“La Cacerola”
O el pestañear de un encuentro.
Diez barras de pan crujiente, una botella de Rioja con tornasoles de rubí, un mesero ecuatoriano con acento de chulo madrileño, tres platos de callos, que reflejaban el color del vino y la guindilla, tres mozas multinacionales... una andaluza con nombre de aragonesa y mirada de sol, una argentina con deje rafaelino y palabras que acarician, una trigueña del caribe con sonrisa maternal y tres mozalbetes de poco pelo, gran barriga y mejores sentimientos que, en un sencillo y apretado abrazo, sellaron una amistad ya empezada, pero ahora confirmada. El ambiente, digno del barroco madrileño, se emocionaba con las risas y sonrisas del singular sexteto. Punto de partida, la famosa “Cacerola” recomendada a propios y extraños por el sabor de su comida y lo generoso de sus porciones. Porque en ese encuentro todo fue generoso. Desde el primer encuentro en el pequeño hostal donde el jamón de Juan (Graju), su fabuloso Cariñena de pura uva garnacha, y el beso compartido entre todos, con afecto, sin ambages. Como debe de ser. Un hostal muy madrileño, con su piso de madera, que recorría habitaciones en el chirriar de los pasos y del vaivén nocturno precipitado por el frío y los callos.
El recorrer Madrid con lluvia y con frío a ratos, pero con la tibieza de la amistad dentro, vino a plasmar, de forma inimaginable, lo ya tantas veces ansiado. El encuentro de amigos que se fundieron en una familia. ¿Quién no puede negar que la calva de Juan, de Luis y la mía propia no puedan pasar la rigurosa prueba de un DNA? ¿O el abdomen levemente pronunciado de cada uno no corresponde a una tara familiar...?
En fin, poco a poco irán apareciendo momentos y situaciones... aunque Barrasus ya tuvo a bien contar, con su gracia, algunas de ellas.
Neus, Pilar, Juan y Luis, desde este Caribe tibio y soleado, vayan nuestras mejores sensaciones de unos momentos “A la cacerola”, con sus generosas raciones y sus mejores aromas.
Rodrigo y Tana.
Tuvimos a bien conocer a Juan Rojo, pariente en el DNA del poco pelo, a su esposa y a Hidobro. Compartimos una velada de buena conversación y excelente vino.
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