De Callos, risas y amigos.

Y Madrid ardió, como estaba pronosticado desde meses atrás.
Ardió en las venas de unas mujeres y hombres a golpe de risas y carcajadas.
Entramos por Atocha, Paseo del Prado, Fuente de Neptuno, Carrera de San Jerónimo y, justo detrás del Congreso de los diputados, nuestro punto de encuentro. Centro de Madrid.
Abrazos a Tana y Rodrigo que llegan antes, sentidos, como hermanos que regresan del pasado.
En el sencillo ámbito de una habitación de hostal, con rancio sabor a sombrero de copa y charol, hacen su aparición dos sevillanos cuyos ojos y bocas no dejan de sonreír, de transmitir cariño: Pilar (Ralip) y Luis (Barrasus). Más abrazos.
Como amalgamante del primer contacto, una botella de Cariñena, crianza 2002 y otra de Turís igualmente bien criado, ambos con un tesón en hacernos reir de 13º y, como acompañamiento perfecto, una punta de jamón de Teruel cortado a la baturra, a tacos gruesos para que trabajen las muelas y se esparza su perfumado sabor por las papilas.
En las miradas soles, en los labios risas y en los corazones, calor y cosquillas.
Callos a la madrileña adobados con pequeñas historias personales. Las almas se abren como flores de loto. Muestran orígenes, destinos y vivencias de para en par.
El tiempo de convivencia va a ser corto y el conocimiento mutuo se acelera.
“Yo tengo trtes hijos y cinco nietos”, dice Rodrigo. “Me ganas por un nieto”, contesté, “...pero en hijos te supero, tengo dos más tres” JAJAJAJAJAJAJA
Rodrigo despliega su magia personal. Tana le acompaña suavemente, a lo caribeño.
Luis, exhala su perfume a clavel blanco. Pilar, a clavel rojo.
Neus destila gotitas de néctar en sus sonrisas y sus palabras ambientan el lugar con armonías de siku y quena.
Juan Rojo y Ana, su esposa, junto a Ramón Huidobro, plumas consagradas, acuden a la llamada de los amigos cuenteros y, entre cafés, cunden las sinceridades a corazón abierto.
Ángela (Anapolar) no está pero está.
Jorge (Barrasín) tampoco está pero está con un poema enviado por el móvil a pedazos que más tarde juntó su hermano y leyó en "La última cena". Cariño y risas de nuevo.
Fotos, más fotos. Posamos juntos. Fijamos momentos irrepetibles, que la memoria puede fallar.
Madrid llora su equinoccio primaveral como una adolescente: ahora lluevo, ahora no lluevo.
Por su piel, siempre joven, siempre vieja, nos deslizamos calle abajo, calle arriba entre risas, olvidándonos del tiempo.
Rodrigo, al darse un manotazo en el cogote, hace asomar una moneda de entre los dientes. Se nos quedó cara de niños asombrados.
Su humanidad desprendida, afectuosa y divertida, caldea el ambiente frío madrileño y nos arrebujamos en ella.
Tana nos regala canela y miel en cada palabra, ríe, se asombra y se turba en ocasiones escuchando a “Los tres jinetes de la provocación”.
Pilar, risueña, franca y directa y con un sentido del humor envidiable, reparte azules con su mirada y coleguea todo el tiempo.
Neus se ríe sin parar y adereza conversaciones con cuentos y anécdotas entre dulzuras y complicidad.
Luis nos ofrece todo lo que da de sí en humor, que es mucho... o sea una “jartá”, como envoltorio de su mejor regalo, su persona franca, amorosa y entregada a querer hacer que el tiempo de todos sea muy feliz.

Todo compartimos, todo nos entregamos y todo recibimos de todos.
Madrid fue madriguera para estos seis gazapos reidores y se consolidó y aumentó una amistad que vamos a cultivar como rosas de un hermoso jardín.

Os mando un abrazo muy grande a los cuatro. Os llevo en el corazón.
Juan
Valencia 28/03/05