Terror en las sombras V
sin amanecer
Juan soñaba una pesadilla. Su cuerpo era cortado por inmensas guillotinas que le despedazaban una y otra vez, sin parar. No se detenían, pero él en su horrible sueño no moría; seguía con vida y sentía el dolor que las agudas hojas afiladas le producían al cortar carne y huesos, órganos y tejidos. Gritaba con una voz desgarradora, ronca y sin suavidad. Era un perro inmundo bañado en sangre, ladrando con las únicas fuerzas que le quedaban, y su sonoridad era espeluznante, desagradable para cualquier oído. Su carne destrozada brotaba hacia fuera como una inmensa cantidad de grotescas apariciones. Lo obvio le jugaba una mala pasada, pues estaba en medio de una pesadilla. Su cara desformada se hacía por su desesperación. En un entorno oscuro, vacío, sucio y hediondo a muerte, las enormes guillotinas seguían su danza inicua, sin parar.
El cuerpo de Juan ya estaba saturado. Lentamente comenzó a desintegrarse hasta que sólo quedaron unos huesos flotando en la oscuridad densa y malsana. Las guillotinas cesaron su prodigiosa actuación, para dar paso a un silencio que acabó con Juan. En la realidad, su corazón dejó de latir. Encima de su cama, a esas en que la noche come hasta matar, noches sin esperanzas ni estrellas, su cuerpo quedó tieso en posición de espanto. |