LA VIDA PERFECTA DE EUKAMILION.
Santiago, Julio 21 de 3001. Tarde lluviosa. Da lo mismo. Bajo la gran cúpula que cubre a la ciudad como si esta fuese un hongo gigantesco, la lluvia es un fenómeno extraño del cual no se tiene conciencia. La que alguna vez fue la gran capital de un país que por varios siglos se denominó Chile y que ahora es una importante provincia del Continente Bolivariano, está más ocupada de los diferentes sucesos que atraen a sus habitantes, entre ellos, inventar nuevas formas de diversión para emplear el tiempo libre y de observar desde los miradores a los miles y miles de inmigrantes que intentan colarse por todos los puntos de su inexpugnable frontera. La razón es simple: el hombre de este siglo aprecia en grado sumo lo artificial y desprecia por tendencia innata todo lo que no ha sido procesado. Es algo que lleva en sus genes. De hecho, el mismo es una variada mezcla de genes que fueron seleccionados y procesados tras un complejo tratamiento. Por ello, el hombre busca estos parajes creados por la tecnología en donde la atmósfera que se respira es el resultado de una ecuación imposible de explicar. El resto del mundo está regado de estas cúpulas paradisíacas en donde se han recreado las condiciones esenciales para la vida. Fuera de ellas, el aire enrarecido de la tierra y la casi inexistencia de ozono dificulta el desarrollo de las especies y las que aún persisten son pálidas réplicas de aquellas que se desarrollan bajo las cúpulas. Chile –ese es el nombre de la cúpula que alberga al antiguo Santiago, es una de las mejores implementadas y en ella conviven en armoniosa relación los aristócratas, los artistas y los científicos. Los primeros financiaron la construcción de la cúpula, los segundos son los invitados exclusivos de esta casta que cuenta con todo el tiempo del mundo para disfrutar de sus creaciones. En cuanto a los científicos, ellos se encargan de supervisar los sistemas de ventilación de la gran ciudad y de trabajar en la investigación de nuevos proyectos. No mencioné a los guardianes que sólo son autómatas con fisonomía de hombres y cuya misión es resguardar los accesos de la metrópoli. Ellos, en rigor, no existen y han sido programados para servir eficientemente durante un par de siglos.
Mi nombre es Eukamilión, un invento de mis padres. Como presumo que están interesados en saber un poco más de mí, accionaré por ustedes la opción A que contiene un somero currículo de mi persona. Para ser más preciso, diré que es un inventario de partes, una radiografía de mi organismo de tan minuciosa construcción.
A.- Mis padres decidieron crearme de puro aburridos que estaban. Miles de artistas habían sido expulsados de Chile por no aportar absolutamente nada al esparcimiento de la población. Los lugares comunes invadían su obra; poetas, pintores, escultores y músicos habían estrujado de tal forma su imaginación a tal punto de transformarse en creadores anodinos, reiterativos. Como es sabido, los críticos habían sido sistemáticamente eliminados del citi ya que no contribuían en nada al desarrollo del arte, aún más cuando éste era sólo un instrumento de placer. Sus juicios sofisticados, no interesaban a nadie. Es lógico. ¿A quien le interesa saber que alguna obra carece de algo o que esto quiere decir aquello y que aquello no refleja con fidelidad lo que se quiso expresar? Absurdo. Uno siente o no siente sin necesidad que otro se lo esté diciendo. Además esto originó un vicio nefasto entre los artistas ya que empezaron a crear sus obras para complacer a los críticos antes que a su público. Y el público consumidor deseaba entretención, sólo básica y simple entretención. La misma que se puede adquirir en los mega almacenes, digerida y lista para llevar. Uno puede degustar acción, humor, drama e incluso gotitas de pensamiento filosófico, todo ello en diversos chips de colores y en packs de varias unidades. Me sorprendería que usted me preguntara por el valor de estas cosas y de que manera se pagan. Le explicaré. A lo mejor a usted le parece extraño que al momento de ser creado se le programe, por medio de una super computadora y se le calcule lo que va a consumir hasta los cuarenta y nueve años, que es el momento en que uno cumple su mayoría de edad. Concienzudos estudios revelan que a esa altura el hombre está en la plenitud de su madurez, en esa etapa uno es designado para ejercer en cualquiera de las áreas disponibles: arte, ciencia y si no tiene el talento para las anteriores, su destino será convivir en el mundo fácil de los aristócratas, utilizando la herencia de sus padres por medio de una tarjeta que le otorga lo necesario para gozar de esta existencia. Me parece que me evadí del tema que nos interesa. Mi nombre es, repito, Eukamilión. Acabo de cumplir 80 años, soy un aristócrata que vive en la zona baja de Chile, a orillas de un río de aguas azules. Dicen que este lugar antes fue habitado por gente humilde ¿qué significa humilde? Ocurre que mis centenarios antepasados compraron parte de este sitio a esos lugareños a sabiendas que se estaba construyendo la gran cúpula que protegería a Santiaff – así se llamaba entonces la capital. Ello permitió que esa gente emigrara hacia la costa y se estableciera allí, conformando al actual pueblo marítimo que vive de lo poco y nada que produce en estos días el Océano Oeste o el West Ocean como lo denomina el sector más tradicional de la aristocracia. Lo grave para ellos es que quedaron fuera de la cúpula y hasta hoy son pueblos nocturnos que viven como escarabajos bajo tierra durante el día, rehuyendo la radiación solar y la pobreza de una tierra contaminada por los excesos de los antepasados. Pero ese es el destino de millones de seres que están pagando el precio del despilfarro. Ellos no poseen ni patria ni bandera ¿qué es bandera?
Soy, repito, un aristócrata del bajo Chile, demasiado joven para pensar en buscar pareja. Nadie osaría convivir con una mujer teniendo apenas 80 años, sería una insensatez. Quizás para alguien del pasado como usted esto debe sonar a locura, pero recuerde que el hombre del siglo XXI estaba acuciado por las urgencias: ser profesional antes de los 24 años ¡una insensatez! ¿quién le entregaría a un niño tan gran responsabilidad? Tener un hogar y una familia a los treinta y tantos ¡un desquicio! ¡Cuantos hogares se destruyeron por causa de esos muchachos que jugaron a ser adultos!
Una vez más me he escapado del tema. Fui creado por ingeniería genética. Se eligieron los mejores códigos para asegurar un espécimen robusto, hermoso e inteligente. Algo falló en este último ítem y mi talento, ya se ve, no me sirvió ni para ser artista ni científico. Sólo soy uno más de los miles de aristócratas que vegetan en este cómodo y abrigado país. Como me gustan las excentricidades, colecciono unos legajos amarillentos llenos de signos extraños, los cuales apilo no sin un poco de repugnancia en una bodega oscura. Dicen que estos artefactos eran muy apreciados por quienes deseaban cultivarse. No me explico cómo ese montón de signos infectos podrían haber contribuido al crecimiento espiritual de un individuo ¿qué es espiritual? La información que he encontrado en mis discos es confusa. Se dice que el hombre escribía estos libros, que así se llamaban estos aparatos para enseñar conocimientos, para entretener, para divulgar. ¡que arcaico! ¿A quien se le ocurriría hoy manipular algo tan asqueroso para aprender o entretenerse? Se me eriza la piel al pensar en las epidemias que pudieron contraer quienes deseaban interiorizarse de los pensamientos de otros, manipulando esos asquerosos libros. Pero en el fondo, pienso, el intento no era del todo malo. Mal que mal, ellos fueron la base de nuestro actual citi. He sabido además que en cierto momento de la historia, el hombre se olvidó de escribir ¿qué es escribir? Las computadoras registraban la voz del hombre y la transformaban en acción. Muy anticuado pero importante. Hoy las computadoras leen el pensamiento y activan según nuestro estado de ánimo un programa adecuado. Si estamos algo tristes –cosa extraña- activa algunas hormonas que nos estabilizan, si nota que nos aburrimos, se genera un programa entretenido, un cuento, una melodía, imágenes placenteras, que sé yo. La máquina sabe lo que hace. Como usted comprenderá, aquí nunca pasa nada espectacular. La gran computadora central, el presidientt como le decimos, es el cerebro que alimenta a todas las otras máquinas, y distribuye eficientemente las cuotas de energía para cada hogar. Los científicos se desvelan tratando de descubrir e inventar nuevas cosas y están directamente relacionados con los artistas para discurrir diversos tipos de entretención. Leí en uno de mis discos que antes existía algo que se llamaba esporte, o deporte, no recuerdo bien. Dicen que el hombre de la antigüedad se entretenía una enormidad con esto. Se cuenta que los que practicaban esta guerra de mentira ganaban grandes sumas de dinero y que eran muy famosos. ¿qué significa ser famoso? Todo esto se acabó. Era más fácil para el hombre competir consigo mismo en los rudimentarios juegos de computación. Y hoy ¿para que competir? Todos tenemos lo mismo, todos podemos acceder a lo mismo e incluso podemos proveernos de un poco de aburrimiento, una delikatesen a la que tanto temía el hombre antiguo. Yo prefiero irme a caminar por las tardes a los límites de Chile y contemplar las ruinas del exterior, ver a algunos personajes andrajosos que tratan por todos los medios de ingresar al citi. ¿para que? digo yo. Esos miserables nada podrían hacer adentro. Los guardianes los aniquilarían en un dos por tres y su carne serviría para alimentar a nuestras mascotas. Hace varias semanas me detuve a mirar con más detenimiento a un grupo de jóvenes que trataban de cavar un hoyo. Ellos creían que nadie los veía pero las alarmas se activaron e inmediatamente concurrió al lugar un batallón de autómatas que se plantó en el lugar. Entre los vagabundos pude distinguir a una muchacha de unos sesenta años, podría incluso haber sido un poco menor que eso. Me pareció que era distinta a sus acompañantes. En sus gestos se adivinaba una gran dulzura. Pude hacer un acercamiento de su rostro y advertí que su belleza me provocaba un placer muy similar al que me proporciona la computadora. Me sentí avergonzado. Yo, un aristócrata, admirando a un ser primitivo, casi un animal. Me di media vuelta y me alejé rápidamente de allí tratando de no recordar más el asunto. Me he estado haciendo un tratamiento de limpieza profundo, es decir, la computadora ha captado cierta intranquilidad de mi mente y ha introducido cuotas de identidad, de reafirmación. Soy Eukamilión, el aristócrata, vivo al oeste de Chile, junto al río azul, soy feliz, muy feliz...
He despertado después de dormir por varios días. Me siento renovado. No recuerdo porque he estado durmiendo tanto. Sólo sé que necesito estirar mis piernas. Salgo pues a caminar, todos lo hacemos; algunos se suben a unos vehículos pequeños que se mueven activados por la energía solar, la mayoría prefiere deambular a pie por los bulevares y contemplarse unos a otros, cual de todos luciendo la mejor de las sonrisas, el mejor símbolo de su status, la más envidiada de todas las manifestaciones del hombre de Chile. Mis pies se encaminan a los límites de la ciudad. He tenido que subirme a uno de los vehículos para poder llegar pronto. Una extraña urgencia, una inquietud indefinible se ha apoderado de mí. Empiezo a dudar de los beneficios otorgados por mi computadora. Mañana hablaré con mi agencia para que revise el programa de mantenimiento.
Llego a mi destino. Oscurece. La lluvia que salpica la cúpula arrecia. Para mí esto es sólo un espectáculo fascinante. Jamás he sentido como esos torrentes de agua mojan mi cuerpo. Lo he imaginado si, en mis ensoñaciones, en algunos juegos de sensibilidad, bajo la ducha química, pero intuyo que no es lo mismo. Soy Eukamilión, soy Eukamilión me repito en voz baja y esto es como el resabio del proceso de limpieza al cual me he sometido. A lo lejos veo una muchedumbre que se acerca. Hago un acercamiento. Son más de quinientos, estimo. Algunos enarbolan palos, otros piedras. Creo que gritan. Intentan una vez más ingresar al citi. Se activan las alarmas que gruñen como alimañas espantosas. Los guardianes se agrupan. Llegan refuerzos. Esto acontece a menudo. Los salvajes tratan de ingresar, apedrean e intentan abrir un forado en la indestructible y transparente pared. No lo consiguen, son repelidos por las descargas eléctricas que se activan automáticamente. Y regresan derrotados a sus ciudades nocturnas, en donde seguramente desarrollaran nuevos planes y nuevos intentos para burlar lo que es inexpugnable. He sabido que entre ellos existe un líder. ¿qué es un líder? Se dice que es un hijo ilegítimo de uno de los aristócratas. Una cruza entre la tecnología y el mundo primitivo, un ser que trasmite odio, venganza, reivindicación ¿qué significan todas esas palabras? En mi disco busco alguna respuesta a estas interrogantes. La voz suave de la grabación me explica que hace muchos siglos existió una especie de seres que se creían destinados a conducir a los demás. Ridículo. Se denominó a esta casta como políticos, algunos fueron expulsados, pero la mayoría prefirió quedarse en el citi. Los menos se perfeccionaron como científicos, otros se dedicaron al arte y el resto se mimetizó con los aristócratas. Los invasores se retiran y me acerco al muro, inserto una tarjeta para acceder a la zona límite y los observo con curiosidad. Me provoca extrañeza su actitud. Se les ve airados, desencantados, en sus rostros se refleja todo su primitivismo. De pronto, noto que alguien se da vuelta y se queda mirándome. Es una muchacha bellísima de grandes ojos melancólicos. Presiento que existe en ella una gran tristeza, un enorme dolor. Me impresiona su mansedumbre, esa actitud pasiva tan extraña para alguien de su especie. Siento que me invade un sentimiento visceral, genuino, diferente al que me proporciona el sofware de la computadora. Escucho los latidos de mi robusto corazón, siento la sangre poderosa que recorre mis venas, noto que una fuerza extraña se apodera de mi cuerpo. Ella se aproxima lentamente al muro, como atraída por un imán. Recuerdo un disco en que escuchaba decir que antiguamente los hombres se reproducían por amor ¿qué es amor? Hoy sólo sabemos que era una poderosa fuerza del instinto. Pero sólo eso. Uno no puede ser esclavo de sus instintos. Eso está claro. Pero me ocurre algo. Tiemblo. Ella se acerca más y más. Su actitud es pacífica. Instintivamente -que contrariedad- levanto mi mano y le hago algo parecido a un saludo. Ella me mira con sus ojos mansos... y me sonríe como sólo saben hacerlo los aristócratas. Quisiera estar a su lado, me digo. Quisiera estar a su lado para siempre, es una hermosa ...¿mascota? Compréndame usted. Soy un hombre del año 3001 y es difícil por no decir imposible que piense como un ser de siglos pasados. Me retiro asustado y dispuesto a someterme a un tratamiento de shock.
Supe que se han producido frecuentes intentos de invadir el citi. Que existen diversos grupos que han tratado de ingresar por todos los medios al paraíso y que en algunos lugares casi lo han conseguido. Después de enterarme de esto, he decidido recrearme con una ópera sensual, me he entregado al éxtasis de esa melodía arrebatadora que parece infiltrarse en mi cuerpo como una sustancia maravillosa, relajando mi cuerpo y vivificando mi mente. Siento como el dulce oxígeno ingresa a mis pulmones, como la cálida temperatura me adormece. Vivo, respiro, no necesito más.
Algo extraño sucede esta madrugada. Las alarmas no me han permitido conciliar el sueño. Me he levantado, he recorrido la calle y mirado las estrellas que titilan en el negro cielo. Algo me intranquiliza. Regreso a mi cama neumática. Activo el mando de los masajes, me duermo. Sueño, veo a una mujer que se acerca a mi lecho, ella sonríe como si fuese una aristócrata. Me sobresalto. Despierto y cuando miro alrededor noto que algo se mueve. Ordeno que se prenda la luz. Y la veo. Allí está, pálida como si fuese hija de Selene, mirándome fijamente. Trato de levantarme pero ella hace un gesto para que no me mueva. Luego creo escuchar algo tan melodioso como la ópera de la víspera. Es su voz que me está diciendo que nada tema, que ella está allí para pedirme que la acompañe, que no es su deseo quedarse en este mundo artificioso. Me susurra algo muy dulce y sus labios se mueven como si acunaran las palabras, me dice que soy diferente, que debo aprender a vivir. Y también a sufrir, a amar de verdad, a reír de verdad, a llorar con lágrimas propias. Me parece ver un brillo extraño en sus ojos. ¿Cómo llegó a mi dormitorio? Que digo, ¿cómo ingresó al citi? No contesta. Me pide que la siga, que nos escapemos a su mundo subterráneo, allí donde se respira ese aire sofocante, donde se siente realmente al cuerpo y donde la mente elabora sus propios pensamientos. ¡que retrógrada! Me estremezco. Esta parece ser una trampa. Las mujeres de Chile piensan diferente. Nos acompañan, no nos exigen absolutamente nada y si queremos sexo, este lo programamos de tal forma que podemos calibrar el grado de intensidad. Pero la mujer del citi no nos pide fidelidad eterna ni que compartamos nuestra existencia con ella. Sabemos que la libertad es la base de toda relación, nadie exige algo tan arcaico como el matrimonio ¿qué es matrimonio? La mujer no ceja en su empeño por arrastrarme a su mundo. Me atrae su dulzura, esa convicción con que pronuncia las palabras, ese acento salvaje y a la vez ingenuo. Me levanto, me acerco, la toco, es suave, es femenina, es dócil. La miro a los ojos y presiento un abismo en su mirada. La tomo de la cintura. Ella cierra los ojos, entreabre los labios como si pidiese algo. ¿qué es ese algo? Me llamo Eukamilión –me digo como si con ello espantara las extrañas sensaciones que me acometen. Y repito mi nombre hasta el cansancio como si al no hacerlo, perdiese para siempre mi identidad. Ella se tiende en el lecho y yo me dejo llevar. Mi sangre se vuelve tumultuosa, mi instinto arrecia, mi mente se nubla. Y me sumerjo en un ensueño placentero que nunca me ha entregado la computadora, y veo colores extraordinarios, escucho música celestial y luego todas las sensaciones se funden en un vibrante estallido de placer.
Mi nombre es Emilio, bautizado así por Rebeca, mi compañera. Vivimos en una hermosa casita subterránea que construí con mis propias manos. Soy pescador. Todas las noches me hago a la mar para arrancarle a esta sus precarias riquezas. No echo de menos al citi, ese enorme hongo transparente que se distingue a lo lejos. Mis compañeros, los andrajosos personajes que a menudo intentan ingresar a Chile, me miran con curiosidad. No entienden que yo me haya fugado del paraíso, que haya preferido convivir con la rudeza de esta tierra moribunda y bajo ese cielo que sólo podemos adivinar en la negra noche. No comprenden que prefiera salir a caminar de la mano de Rebeca por los oscuros senderos ni que pueda sonreír como los aristócratas sin motivo alguno, sin ninguna esperanza, sin ningún futuro. Rebeca es dulce, sabia con la sabiduría de las piedras y de los arbustos que se niegan a desaparecer a pesar de todos los rigores. No me canso de contemplarla, mientras teje incansablemente mientras entona una suave melodía. Soy feliz cuando ella prepara la comida y me hace un guiño burlón. Soy feliz cuando se arroja a mis brazos y me invita a recorrerla con mis manos ansiosas.
Mi nombre es Emilio y soy un habitante de la tierra. Esperamos con Rebeca a nuestro primer hijo y mi deseo es que él también aprenda a querer este mundo agreste. Un mundo que posibilitó que yo descubriera un extraño y hermoso sentimiento que supongo se llama amor.
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