Tal vez aun no te haya dicho, Demonio,
lo que me gustan tus lentos pasajes
de ojos melancólicos exquisitos.
Tus hombros de estructura metálica,
irresistible,
tu cabello de mil cuerdas entrelazadas.
Tal vez aun no te haya contado, niño,
lo completo que es el círculo
cuadrado que componemos.
Lo extasiante del infortunio
mezclado con el sufrimiento
de no tenernos para formarnos.
Tal vez no te he pedido, hombrecillo,
la armonía de tus brazos en mi espalda.
La embriaguez de tus besos
sin la cuenta exacta
que debería llevar una persona organizada.
Tal vez no te hayas dado cuenta, príncipe,
de lo empedernida de mi situación.
De lo necesaria que es tu respiración.
De lo insufrible que es esta vida
si por alguna razón aparente
se usara en nuestros pasos
un cordón invisible
que nos ditanciara mil millas y más.
Tal vez no te hayas fijado, amor mío,
en lo extraño que es el color de las hojas,
de los árboles y del mismísimo cielo,
cuando las manos amantes se juntan
buscándose y amarrándose como si fueran
únicos náufragos de catástrofe inmensa.
Tal vez lo único que sé, mi vida,
es que de una u otra forma extraña
en mi corazón puedo sentir gloria inmensa
a través de tu gozo y de mi sufrimiento.
Dame la mano, esa de dedos corto-punzantes,
no me dejes, podrías hacerlo?
Tal vez no te haya podido decir, revolucionario,
que siento cada una de las ensañas
y cada una de las nuevas empezadas,
que debiste formar para y por mi.
Cuando hay amor
se vuelve a nacer, una y otra vez.
¿O no? |