más alegre de ganar un mentado volado.

Al salir de la estación del metro ya eran avanzadas las once de la noche y no transitaba mucha gente, por lo que tomé la opción de caminar del lado izquierdo de la calle que estaba dividida por un eje vial, más iluminado que el derecho y con un señor trajeado caminando cerca pero detrás de mí, haciéndome sentir de modo alguno un poco más seguro.

Mientras caminaba un carro se detuvo en una calle lateral que estaba cerrada y escuché como el señor de traje que caminaba tras de mí se reía y le decía no sé cuanta cosa, que qué pendejo y varias cosas más, yo me pasé del otro lado del eje esperando separarme del señor que evidentemente se encontraba en estado avanzado de ebriedad, pero igual se pasó de calle y empecé a sospechar que me seguía, me detuve en un teléfono público según a llamar aunque de sobra sabía que no teníamos teléfono.

El tipo siguió de largo sobre la calle y era para donde yo iba, por lo que dando vuelta a la esquina me quedé esperando a que se fuera, al regresar a la esquina el señor ya estaba ahí buscándome con la mirada y pasé tras de él con el gorro de la chamarra puesto y me crucé de nuevo el eje, comencé a caminar a paso veloz y al voltear el sujeto me seguía desde el otro lado de la calle aunque un poco rezagado.

Nuevamente pase de callé y casi llegando a la esquina y con el miedo de que el portón estuviese cerrado por la hora y yo sin llave, el señor me diese alcance, respiré al ver a mi hermano mientras él me regañaba y me solté sin más a llorar.

Entrando en la casa les platiqué a él y mi mamá lo ocurrido y ella me regañó por haberme separado de mi hermano. Ahora M. ya no vive con nosotros y lo que queda son los recuerdos que ya no lastiman como antes, y la respuesta a mis plegarias llego 20 años retrasada, pero creo que llegó.

Creo que por el momento, de mi simple historia es cuanto después de todo y aunque haya mucho más por decir (y creo que el hecho de hacer esto es como preguntarle a un chita como se ve a si mismo mientras corre), esto basta contar.

Texto agregado el 30-03-2005, y leído por 589 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
25-05-2006 Cada que lo leo, no dejo de pensar, que como una mente puede estar tan enferma. Supe desde ese momento que siempre estaré contigo. Como me sea permitido. Chisai Neko. Eres grande, lo mejor, único, y de algo estoy segura fue por ti mismo. Sigue así. TQM andyengel
01-12-2005 Te admiro por tratar de superarte y haberlo logrado en grna parte a pesar de tanta injusticia y dolor, nada opaco el brillo de tu alma amigo, besos. sigrid
07-07-2005 nunca se termina por conocer a una persona; la miras, convives con ella y sin embargo ignoramos todo lo que pasa o ha pasado en su mundo. vivian23
 
Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]