Brevisima reflexión vital.

Hay historias con principio y fin, la mía no. Historias de hombres con suerte y desafortunados, de amor y odio, de héroes y villanos, del pasado y del futuro, reales y ficticias, la mía no es ninguna de estas.

Mi historia, al menos lo creo, es distinta, es olvidada. Se supone que se inicio con mi alumbramiento, pero yo le he construido miles de inicios más; fin aún no tiene, y sin embrago yo ya los he pensado todos.

En mi argumento, siempre hay nudos, pero nunca desenlaces, los pequeños cuentos se pierden en la bruma del tiempo, y son olvidados, y recordados de vez en cuando; como si no se pudiese escribir final alguno, todos los cuentos mueren sin final, en una eterna agonía, sufriendo pues no pueden morir.

En algunas ocasiones, mi historia contiene de todo, héroes, villanos, criaturas, ficción y realidad, pero en la mayoría soy yo. Me visto para cada historieta, y me desvisto sin darle final, y se olvida.

Mi historia no está escrita, sólo la puedo consultar repasando las páginas de mi memoria, que a diario se hacen amarillas y se distoriconan con las tormentas y los días de sol, algunas se borran o se pierden en los mismos anales de mi historia, otras permanecen como documentos secretos de los cuales la clave he olvidado, en todo caso no hay forma de recopilar mi historia.

Muchas veces no sé que parte de mi cuento es verdad, y que parte es de fábula, se confunden y entremezclan, entonces lo que se registra es lo que el cuerpo ve con los ojos del alma, y mi trama se alimenta con las esperanzas que nunca son y la chatarra de la realidad.

En mis historias he sido de todo un poco: ermitaño, genio, amigo, villano, tonto, vago, asceta, persona, muerto, recién vivo, comedia, tragedia, crónica, forastero, viejo, borracho, sacerdote, escritor, nómada, huraño, suicida, indio, músico, vikingo, rey, intocable, salvador y anticristo.

En las mañanas no me falta tinta para escribir mi historia, con los días, las semanas, meses y hasta años, se agota la negra línea que atestigua la existencia de un cuento, de mi cuento. En las noches releo lo que la mano firme del destino ya hecho escribe, a veces sin tinta, grabado en la memoria.

Tengo tantos capítulos en mi historia, como personas he conocido, y cada uno es a la vez una narración distinta, son maravillosos, únicos. Pero no tengo un apartado propio.

Mi historia no tiene principio ni fin, no tiene personaje principal, tampoco musa de inspiración, ni siquiera tiene título, pero es mi historia, esa de todos los días, con todos los ingredientes y ningún sabor.