- ¡¡El que no corra hasta la esquina es un maricón para toda la vida!!!. Dijo el mas alto de los niños con el ánimo de ridiculizar a sus pequeños compañeros de barrio. Ninguno de los seis se pronunció, como fieras semejando una manada en fatal cacería, salieron corriendo tras el líder. Solo percibieron que, en la inmortalidad de la vida, tal afrenta los devoraría. Unos metros allá, se detuvieron. Como de costumbre ninguno quedó señalado; no importó, solo los impulsó la adrenalina de la competencia. José, con sus trece años, impuso una vez mas su criterio; su diminuto circulo de poder. El grupo, entre los 10 y los 12 años, solo conocían el significado general de la palabra maricón, aquella que no se sabe ni el como ni el cuando, aprendieron a rechazar inconscientemente. Jadeante, acalorado, sudoroso, José, se percató que el mas conocido locutor de la radio regional, venía recorriendo, lentamente, la calle Suárez, aquella de ilustre héroe nacional. Una figura delgada, de piel canela muy bronceada por el sol, se dibujo sobre la vieja bicicleta de manubrios altos en aquel abrasador calor del mediodía. Los otros observaron a su líder, esperaron su voz, aguardaron el nuevo reto; un movimiento de cejas, a manera de saludo a un conocido, fue lo que percibieron.
Miguel, sobre la bicicleta que le diera su madre como regalo de cumpleaños, para movilizarse y mantener la espalda recta, recorría las incontables calles de la ciudad. Absorto en su labor para finales del sábado por la tarde; - recoger el mercado del canasto comunal de la plaza de mercado, llevarlo al barrio mas necesitado; Los Apóstoles, hacer la lista de las familias para no repetir el mes entrante, el tema de la próxima emisión radial....... Un grupo de niños llamó su atención, - ¿Me insultaran como de costumbre? ¿Mostraran su inquietud a través de sus ojos inquisidores? ¿Señalaran al extraño, al raro?, se preguntó. Con paso mas fuerte, la bicicleta adquirió una mayor velocidad. La mirada de un adolescente, le distrajo por un momento, - ¿Es el hijo de Doña Carmen?..... No, no lo creo, éste es menor. Siguió pensando...... ¿Me reconoció de una de mis obras sociales?...... Son tantas........ mucha gente solo me ha visto una vez. Correspondió a un saludo; movió leve y desconcertadamente la cabeza; se alejó.
- ¿José, qué piensas?, ¿Quién es ese señor? Interrogó el grupo de imberbes. Por temor a ser juzgado, acertó a decir. - Es el administrador de la Emisora La Voz del Trópico. Mañana iré con mi grupo de colegio a la sede central de la emisora en las afueras de ciudad, a realizar nuestra emisión semanal del programa “Amiguitos radioescuchas”. Con algo mas de curiosidad, José, siguió sumergido en su pensamiento. Se decía que el “Flaco García” como era conocido el locutor, tenia una compañía, Pacho, por lo que siempre había sido juzgado por los hombres de la región. Las señoras conociendo la difícil situación económica en muchos hogares, recibían sus mercados, por lo que hacían caso omiso de este tipo de chismes, y los niños, con menos objetividad, repetían las mismas palabras denigrantes escuchadas a sus mayores. Volviendo la atención a sus compañeros, José, empezó otro de sus juegos favoritos, el pulso, en la que su superioridad atlética le otorgaba todos los triunfos.
Miguel García era muy conocido por sus programas radiales que sin falta se emitían de lunes a sábado, realizando una labor social diferente; una colecta de alimentos o dinero, cursos gratis de peluquería, empleos, permisos. Llevaba muchos años administrando el manejo técnico de la emisora; conocía, al detalle, las funciones de los variados equipos y soportes de apoyo, desde una perilla de la consola de audio hasta la torre de transmisión; todo lo sabia. Por esta razón, la sede central de la emisora se convirtió en su hogar, en donde, muy organizadamente, tenia todo lo necesario para vivir cómodamente; se había ganado la confianza de la Junta Directiva. Sin importar su soledad o aquellas noches sumidas en el misterio de las afueras de la ciudad con Pacho. Un sin fin de conjeturas, llenaban su vida. Con la prevención indefinible contra los niños, El flaco García esperaba al grupo de ocho niños del profesor Rodríguez, docente de la escuela de varones del municipio, para la emisión radial infantil de los domingos a las diez de la mañana.
Una hora antes del programa, arribó el bus con los iniciados en la locución, entre ellos, José Pérez, quien muy intrigado por lo que se rumoraba del Flaco García, llegó atento a todo lo que se decía y se veía en aquel lugar. - Tan solo confirmar la presencia de un hombre, un amante secreto; a Pacho. Pensó. El joven, muy curioso y motivado por el morbo sexual de su edad, en compañía de “El Gordo”, quien también estaba al tanto de las incidencias del locutor, lograron esquivar la vigilancia de los adultos. Una vez en el patio, vieron un simpático burro, con tanta gracia que su docilidad permitió un acercamiento para acariciarlo. El cuadrúpedo frente a aquellos mimos, tuvo un reflejo; aprendido o innato; no se sabe!!, pero su sexo dejo percibir su deseo animal. Los jóvenes, se percataron de tal situación que rieron sin malicia. Alzaron la vista y sobre un costado del pequeño establo, se leía en letras grandes; PACHO. |